Pages

Friday, August 6, 2010

Viajar con niños no es para los débiles

El que me conozca sabe que una de las cosas que más disfruto en la vida es viajar. Ahora que soy mamá, he llegado a pensar que mi gusto se debe en parte a que viajar te permite volver a experimentar algo que perdemos cuando dejamos de ser niños: vivir en un estado permanente de descubrimiento y novedad. Cuando eres niño todo es nuevo, pero después te conviertes en adulto y el mundo que alguna vez te pareció tan sorpresivo termina por convertirse en cotidiano y "normal". Viajar te permite despertar la capacidad de asombro, te deja volver a sentir lo que es que un lugar sea completamente nuevo para ti, listo para descubrirse y explorarse.

Hace varios años me plantée la ambiciosa meta de conocer por lo menos un nuevo país o ciudad cada año y así lo he venido haciendo desde entonces. En 2009 no paré, y aunque ya estaba embarazada, volví a Europa con mi mamá y mis primitas Chilindrinas y conocí España, que me había saltado en otros viajes. Cuando nació la Frijolita pensé que tal vez tendría que romper mi promesa durante el 2010, su primer año de vida, pero afortunadamente el esposo es igual de pata de perro que yo, así que en estos casi ocho meses desde que nació no hemos parado de viajar.


Primero viajamos embarazados hasta México (diría la prima Mack que cual mariposas monarcas, para huir del frío y tener hijitos) y tras nacer la Frijolita hicimos un pequeño viaje a Querétaro, poco después nos tocó regresar al Tomatito (por cierto, esa vez hasta traíamos perro) y no pasaron ni dos meses cuando decidimos irnos cinco días a Chicago, en mayo nos fuimos a Niágara y Toronto, y hace dos semanas regresamos de British Columbia.

Tras tanto ajetreo, dos cosas me quedan muy claras:

1. Ya no me imagino viajando sin mi familia

2. Viajar con niños no es para los débiles

Permítanme extenderme en lo segundo. Usualmente la gente ve con cierto hartazgo a los papás que viajan con niños  (sobre todo los jóvenes y solteros), pero creo que no se detienen a pensar por un segundo el trabajal que implica viajar con ellos. Claro, es muy fácil oirlos llorar, enojarse y pensar "ash ¿por qué no se quedan en su casa?" sin recordar que los papás además de papás son personas completas en sí mismas, tienen trabajo, otros familiares, amigos, responsabilidades, necesidades y compromisos que los obligan y/o les permiten viajar ¿o qué, ya por tener hijos no tienen derecho a irse de vacaciones o a visitar a su familia o a salir de su casa?

No, los papás a veces deben y quieren viajar, y en efecto les da mucha pena cuando sus niños berrean todo el vuelo, perdón por la molestia, pero, verán, cuando se bajan del avión el asunto se acabó para ustedes, mientras que para los papás sigue y sigue y sigue, así que un poco de tolerancia no les viene mal.

Espero que la Frijolita se acostumbre al trajín de nuestras vidas y sea una buena viajera. Hasta ahora no ha dado (casi) ninguna lata y sin embargo, cada vez es un poco más complicado viajar con ella.

Toda la dinámica de nuestros viajes ha cambiado. Atrás quedaron aquellos días en que el 80% de la maleta estaba llena de ropa, zapatos, bolsas y accesorios míos (en el otro 20% el pobre esposo metía a la fuerza sus cosas); ahora el 70% de la maleta es de ella entre pañales, latas de fórmula, toallitas, cremitas, medicinas (por si las dudas), comida, ropita, ropita y más ropita (aaaaaaah, cómo usan ropa los bebés, jamás en mi vida había lavado tanto y tan seguido). Además, tenemos que ir armados de una pañalera muy bien equipada, una carreola y un buen canguro. ¿Mis bolsas preciosas? En el clóset, gracias, porque ahora nuestros pasaportes, teléfonos, llaves, carteras, libros y iPods conviven apretujados en algún bolsillo desocupado de la pañalera.

Pasar seguridad en los aeropuertos es toda una odisea, imagínense quitarse los zapatos y la chamarra, desarmar la carreola y poner la pañalera en la banda a la vez que cargan un bodoquito de nueve kilos (y contando), se dejan manosear por el personal, luego esperan pacientemente a que hagan mil y un pruebas en los biberones y otros artículos potencialmente peligrosos de la bebé y luego tratan de poner orden en todo otra vez mientras ven con angustia el reloj esperando que el avión no los deje. Afortunadamente en muchos aeropuertos le dan prioridad a las familias con niños pequeños ¿les molesta? No hay problema, cárguenme a la chamaca con todos sus triques hasta la sala de abordaje y ahí luego me cuentan.

Si creen que los asientos de los aviones son incómodos, esperen a viajar cuatro o cinco horas con un bebé, que no se deja de mover, en el regazo. Los bebés son chiquitos, pero ¡ah cómo pesan y cómo se mueven! Comer algo es difícil y beber, casi imposible y hasta peligroso si se trata de líquidos calientes como el café, que irónicamente es lo que más se necesita en momentos así. Uno termina llegando a su destino con la espalda hecha pedazos, hambriento, sediento, cansado y un poco avergonzado si el bebé lloró desesperadamente/decidió hacer la popó más desastrosa de la historia/vomitó encima del pasajero de al lado/todas las anteriores.

Viajar por coche puede ser un poco menos complicado porque uno hace lo que quiere en su coche y si el bebé llora desesperadamente/decide hacer la popó más desastrosa de la historia/vomita/todas las anteriores  uno lidia con ello sin la presión del público, lo cual en general facilita las cosas. Aunque claro... si planeaban llegar en seis horas a su destino, buena suerte, porque inevitablemente habrá que pararse a darle de comer o a cambiarlo o a entretenerlo.

Usualmente todo mejora cuando se llega al destino anhelado, aunque claro, los cuartos de hotel rápidamente se transforman en territorio del bebé con sus cosas regadas por todos lados. El desorden parece perseguir sin tregua a los bebés (para desgracia de esta obsesiva- compulsiva del orden) y resulta prácticamente imposible dormir bien con un bebé que patea, manotea y se mueve sin cesar toda la noche en medio de la cama. Yo no dejo de preguntarme cómo una cosita que mide menos de un metro es capaz de ocupar toda una cama king size dejando a sus papás acurrucados en las orillitas y a medio dormir (¡no vaya a ser que la aplastemos!).

Sobra decir que las noches de cenas y tragos se acabaron (a menos que se lleven a alguien que les cuide al bebé... como una abuelita o algo así), no se puede salir a bailar y hay lugares a los que no se puede entrar o porque no se admiten niños o porque no cabe la carreola o porque pierden el chiste si llevas a un bebé. Toda la dinámica de los viajes cambia.

No, no es para débiles viajar con niños, se necesita paciencia, más dinero y hasta brazos fuertes para cargar con todo. No es fácil y podría pensarse que es hasta un tanto inútil porque la Frijolita no se va a acordar de la primavera cuando fuimos a Chicago, del viaje a Niágara, de cuando visitamos British Columbia o del día que nos subimos a la CN Tower en Toronto con sus bisabuelitos, pero nosotros viajamos porque es lo que más nos gusta, porque no nos sabemos estar quietos y porque, el día que supe que iba a ser mamá, le hablé a ese frijolito que tenía en la panza y le dije que el mundo al que lo iba a traer sería un lugar que disfrutaría mucho y que se lo mostraría todo. En eso estoy, y lo estoy disfrutando al máximo.

2 comments:

  1. Ay Galleta! yo te super entiendo! Mi primer viaje laaaargo con bb fue de la provincia de Alberta a Toronto en plena madrugada (q son como 4 o 5 horas), luego 1 hora de "relax" y nuevamente al avion, de Toronto al DF, con un bb de 6 meses ahhhhhh tremendo viajecito, aunq debo admitir q el bb se porto como "rey" (en lo q cabe), lloro en buena pte de Toronto a Mexico, y como bien lo dices, muchos pasajeros echandote la mirada de "ashhhhhhh q calle al escuincle mocoso chillon, griton, moleston" como si el bb llorara por molestar a los demas GRR!!! Y asi tuvimos otros desde aqui, al DF, el ultimo viaje q pudimos hacer fue vuelo directo de Edmonton al DF (5 horas y cachito) con un nino de casi 2 anos, y una bb de 8 meses!!! Ahhhh q duro, en la plena edad en la q justo acaban de descubrir q el movimiento es la onda, ya sea gateando o en sus pininos de correr :S Pero al final, concuerdo totalmente contigo, no importa lo pesado q pueda ser, las miles de maletas con las q se tenga q cargar, y los inconvenientes q se tengan q enfrentar como lloriqueos, o las miradas q matan de los demas pasajeros... no hay nada como viajar con la familia, en especial, con ellos, con los q lo complcian todo, pero q al final le ponen el sabor no solo a los viajes, sino a la vida! :D

    Abrazotes Galleta,

    Sara

    ReplyDelete
  2. Sara,

    Me encantó tu frase final, es verdad, lo complican todo, pero le ponen sabor a la vida :)

    ReplyDelete

Mi niña interior y yo amamos la atención ¡nos gustan los comentarios! Díganos que opinan del blog y de nuestras aventuras.

Lo que no nos gusta, son los blogs con nuestros nombres reales. Porfa siempre usen nuestros nicknames al comentar :)