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Wednesday, November 24, 2010

Expectativas y realidades

Una de las cosas que más me gustan de este blog es que a través de él he conocido a otras mamás y otros papás que me dan sus puntos de vista y me dejan saber que no estoy sola...  ni loca.

Recibí comentarios y mensajitos privados por este medio, por Twitter y por correo con respecto a mi eterno tema sobre el sueño y me doy cuenta de que no estamos solos y que no estamos haciendo nada mal.

A veces me da la impresión de que en culturas como esta, en la que vivo y a la que pertenece el esposo, se espera que los niños se comporten de una manera independiente y madura desde una edad muy, muy, temprana. No sólo deben dormir de corrido desde los tres o seis meses sino que deben de dormir solos, en su propia recámara, dándole espacio a los papás. Además, se espera que no lloren casi nunca o que se les deje en paz si lloran para que "se aburran solos", que no se "embracilen" y que se "comporten" en todo momento.

En pocas palabras, a veces me da la impresión de que esperamos parir pequeños adultitos que razonen que sus papás necesitan tiempo a solas, que entiendan que deben de dormir para que sus papás no se cansen y se levanten relajados y descansados al día siguiente, que no fastidien con que los carguen, que no sean llorones y que se porten siempre bien. Por eso, se critica a los papás que se deciden por el colecho, a los que cargan "demasiado" a sus hijos, a los que responden a sus necesidades "demasiado rápido", a los que se deciden por una crianza con apego.

Parece que se nos olvida que los bebés actúan de acuerdo a sus instintos y no de acuerdo a la forma en la que se supone deben comportarse.
Una prima me contó hace poco que una tía nuestra la regañó fuertemente cuando la escuchó hablarle a su hijito de dos años con voz juguetona, "ash, no le hables así, le hablas como niño chiquito" a lo que ella contestó confundida "es un niño, tía" (y nomás para el chisme y la anécdota, les cuento que mi tía crió a su propia hija con esa mentalidad de no chiquearla y lalalá, y ahora es una mujer de 40 que se comporta como muchachita de 20, que siempre ha tenido la vida hecha un relajo y que NO se lleva NADA bien con ella... ahí se los dejo). ¿Por qué pareciera que a muchos les molesta que los niños se comporten como niños?
En el asunto del sueño, me da la impresión de que hemos llegado al punto en que medimos nuestro éxito como padres y el desempeño de nuestros hijos de acuerdo a las horas que duermen de corrido.

La mamá tuitera  me comenta que hay estudios que manifiestan que el 70% de los niños menores de dos años NO duerme de corrido y que ha llegado a la conclusión de que entonces un enorme porcentaje de papás que jura que sus niños duermen toda la noche miente... o tuvo suerte unas semanas o un par de meses.

Hace poco, una de mis amigas que había publicado hace tiempo en Facebook que su bebé de un mes ya dormía de corrido me contó que eso duró muy poco y que ahora la bebé, que tiene seis meses, se sigue despertando en la noche, a veces más, a veces menos. Otra amiga me contó que ella durante el primer año y medio no tuvo problemas con que su hijo durmiera en su propia cuna en su propia recámara porque fue muy estricta con la forma en que tenía que dormir y que pasados los dos años tuvo una época en la que diario se pasaba a su cama por las noches, época que terminó meses después así como si nada. Si a eso le sumo los mensajitos que recibí de otras mamás que me comentaron que sus bebés tampoco duermen toda la noche de corrido, creo entonces que no somos la excepción y me parece bastante plausible que muchos padres mientan sobre cómo duermen sus hijos.

¿Pero por qué mentimos? Vuelvo a lo mismo, porque al parecer pensamos que un niño que duerme de corrido es la prueba irrefutable de que somos excelentes padres y que tenemos un hijo perfecto. 

Quizá el problema es que nuestro concepto de perfección está basado en una serie de expectativas que nos llegan de todos lados. No dejo de sorprenderme cada que leo sobre papás que esperan con ansia que su hij@ pueda caminar para meterlos a hacer deporte, o los que quieren enseñarle a leer a los dos años, o los que quieren que sean políglotas antes de entrar a la primaria, o los que esperan que sea un genio musical y los meten a clases de piano a los tres; y claro, estan ... estamos, todos los papás que apenas nace el bebé esperamos que duerma de corrido lo más pronto posible. Es absolutamente normal que deseemos lo mejor para nuestros hijos y que esperemos mucho de ellos, pero llegar al punto de exigir de ellos más de lo que pueden, o deben, hacer, me parece ingenuo, por decir lo menos.

El esposo y yo seguiremos intentando que la Frijolita duerma mejor, pero estamos entendiendo que la regulación de su sueño no es algo que podamos arreglar mágicamente, sino que es un proceso propio de ella que con el tiempo se estabilizará y  algún día todos podremos descansar mejor.

Lo que sí puedo decir con total certeza es que en definitiva somos partidarios del colecho, fue, si no la solución mágica que esperábamos, una gran ayuda para que descansáramos un poquito más. Cada vez nos convencemos más de que no queremos dejarla llorar. No confundamos el no dejarla llorar con volverla una niña berrinchuda, quizá la línea que los divide sea muy finita, pero no es lo mismo. Ya desde ahora distinguimos sus llantos falsos o innecesarios -cuando le quitamos un objeto que puede hacerle daño, por ejemplo, o cuando se molesta porque no dejamos que tire su comida al suelo para compartirla con nuestra perrita- y le explicamos el por qué no puede hacer lo que quiere en ese momento y la distraemos con algo más; pero nos rehusámos a meterla en su cuna, apagar la luz y salirnos, aunque sea por tres minutos y oirla berrear desesperadamente con el pretexto de que "debe entender" que debe de dormir sola y de corrido.

Ayer le comentaba a una muy querida amiga que no me trago el argumento de que los niños "se aburren" de llorar y se quedan dormidos. No, los niños no se aburren de llorar y se quedan dormidos, se quedan dormidos porque están exhaustos, igual que nos quedamos dormidos los adultos cuando algo sumamente triste o traumático nos pasa y lloramos en nuestra cama por muchas horas hasta que el agotamiento termina por hacernos dormir. ¿Ese es el tipo de sueño que deseamos para nuestra hija? Definitivamente NO.

Creo que los métodos donde se deja llorar a los bebés pueden funcionarle a algunas familias, sobre todo los menos agresivos (he oido comentarios muy positivos sobre el método ilustado en el libro "Duérmete niño" por parte de varias amigas, y ayer Salvajemente también me lo recomendó) pero creo que NINGÚN método es el ideal para todas las familias y nosotros ya comprobamos que dejar llorar no es para nosotros. Afortunadamente tanto el esposo como yo estamos en la misma página, así que ya que decidimos que estamos comprometidos con el colecho, lo llevaremos a cabo de la mejor manera posible (Salvajemente también mencionó algo que me pareció muy cierto, hay que estar muy convencidos y seguros de la técnica a aplicar, porque otra cosa que los bebés necesitan es constancia).

Y por cierto, creo que esto alegra mucho a mi mamá porque cuando le dije que estábamos intentando el método Ferber me dijo que no se lo iba a mencionar a mi papá porque el asunto iba a molestarlo muchísimo, y cuando lo abandonamos me dijo "qué bueno, porque nosotros NUNCA los dejamos llorar y no estaba muy de acuerdo con la idea". Así es, mis papás no me dejaban llorar y mírenme, ni apego enfermo, ni desequilibrios psiquiátricos ni nada, al contrario, llevo una relación sumamente cercana con mis papás, respetuosa y muy amorosa. Creo que mis papás, sin leer al respecto, se fueron por la crianza con apego y por el no llorar. Se guiaron por sus instintos e hicieron lo que les dictó el corazón.

A lo mejor eso es lo que nos hace falta, seguir más nuestro instinto y leer menos a los expertos y doctores.

Tuesday, November 23, 2010

¿Lo estamos haciendo todo mal?

Yo no sé si todos los papás tengan días así, pero para mí, hoy es uno de esos días en los que me pregunto si absolutamente todo lo que estamos haciendo está mal. Como siempre, nuestro gran problema con la Frijolita es su forma de dormir.

Las cosas han mejorado muchísimo desde que decidimos, hace como tres meses, que durmiera con nosotros, el colecho o co-sleeping fue una decisión que tomamos en un momento en el que yo, que soy la que se encarga de manera exclusiva de la bebé durante las noches, no podía más. Por algunos lados, especialmente por parte de la familia del Maple Pie, he recibido muchas críticas, que si el colecho no nos va a traer más que problemas después, que si estoy fomentando un apego nada sano de la Frijolita hacia nosotros, que si mi vida en pareja se va a ir por el caño... yo nada más quiero decir esto: antes de decidirnos por el colecho, durante OCHO meses seguimos al pie de la letra las "instrucciones" para que la bebé durmiera de corrido toda la noche. Me apegué estrictamente a una rutina nocturna que iba más o menos así y comenzaba a las 7.30 pm: leche- baño- masaje- cuento y canción de cuna en la mecedora- más leche- besito de buenas noches- cuna y todas y cada una de las noches la Frijolita dormía por únicamente dos horas y entonces comenzaba el resto de mi noche que iba así hasta las 7.30 am: escuchar el llanto de la bebé - ir hacia su cuna- sentarme con ella en la mecedora- darle leche- arrullarla- ponerla de nuevo en su cuna- irme a acostar- tratar de conciliar el sueño- quedarme dormida por una o dos horas (máximo)- escuchar el llanto de la bebé. Repitan eso una y otra y otra vez durante ocho meses y el resultado final es una mujer muy cansada, muy frustrada y muy, MUY, iracunda.

Por ahí del séptimo mes nos dimos cuenta de que la situación era insostenible cuando el esposo comenzó a percatarse de que cada vez me levantaba más enojada y de que me estaba empezando a jalar el cabello y a pegarme en la cabeza con la palma de la mano cuando arrullaba a la bebé en la mecedora en mi desesperación porque se durmiera. Una noche escuchó que le levanté la voz a la bebé diciéndole "¿qué quiereeeeeeeees?" y entonces corrió a su cuarto, la tomó de mis brazos y me pidió, muy tranquilamente, que me fuera a acostar con la promesa de que él se encargaría de ella. Yo obedecí pero pasé el resto de la madrugada -que no era mucho porque eran como las 4 AM- llorando no sólo porque me sentía culpable de haberle gritado a mi nena sino porque sentía muy muy claro dentro de mí que ya había llegado a mi límite.

Pero lo que hacía más complicados mis días y mis noches era el bombardeo de información por todos lados, en Internet leía una cosa, mi mamá me decía otra, mis amigas otra, mis suegros otra más... era todo muy confuso y muy frustrante. Sobre todo, me frustraba escuchar las historias de otros papás y sus bebés maravillosos que dormían 8, 10, 12, 14 horas seguidas sin moverse siquiera desde los tres meses.

La pregunta que más me hacía era "¿qué estamos haciendo mal?". No entendía lo que pasaba si estaba siguiendo al pie de la letra las instrucciones de los libros y sitios sobre bebés de mejor reputación. Fue justo en uno de esos sitios que me encontré con la explicación sobre el método Ferber o Cry Out y decidimos intentarlo.

Ya he comentado en este post (click, click, click) cómo nos fue con el método Ferber y conté por qué decidimos intentar la estrategia totalmente opuesta este este post , así que en esta ocasión me saltaré hasta el momento en el que decidimos que la única solución era intentar el colecho.

Creo que lo que nos hizo decidirnos a intentar el colecho fueron algunas cosas que leí en The No-Cry Sleep Solution: Gentle Ways to Help Your Baby Sleep Through the Night de Elizabeth Pantley, varias pláticas largas con mi mamá y un par de correos muy útiles y que me salvaron de la locura por parte de mi lectora Sara (¡hola Saraaaaaaaa!). En definitiva  no me arrepiento, aunque dormir con mi bebé era una de esas cosas que yo decía que "nunca" iba a hacer y tuve que tragarme mis palabras; por fin pude dormir un poco mejor y, la mera verdad, no hay nada más lindo que dormir con ese pedacito de cielo cerca de mí.

Además, en Twitter he encontrado a muchas mamás pro- colecho que refuerzan mi convencimiento de que no sólo no se trata de algo "malo" sino que provee muchas ventajas y es una estrategia del método de crianza con apego, del que algún día les platicaré.

Peeeeeeeero (oh sí, hay un pero) la realidad, la tristísima realidad, es que la Frijolita se sigue despertando cada dos horas, o a veces cada hora, TODAS las noches; el único cambio, sustancial y vital creo yo, es que ahora en lugar de pararme de mi cama cinco o más veces para volverla a dormir, sólo me volteo, le doy leche y nos volvemos a dormir. Esa situación está, créanmelo, MUY lejos de ser ideal, porque el sueño de los tres se sigue interrumpiendo y seguimos un tanto frustrados y desesperados.

Antes de que me regañen las mamás prolactivistas, que admiro y aprecio mucho, echándole la culpa al biberón de todos los males que me acechan y diciéndome que la fórmula y el veneno para ratas son la misma cosa, déjenme nada más decirles que no, este post no se trata de lactancia, ya luego nos echamos ese round, por ahora ya no tiene caso volver al punto de si hice mal o no en abandonar la lactancia (pero por cierto, yo creo que en su momento hice lo correcto para NOSOTROS y mis chichis sangrantes y agrietadas). Ya, el hecho es que la Frijolita toma fórmula en biberón y ya ni cómo cambiar esa situación a estas alturas (¿o habrá alguien que me salga con que sí se puede relactar después de ocho meses?).

Lo que en realidad me encantaría saber es qué hacer para que la Frijolita duerma de corrido sin tener que tomar DOCE onzas de leche durante la noche (socorro). Vuelvo a lo mismo ¿qué estamos haciendo mal? Su rutina nocturna es casi la misma con la enorme diferencia de que ahora en lugar de ponerla en su cuna la pongo en nuestra cama, come MUY bien, está sana (el doctor descartó cualquier problema y me dijo el temidísimo "todos los niños son diferentes, algunos regulan su sueño hasta después de los tres años"). ¿Qué está pasando?

¿Será verdad? ¿Será que va a dormir de corrido hasta después de los tres años y entonces me esperan dos años y un mes más de tortura? ¿Me va a pasar como a Sara, que tuvo otro bebé y el bebé empezó a dormir toda la noche antes que su hermano mayor?

¿Habrá esperanza para nosotros? ¿Qué estamos haciendo mal?

Friday, October 29, 2010

Lo que quería y lo que fue

Antes de embarazarme tenía muchas ideas sobre qué tipo de mamá quería ser, cómo quería vivir mi embarazo, qué tipo de parto quería tener y cómo quería criar a mis hijos. Creía poseer la suficiente información para tener una claridad absoluta sobre cómo hacer las cosas y pensaba que estaba preparada para hacer que todo fuera como yo lo había deseado.

Pero si algo nos enseñan los embarazos y los hijos es que puedes tomar tus ideas, deseos y propósitos y tirarlos por la ventana porque muy pronto descubres que la maternidad no es como la imaginabas ni como la planeabas sino es... como es. Aprendes que a veces no hay tiempo ni posibilidades para que todo salga como esperas y aprendes que la personita que traes al mundo tiene una personalidad propia y por tanto necesidades y gustos que pueden diferir de lo que tenías en mente antes de conocerla. Y claro, también aprendes que tu propia voluntad no es tan de acero como pensabas y que tu cuerpo no responde necesariamente de la forma en que quieres que lo haga.

Por pura diversión, aquí les va la primera parte de mi comparativo de lo que yo pensaba que sería contra lo que terminó siendo y lo que aprendí en el proceso:

Advertencia: Como siempre, mis posts son ante todo descriptivos de mi loca vida. No soy experta en NADA -vamos, ni en ser yo- pero así me tocó vivir y algo he de haber aprendido en el camino. Espero que se rían y hasta que me compadezcan, pero no tomen a mal mis vivencias o mi forma de pensar.

Del peso

Lo que pensaba: Me voy a cuidar muchísimo, no voy a subir de peso más que lo  necesario, haré yoga y ejercicio todo el tiempo y recuperaré mi figura de inmediato.

Lo que fue: ¡JA JA JA y más JA! ¿Por dónde empezar? Pasé los primeros tres meses vomitando todo lo que comía, quedándome dormida en TODOS lados y sintiéndome lo más cansada que me he sentido en toda la vida, así que para el cuarto mes me dije "merezco un descanso, he pasado todos mis veinte haciendo ejercicio y cuidando absolutamente todo lo que como, así que me daré todos los gustos que me he negado estos años durante unas cuantas semanas"... que se volvieron siete meses. Creo que me desquité de todas las dietas y horas en el gimnasio a las que tuve sometido a mi pobre cuerpo y me fui al otro extremo del espectro. Oh sí, me quité mis pantalones talla 2 (ok, 4, ash), mis tacones altísimos, me puse un batolongo y unas chanclas y me puse a tragar Cheetos y pizza enfrente de la tele (eso sí, nada de Coca jaja). Corte a: "oooops Galle, subiste 35 kilos" Sí ¡TREINTA Y CINCO! Oink.

Lo que aprendí: No tengo pretexto, me tiré vilmente a la gula a sabiendas de que no era lo mejor ni para mí ni para mi bebé. No puedo decir que "no sabía" porque había leído mucho de nutrición, pero simple y sencillamente tomé el camino más fácil porque tenía hambre y sueño y no quería hacer nada. La enseñanza más grande que me quedó de esta experiencia es que es facilísimo subir 35 kilos, pero no es NADA fácil bajarlos, me ha tomado casi un año bajar 28 de los 35 kilos que subí y no he recuperado ni en un 40% la condición física que tenía. Si bien agradezco que al esposo no le importe cómo me vea, la realidad es que a mí sí me importa  y tengo que cuidarme más para que YO esté más contenta conmigo misma. "Para la próxima" definitivamente no me tiraré al carbohidrato y la manteca, me cuidaré muchísimo más y trataré de mantenerme activa.

De mi apariencia

Lo que pensaba: Si me embarro todas las cremas "carísimas de París" que me pueda encontrar, no me saldrá ni una estría. Me arreglaré todos los días para verme bonita y me tomaré un estudio fotográfico súper artístico por ahí del octavo mes.

Lo que fue: No ahondaré en el tema de las estrías, sólo les diré que sería varios cientos de dólares menos pobre y me vería igual si le hubiera hecho caso al cínico, pero sincero, médico que me atendía en Tomatito, las estrías son parte del embarazo y dependen mucho de la carga genética de cada mujer. Por lo demás, arreglarse diario para verse como princesa resulta complicado, que no imposible, si lo único que quieres hacer es dormir,vomitar o ir al baño, pero ¿fotos con 35 kilos de más, ojerosa y con la cara hinchadísima? AJA.

Lo que aprendí: Sobre las estrías, sólo tengo tres palabras: genética mata cremita. Si no se han embarazado les garantizo que les dirán de todo, que se compren la crema que cuesta 200 dólares por 10 ml, que se compren el aceite de almendras que cuesta 5 dólares por 10 litros, que coman mucho salmón, que se atasquen de linaza, que le recen a San Chuchito de las Cicatrices etc., etc., etc.; pero yo sólo les recomendaré que vayan a ver a su mamá,  le levanten la blusa (con su permiso, claro) y le vean la panza... ¿no se ha hecho abdominoplastía y su pancita está lisa y perfecta? FELICIDADES, se sacaron la lotería genética (y las envidio). ¿No se ha hecho abdominiplastía y su pancita parece mapa de la hidrografía de México? Abran una cuenta de banco para ir ahorrando para su cirugía o acepten felizmente la piel que su mamita les heredó.  El embarazo no es necesariamente la etapa ideal, maravillosa y de ensueño que muchas veces pensamos, es un proceso difícil para el cuerpo que está ni más ni menos que ¡creando vida! Algunas mujeres son afortunadas, además de que seguramente no se dedican a comer pizza frente a la tele, y logran verse preciosas durante todo el embarazo. Yo definitivamente no fui una de ellas y aunque sí me tomé fotos de perfil cada semana para ir viendo el crecimiento de mi panza, no pude tomarme el estudio que siempre quise porque lo que menos necesito es una foto tamaño poster en mi sala que me recuerde más al hipopótamo de Fantasía que a mí misma.


Del parto

Lo que pensaba: Parto natural, absoluta y completamente NA-TU-RAL. No sólo no quiero epidural, no quiero NADA, pura respiración y concentración, puros masajitos y aromaterapia. De ser posible, quiero un parto acuático en la comodidad de mi hogar.

Lo que fue: Apenas terminé de decir "parto acuático" el esposo dijo "¿qué, somos hippies? ¿acaso estamos en los sesenta? ¿estás loca? ¡sobre mi cadáver!". Ante mi insistencia, dijo "pregúntale a tus papás, que ellos tengan la última palabra"; apenas le terminé de decir a mi papá, alias el Doctor de los Bigotes, "parto acuá..." él dijo "¡¡¡NO!!!" y lo dejé por la paz. Insistí en un parto natural sin nada de medicinas, pero no contaba con la astucia de mi placenta que maduró antes de lo necesario, ni con el líquido amniótico que no era suficiente, y mucho menos con la maldita urticaria que me atacó violentamente. La urticaria del embarazo (Pruritic Urticarial Papules and Plaques of Pregnancy... PUPPP para los cuates) la sufre el 1% de las mujeres embarazadas ¡wiiiiiiii, qué suertuda, soy especiaaaaaaaaal! (inserte sarcasmo) y es lo más molesto y desesperante que me ha pasado; nunca había sentido una comezón tan intensa, las ronchas estaban en todos lados, mis brazos, mis piernas, las palmas de las manos, las plantas de los pies, en la panza ¡adentro del ombligo! Como no me podían dar nada más que cremitas y baños inútiles, me metía a bañar para rascarme a escondidas con un zacate hasta sangrar, lo cual sólo provocaba más comezón. Nomás para que me acompañen en mi dolor les mostraré que me veía más o menos así y además, les mostraré una foto de mi brazo cuando las ronchas APENAS comenzaban:

Desmáyense mil

Mi doctora ya había sugerido una cesárea para finales de diciembre, pero entre placentas maduras, falta de líquido amniótico, ronchas por doquier, náuseas todo el día, una infección urinaria y 35 kilos de más, una semana antes de la fecha programada irrumpí en su consultorio para suplicar piedad "¡sáquenla yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!" y al otro día fue la cesárea.

¿Parto natural en agua? Aja.
Lo que aprendí: Creo que una debe tener el parto que desea, siempre y cuando el papá del bebé, si pinta en el asunto, esté de acuerdo. Si deseamos un papá involucrado hay que dejarlo opinar y participar en las decisiones importantes; sí, el cuerpo embarazado es "de una", pero el cuerpecito adentro es de los dos. El tema de las cesáreas innecesarias es polémico y escabroso, en mi caso, confío plenamente en lo decidido por mi doctora porque además de todo, quien hacía los ultrasonidos que sustentaban su diagnóstico era mi papá, y sé que él apoyaba mi idea de un parto natural y que no dejaría que me sometieran a una cirugía mayor nada más porque sí. Ya tomada la decisión sobre qué parto se desea, hay que informarse y prepararse bien... pero también prepararse mentalmente para la posibilidad de que al final las cosas no salgan como una las desea y no atormentarse demasiado con lo que no fue (algo que, he de confesar, aún a la fecha me cuesta un poco de trabajo). No soy muy fan de la cesárea, no me gustó el proceso en sí, estás medio noqueada, no ves nada, no puedes mover los brazos, y te pierdes de la posibilidad de conocer de inmediato a tu bebé, peeeeeeeero así tuvo que ser, y creo que no hay que perder de vista que es más importante el bienestar del bebé y el tuyo mismo que la realización de cualquier fantasía o deseo. Al final, lo que importa es que el bebé llegue con bien, la maternidad es para siempre, y vendrán muchos momentos hermosos y atesorables.



De la leche (uuuuuuuh, tema escabroso)

Lo que pensaba: Mis bebés serán amamantados EXCLUSIVAMENTE, nada de biberones, nada de fórmula.

Lo que fue: Sí claro, mis amigas me habían dicho que dolía mucho y que podía ser muy difícil, pero yo pensaba "bah, me hará los mandados", claro, hasta que la Frijolita trató de prenderse por primera vez y no nos acomodamos, hasta que descubrí que esa boquita tan chiquita tenía una fuerza increíble, hasta que comenzaron las grietas, la sangre, el dolor, la frustración, las prolactivistas extremas, hasta que se acabó la licencia de maternidad y el tiraleche me lastimó aún más... hasta que terminé por abandonar la lactancia a los TRES meses".

Lo que aprendí: La lactancia es lo mejor para el bebé y su mamá, y es la manera natural de alimentarlo, pero no le "sale" por instinto ni a uno ni al otro, hay que aprender a amamantar y hay que tener paciencia y bastante tolerancia al dolor, por lo menos al principio. No me arrepiento de haber abandonado la lactancia porque sé que en su momento era lo mejor para la Frijolita y para mí (comenzaba a sentir mucho resentimiento cada vez que ella quería comer) y sé que, aunque las extremistas digan lo contrario, no estoy envenenando a mi hija con la fórmula. Le daré una segunda oportunidad a la lactancia, y esta vez espero contar con mucho más apoyo virtual y en vivo para lograr mi objetivo. El tema en definitiva da para uno, dos, diez, cien posts y tengo mis muy personales puntos de vista acerca de la lactancia, las prolactivistas y los fabricantes de fórmula, pero este no es el momento para escribir de ello. Baste decir que algo que pensé que sería muy sencillo terminó por convertirse en el reto más grande que he vivido no sólo como mamá sino como mujer y que aunque con la Frijolita las cosas no salieron bien y decidimos optar por el biberón y la fórmula, espero que todo sea distinto con otro bebé.



TO BE CONTINUED...


Friday, October 15, 2010

La Frijolita VS El Surround System

Hace como tres meses, el esposo quiso satisfacer uno de sus caprichos y se compró un sistema de sonido surround. A mí esas cosas no podrían importarme menos, pero si tener un montón de bocinas por todos lados lo hace feliz, pues venga.

Él estaba emocionado porque si hay algo que nos gusta, es sentarnos a ver películas juntos, y qué bueno que nos gusta, porque después de nacer la Frijolita fue una de las pocas cosas que podíamos hacer. Cuando ella era una recién nacida, no podíamos salir porque yo estaba recién operada (auch, la cesárea), tenía muchos problemas con la lactancia que no me dejaban moverme bien del dolor y sufría del famoso baby blues que me hacía llorar a la menor provocación. Por si fuera poco, apenas y tenía tiempo de bañarme, así que mucho menos podía pasarme horas maquillándome o peinándome y mejor ni les cuento del drama que se suscitaba cuando trataba de vestirme y confirmaba lo que ya sospechaba: que mi cuerpo era una zona de guerra y parecía más una ballena que una mujer. Así que mejor nos quedábamos a ver películas y series en DVD.

Los recién nacidos son la onda, sí claro, te levantan cada dos horas en la noche para comer, los tienes que cambiar a cada ratito y requieren de mucha atención, pero no por muchas horas porque lo único que hacen (además de comer y hacer pipí y popó) es dormir, además de que como no se mueven mucho, se la pasan quietecitos, como tamalitos en donde los tengas, los brazos, la cunita, tu cama... aaaaaah, tan lindos los recién nacidos.

Además, no se dan cuenta de lo que estás viendo en la tele mientras duermen, así que no creo que la Frijolita recuerde que vimos la saga completa de Saw mientras ella estaba acostadita a nuestro lado ni que fue cuando ella era una bebecita que nos clavamos con The Big Bang Theory.

Nuestra deliciosa rutina de ver películas juntos continuó por muchos meses, y se fue modificando de acuerdo al crecimiento de la Frijolita, que dejó de ser un bodoquito inmóvil para convertirse, primero en un molotito que amenazaba con rodarse del sillón, y después en un torbellino que gatea más rápido de lo que yo pudiera haberme imaginado, que quiere agarrar y jalar todo lo que encuentra a su paso, que le jala la cola a Xuni, que se para y se cae todo el día y que en definitiva no conoce, ni le interesa, el concepto de estarse quieta dos horas seguidas (vaya, ni cinco minutos).

El día que el esposo compró su sistema de sonido fue el día que nos dimos cuenta de que había que dejar las películas para cuando ella estuviera dormida y en su cuna (algo que no pasa muy a menudo por periodos de más de una hora), y digamos que lo aprendimos a la mala.

A él se le ocurrió que no había mejor forma de estrenar su juguetito que con una película de guerra porque obviamente los efectos de sonido se escucharían fabulosamente "¡como si estuviéramos ahí!", dijo él, muy emocionado. Yo accedí aunque ODIO las películas de guerra pero pedí que fuera algo "de guerra, pero no tan de guerra" y nos decidimos por Triage (muy buena en mi opinión, por cierto).

Todo iba muy bien, la Frijolita y yo estábamos sentadas en el sillón jugando, ella sin siquiera voltear a la televisión, cuando de repente... 

 ¡POOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!

El esposo tenía razón, la explosión principal de la película se escuchó casi como si estuviéramos ahí... pero claro, nosotros sabíamos que no estábamos "ahí", pero la Frijolita no y pegó semejante grito de terror mientras levantaba sus manitas... sólo le faltó gritar "¡aaaaaaaaah, nos invadeeeeeeen!".

Yo me salí corriendo de la sala hacia el jardín y comencé a distraerla... ella, sin llorar, pero cautelosa, comenzó a voltear para todos lados como diciendo "yo escuché algo ¡aquí pasó algo!", pero al no ver nada sino mi sonrisa tonta de "jiji, perdón" hizo una cara como de "eeeeeeh, jeje, qué oso ¿eda? Lalala, no pasó nada", y ambas fingimos demencia y volvimos a entrar a la casa.

La verdad es que al esposo y a mí nos dio un poquito de risa (oqueeei, mucha), de esa risa nerviosa y culposa porque a la vez nos sentíamos de la patada de haberle provocado tremendo susto a la Frijolita, pero de alguna manera ese incidente fue un despertar para nosotros. Nuestra bebé ya no es nada más un bodoquito que casi no interactúa con su medio y se dedica a dormir y comer, ahora la Frijolita ya es una niña que comienza a estar mucho más al pendiente de su entorno y a recibir todos sus estímulos al por mayor.

Por supuesto, el incidente de la bomba en surround nos llevó a ser mucho más cuidadosos con qué estamos viendo cuando ella está presente y a tratar de mantener el nivel de ruido lo menos intrusivo posible para que no esté con sus sentidos alterados todo el tiempo.

Yo, la que se preguntaba con cierto hartazgo "ay ¿por qué los papás a fuerza tienen en la tele todo el tiempo cosas para niños? Guácala", ahora soy fan de Handy Manny.

¿Y el surround system? Ahí, sirviendo de reproductor de DVD, esperando a que sea de noche para que veamos películas, sin explosiones, y a volumen medio.

Frijolita 1- Surround System 0.

Friday, October 8, 2010

Veintinueve cosas de mí a los veintinueve años

Desde que comencé a bloggear, he procurado hacer una lista de cosas sobre mí en mi cumpleaños, cuyo número depende de cuántos años cumpla.

Este año, por ser mi primer año como mamá, publicaré la lista en este blog.

1. Por alguna extraña razón, no puedo subir o bajarle el volumen a la tele en números nones, siempre deben ser números pares, así que si se oye muy bajito en el 6, pero muy fuerte en el 8, lo siento, no lo puedo poner en el 7.

2. Antes no entendía del todo eso de que una cambia por completo cuando se convierte en mamá, pero mi cumpleaños fue la prueba contundente de que es verdad. Antes me emocionaba tanto mi cumple que comenzaba a bombardear a todos con recordatorios desde un mes antes y sentía que no había día más importante en el año; ahora, la verdad es que me emociona más pensar en el cumpleaños de la Frijolita... oh sí, ya no soy mi propia prioridad, mi prioridad es ella.

3. Desde que en China me dijeron que es pecado ponerle azúcar al té, jamás he vuelto a probar una taza de ningún tipo de té con azúcar.

4. Después de que nació la Frijolita volví a fumar un par de meses y un día, así nada más, me dio flojera el cigarro y lo dejé. Ahora me da asco, mucho asco.

5. No me gusta el oro amarillo... nada... nadita.

6. Si mi mejor amiga no entra al MSN de lunes a viernes siento que la extraño y que mi día no está completo.

7. La prueba inequívoca de que me estoy volviendo ruca es que antes consideraba la joyería "superficial e inútil" y ahora me encanta que mi marido me regale anillos, dijes y aretes y me encantan los diamantes.

8. Me gusta tanto la Coca (Light o Zero) que la evito lo más posible porque sé que es mala mala mala para la salud y sólo me la permito como máximo una vez por semana.

9. No es que no me gusten, pero la verdad, no confío en los gatos (¡lo siento, Bob!).

10. A veces trato de imaginarme cómo será la Frijolita cuando sea grande y siempre me la imagino con cuerpo de adulta ¡y su cara y pelito de bebé! Jaja.

11. Hice un pacto con mis dos perras : Chin chin la que se muera. Ninguna se puede morir.

12. No me gusta que mi comida se toque entre sí en mi plato, sobre todo si hay algo dulce y algo salado. Un día el esposo me puso en el mismo plato un sándwich y una rebanada de sandía y entré en conflicto. Al final me tuvo que dar otro plato.

13. Me derrito de ternura cuando el esposo trata de hablar español y suena como gringo, no le salen las "r" y por más que le explico, no sabe dónde acomodar los acentos (*suspiro*).

14. Hoy que Vargas Llosa ganó el Nobel de literatura, confieso que JAMÁS lo he leido porque soy fiel admiradora de García Márquez... y como andan peleados... pues no me da la gana leerlo. Además, no puedo separar su labor como escritor de sus convicciones políticas y como no concuerdo con él, pues guácala y no lo leo.

15. Amo el yoga y sufro mucho porque soy la persona más inflexible sobre la tierra :(

16. A la Frijolita le gusta mucho ver Handy Manny, pero la verdad, creo que le gusta porque a mí me gusta tanto que se lo pongo una y otra vez ¡me encanta!

17. Me gustan las arañas, mientras más grandes mejor. Se me hacen animales mágicos (¡tejen telarañas!) y me gustan sus pancitas.

18. Antes las abejas no me daban miedo, pero el año pasado me picó una por primera vez y ahora les tengo pavor (¡duele mucho!).

19. Lo más difícil que he hecho en toda mi vida ha sido amamantar (auuuuuuuuch) y el día que dejé de hacerlo sentí una mezcla de alivio y culpa nunca antes experimentada por mí.

20. Es más fácil localizarme por e-mail, Facebook o Twitter que por teléfono... no me gusta hablar por teléfono, mucho menos ser yo la que llame.

21. Puedo gastar 400 dólares en un par de zapatos pero no me pidan que compre algo para mi coche, ni siquiera las gomitas de los limpiaparabrisas, me duele el codo.

22. Me gusta el aliento de lechita de los bebés recién nacidos, yom, yom, así que antes pasaba ratos enteros oliendo el de la Frijolita jiji.

23. Extraño mucho vivir en Asia.

24. Ya hice las paces con China y a veces la extraño tanto que quisiera volver... pero no a vivir, sólo de visita.

25. Me pueden decir todo lo que quieran, pero en mis ojos, mi mamá es IGUALITA a Juliette Binoche.

26. Quisiera tener de esas pecas enormes en la espalda y el pecho, como las de Adela Micha.

27. Extraño las pataditas en la panza que me daba la Frijolita... mucho mucho.

28. No me gusta la crema chantilly (yiaaaak).

29. Le tengo pánico a algún día atropellar a algún animalito con el coche... jamás me lo perdonaría y...

¡Feliz cumpleaños a mí!


Thursday, September 2, 2010

¿Ya les mencioné que no podemos dormir?

¡Mi reino por ocho horas de sueño corrido!

Soy el colmo, me cae. Tanto me quejé de que no hallábamos cómo hacer que la Frijolita durmiera toda la noche que hace dos semanas compré un libro que se llama The No-Cry Sleep Solution: Gentle Ways to Help Your Baby Sleep Through the Night de Elizabeth Pantley. No me pregunten si ya lo terminé, aunque es de menos de 250 páginas no lo logro terminar porque cada vez que consigo que la bebé se duerma en su cuna y me acurruco en mi cama para leer... me quedo dormida, claro, sólo por dos horas hasta que el llanto inconsolable de mi hija me levanta.

Total que ni lo leo, ni la Frijolita duerme mejor ni NADA. Lo único que hemos conseguido es que se duerma más temprano (lo que implica que se levanta una vez más por noche) y que el esposo y yo nos turnemos para atenderla una noche él y una noche yo. Anoche le tocó a él y exhausto a las 5 AM me dijo "esto es ridículo, se despertó cada hora y media, no puede ser"... bienvenido a mi mundo esposito, bienvenido a mi mundo.

Después de una semana de tormento para el esposo, ha decidido que tomemos el plan que plantea el libro muy en serio. Yo a estas alturas, con la Frijolita a punto de cumplir nueve meses, soy capaz hasta de bailar desnuda en el bosque en medio de una tormenta de nieve si alguien me jurara que así lograría hacer que mi hija durmiera, ya no diez u ocho horas seguidas... seis, cuatro... tres vamos, así que seguir el plan de un libro que no incluye la horrible técnica de dejarla llorar, me parece un buen trato... claro... si logro terminar de leerlo.

Deséenme suerte.

Friday, August 20, 2010

Sobre los hijos, Kahlil Gibran

Y una mujer que llevaba un niño contra su pecho le preguntó a un maestro: Háblanos de los hijos. Y él respondió:

Vuestros hijos no son vuestros hijos.

Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de si misma.

Vienen por medio de vosotros, pero no de vosotros y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, mas no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.

Podéis albergar sus cuerpos mas no sus almas, Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar.

Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis hacerlos como vosotros.

Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer.

Vosotros sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados como flechas vivas.

El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito, y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.

Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, por que así como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firma; por eso vosotros tuvisteis la oportunidad de vivir vuestra vida y la libertad de amar y hacer tu vida.

Deja que tus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no los reclames para que vuelvan, ellos te querrán por siempre y tendrán también su nido del cual algún día ellos solos quedaran, pero fue su nido y su vida, déjalos libres, ámalos con libertad, no apagues su fuego de su hogar vive y deja vivir y ellos siempre te querrán.


de Kahlil Gibran, "El Profeta"

Monday, August 16, 2010

Lejos, muy lejos de los brazos de Morfeo

Cuando estaba embarazada, uno de los primeros consejos que me dieron otros papás jóvenes fue: "trata de dormir lo más que puedas porque después ya no vas a poder". "Pamplinas", pensaba, "eso de que no se puede dormir nunca igual después de tener un hijo es uno de esos mitos que usan los papás para asustar a los demás o para buscar un poco de simpatía y compasión". Ahora todos los días me doy diez latigazos en la mañana por haber pensado tal tontería.

Todos, TODOS, tenían razón. Mi hija es una maravilla, se porta bien, todo el tiempo está sonriendo, es la mejor bebé durante todo el día, pero pareciera que en las noches se transforma en un bebé totalmente diferente, algo que el esposo y yo hemos llamado el "Fenómeno del Baby Jekyll y Baby Hyde", y por tanto, las noches han sido muy complicadas desde que nació.

Si bien me chocan las mamás que lo único que hacen es quejarse de sus hijos como si fuera deporte olímpico y ellos fueran un castigo del Señor (cuando obviamente los adoran), y no pretendo tirarme al drama ni mucho menos, creo que merezco un poquito de desahogo, sobre todo si toman en cuenta que tras un embarazo nada fácil y ocho meses de nacida la Frijolita llevo la fabulosa cantidad de quince meses sin dormir bien o casi nada.

La verdad sea dicha, yo tenía expectativas muy altas sobre la forma en la que la bebé iba a dormir. Mi mamá siempre presume el hecho de que tanto mi hermano como yo comenzamos a dormir toda la noche (bueno, de 12 AM a 6 AM) desde que teníamos UN mes de edad, así que las primeras semanas que pasé como mamá, totalmente desvelada y adolorida, tratando de amamantar, cambiar pañales y arrullar a mi bebé,  las pasé diciéndome "pronto pasará, cuando cumpla un mes todos volveremos a dormir". Cuando la Frijolita cumplió un mes y se siguió despertando tres veces cada noche busqué consuelo en alguien más y encontré a un amigo que me dijo que todo se volvía más fácil pasando los primeros noventa días. Cuando cumplió los tres meses y siguió despertándose tres veces busqué consuelo en las experiencias de otros padres. Ahora que ya cumplió ocho me he convertido en la referencia y consuelo de otros ("uy ni te quejes, la bebé de la Galle y el Maple Pie ya tiene ocho meses y todavía no duerme toda la noche").

He buscado la explicación para el hecho de que a mi hija no le de la gana dormir más de tres horas de corrido en todos lados, hasta en la "suerte"; con total convicción he llegado a pensar que es mi culpa que esto pase porque las primeras tres noches (por separado) que la nena durmió la noche completa tuve la fabulosa idea de anunciarlo por Facebook. He llegado a pensar que sin duda lo que sucede es que me estoy echando la sal solita, así que la última vez que durmió de 9 PM a 7 AM ni de broma se lo comenté a nadie (aunque celebré con el esposo dando de saltos en los sillones).

Mi teoría se fue al traste cuando a mi nena se le ocurrió despertarse dos veces la noche siguiente. La frustración y el cansancio no se hicieron esperar, y desde entonces no me he dejado de hacer la misma pregunta:

¿Por queeeeeee a miiiiiiiiiiiiiii?


¿Por qué si sigo los consejos de los libros y los sitios sobre bebés? ¿Por qué si tengo una rutina nocturna perfecta (cena, baño, masaje, lectura, canción de cuna, habitación a temperatura ideal y oscura)? ¿Por qué si he seguido al pie de la letra el método Ferber? ¿Por qué si cuando voy a verla cuando se despierta no tiene hambre, ni frío, ni calor, ni está mojada? ¿Por qué si no le gusta dormir en nuestra cama? ¿Por qué, amada hija mía, me despiertas dos o tres veces cada noche, todas las noches, y aún así te despiertas a las 5.30 AM, aunque sea sábado o domingo? ¡¡¡¿¿¿POR QUÉ SI SOY TAN BUENA, POR QUEEEEEEEE???!!!
La respuesta no la tengo, y francamente, no creo que tenerla sea tan importante como saber cómo hacer para que ya no suceda. El esposo y yo repasamos con cuidado los acontecimientos de los días anteriores a las noches en las que ha dormido por ocho o hasta diez horas seguidas en busca de pistas que nos permitan saber cuál es la fórmula para que todos podamos descansar mejor. Hasta ahora no hemos encontrado ninguna.

Todo parece indicar, según lo que hemos leído, que lo que sucede es que, simple y llanamente, cada bebé es diferente, y que si bien podemos aplicar todas las técnicas habidas y por haber, su propio crecimiento puede afectar los patrones de sueño de formas que a veces los papás no entendemos. Por ejemplo, hemos leído que hay bebés que duermen bien hasta que empiezan a pararse o a caminar porque el descubrimiento de su movilidad los saca de onda y hace que "nomás porque pueden" se sienten o se paren en la noche (¿quién quiere estar acostado y dormido cuándo es posible caminar? ¡wiiiiiii!).

Racionalizar estas cuestiones es más simple cuando NO son las 3 de la mañana y lo único que quieres escuchar es... nada sino silencio; en cambio, cuando son las 3 de la mañana y estás de lo más irascible, cualquier intento por razonar con uno mismo o con el otro puede resultar en un intercambio de vituperios contra todos los teóricos del sueño infantil.

Nosotros, en aras de la salud mental, hemos decidido dejar atrás el método Ferber (aquél donde dejas que el niño llore por periodos cortos hasta que aprenda a calmarse solo y dormir la noche completa) porque no nos está funcionando muy bien y ha hecho que nos sintamos como los peores monstruos del universo, sobre todo a partir de que hace dos noches lloró tanto que vomitó. Si bien es un método que puede funcionarle muy bien a algunas familias, a nosotros nada más nos está torturando. En su lugar, intentaremos el método de Elizabeth Pantley... y a ver cómo nos va porque aunque entendamos que cada bebé es diferente, no podemos quedarnos sin hacer nada viéndonos las caras los tres a mitad de la noche.

Por todo esto, últimamente no hay nada que desee más que volver a dormir como antes, a pierna suelta y sin interrupciones. En eso estaba pensando, y preguntándome cuándo volvería a dormir así de rico cuando recibí una llamada de mi mamá temprano en la mañana.

"¿Tú me llamaste anoche como a la 1 AM mías?", preguntó un poco preocupada, "no ma, para nada, no fui yo", contesté, "¿pero estás bien?", "sí claro, todo bien", "ah, es que alguien marcó a esa hora y no alcancé a contestar y pensé que eras tú y te marqué al celular pero no entró y luego a tu casa y tampoco entró y entonces esperé que volvieras a marcar y como ya no marcó nadie y yo pensé que eras tú y necesitabas algo, pues... ya no dormí bien toda la noche".

Gracias mami, sin querer, contestaste mi pregunta. La respuesta es: NUNCA.

Friday, August 6, 2010

Viajar con niños no es para los débiles

El que me conozca sabe que una de las cosas que más disfruto en la vida es viajar. Ahora que soy mamá, he llegado a pensar que mi gusto se debe en parte a que viajar te permite volver a experimentar algo que perdemos cuando dejamos de ser niños: vivir en un estado permanente de descubrimiento y novedad. Cuando eres niño todo es nuevo, pero después te conviertes en adulto y el mundo que alguna vez te pareció tan sorpresivo termina por convertirse en cotidiano y "normal". Viajar te permite despertar la capacidad de asombro, te deja volver a sentir lo que es que un lugar sea completamente nuevo para ti, listo para descubrirse y explorarse.

Hace varios años me plantée la ambiciosa meta de conocer por lo menos un nuevo país o ciudad cada año y así lo he venido haciendo desde entonces. En 2009 no paré, y aunque ya estaba embarazada, volví a Europa con mi mamá y mis primitas Chilindrinas y conocí España, que me había saltado en otros viajes. Cuando nació la Frijolita pensé que tal vez tendría que romper mi promesa durante el 2010, su primer año de vida, pero afortunadamente el esposo es igual de pata de perro que yo, así que en estos casi ocho meses desde que nació no hemos parado de viajar.


Primero viajamos embarazados hasta México (diría la prima Mack que cual mariposas monarcas, para huir del frío y tener hijitos) y tras nacer la Frijolita hicimos un pequeño viaje a Querétaro, poco después nos tocó regresar al Tomatito (por cierto, esa vez hasta traíamos perro) y no pasaron ni dos meses cuando decidimos irnos cinco días a Chicago, en mayo nos fuimos a Niágara y Toronto, y hace dos semanas regresamos de British Columbia.

Tras tanto ajetreo, dos cosas me quedan muy claras:

1. Ya no me imagino viajando sin mi familia

2. Viajar con niños no es para los débiles

Permítanme extenderme en lo segundo. Usualmente la gente ve con cierto hartazgo a los papás que viajan con niños  (sobre todo los jóvenes y solteros), pero creo que no se detienen a pensar por un segundo el trabajal que implica viajar con ellos. Claro, es muy fácil oirlos llorar, enojarse y pensar "ash ¿por qué no se quedan en su casa?" sin recordar que los papás además de papás son personas completas en sí mismas, tienen trabajo, otros familiares, amigos, responsabilidades, necesidades y compromisos que los obligan y/o les permiten viajar ¿o qué, ya por tener hijos no tienen derecho a irse de vacaciones o a visitar a su familia o a salir de su casa?

No, los papás a veces deben y quieren viajar, y en efecto les da mucha pena cuando sus niños berrean todo el vuelo, perdón por la molestia, pero, verán, cuando se bajan del avión el asunto se acabó para ustedes, mientras que para los papás sigue y sigue y sigue, así que un poco de tolerancia no les viene mal.

Espero que la Frijolita se acostumbre al trajín de nuestras vidas y sea una buena viajera. Hasta ahora no ha dado (casi) ninguna lata y sin embargo, cada vez es un poco más complicado viajar con ella.

Toda la dinámica de nuestros viajes ha cambiado. Atrás quedaron aquellos días en que el 80% de la maleta estaba llena de ropa, zapatos, bolsas y accesorios míos (en el otro 20% el pobre esposo metía a la fuerza sus cosas); ahora el 70% de la maleta es de ella entre pañales, latas de fórmula, toallitas, cremitas, medicinas (por si las dudas), comida, ropita, ropita y más ropita (aaaaaaah, cómo usan ropa los bebés, jamás en mi vida había lavado tanto y tan seguido). Además, tenemos que ir armados de una pañalera muy bien equipada, una carreola y un buen canguro. ¿Mis bolsas preciosas? En el clóset, gracias, porque ahora nuestros pasaportes, teléfonos, llaves, carteras, libros y iPods conviven apretujados en algún bolsillo desocupado de la pañalera.

Pasar seguridad en los aeropuertos es toda una odisea, imagínense quitarse los zapatos y la chamarra, desarmar la carreola y poner la pañalera en la banda a la vez que cargan un bodoquito de nueve kilos (y contando), se dejan manosear por el personal, luego esperan pacientemente a que hagan mil y un pruebas en los biberones y otros artículos potencialmente peligrosos de la bebé y luego tratan de poner orden en todo otra vez mientras ven con angustia el reloj esperando que el avión no los deje. Afortunadamente en muchos aeropuertos le dan prioridad a las familias con niños pequeños ¿les molesta? No hay problema, cárguenme a la chamaca con todos sus triques hasta la sala de abordaje y ahí luego me cuentan.

Si creen que los asientos de los aviones son incómodos, esperen a viajar cuatro o cinco horas con un bebé, que no se deja de mover, en el regazo. Los bebés son chiquitos, pero ¡ah cómo pesan y cómo se mueven! Comer algo es difícil y beber, casi imposible y hasta peligroso si se trata de líquidos calientes como el café, que irónicamente es lo que más se necesita en momentos así. Uno termina llegando a su destino con la espalda hecha pedazos, hambriento, sediento, cansado y un poco avergonzado si el bebé lloró desesperadamente/decidió hacer la popó más desastrosa de la historia/vomitó encima del pasajero de al lado/todas las anteriores.

Viajar por coche puede ser un poco menos complicado porque uno hace lo que quiere en su coche y si el bebé llora desesperadamente/decide hacer la popó más desastrosa de la historia/vomita/todas las anteriores  uno lidia con ello sin la presión del público, lo cual en general facilita las cosas. Aunque claro... si planeaban llegar en seis horas a su destino, buena suerte, porque inevitablemente habrá que pararse a darle de comer o a cambiarlo o a entretenerlo.

Usualmente todo mejora cuando se llega al destino anhelado, aunque claro, los cuartos de hotel rápidamente se transforman en territorio del bebé con sus cosas regadas por todos lados. El desorden parece perseguir sin tregua a los bebés (para desgracia de esta obsesiva- compulsiva del orden) y resulta prácticamente imposible dormir bien con un bebé que patea, manotea y se mueve sin cesar toda la noche en medio de la cama. Yo no dejo de preguntarme cómo una cosita que mide menos de un metro es capaz de ocupar toda una cama king size dejando a sus papás acurrucados en las orillitas y a medio dormir (¡no vaya a ser que la aplastemos!).

Sobra decir que las noches de cenas y tragos se acabaron (a menos que se lleven a alguien que les cuide al bebé... como una abuelita o algo así), no se puede salir a bailar y hay lugares a los que no se puede entrar o porque no se admiten niños o porque no cabe la carreola o porque pierden el chiste si llevas a un bebé. Toda la dinámica de los viajes cambia.

No, no es para débiles viajar con niños, se necesita paciencia, más dinero y hasta brazos fuertes para cargar con todo. No es fácil y podría pensarse que es hasta un tanto inútil porque la Frijolita no se va a acordar de la primavera cuando fuimos a Chicago, del viaje a Niágara, de cuando visitamos British Columbia o del día que nos subimos a la CN Tower en Toronto con sus bisabuelitos, pero nosotros viajamos porque es lo que más nos gusta, porque no nos sabemos estar quietos y porque, el día que supe que iba a ser mamá, le hablé a ese frijolito que tenía en la panza y le dije que el mundo al que lo iba a traer sería un lugar que disfrutaría mucho y que se lo mostraría todo. En eso estoy, y lo estoy disfrutando al máximo.

Thursday, July 29, 2010

La tragedia del diente

Yo andaba presumiendo por todos lados, "soy bien alivianada goeeeei", le decía a todos, "yo no soy la típica mamá que al primer estornudo están llamando al pediatra, no, yo no me obsesiono con el color y consistencia de las popós de mi hija ni me altero al menor llanto, yo tengo los pies bien plantados sobre la tierra y sé cuándo hay que preocuparse y cuándo no".

Ajá

Hace unos cuántos sábados, la Frijolita y yo fuimos al Baby Shower de mi amiga la Tica y estaba duro y dale que quería jugar con la pulsera de otra de mis amigas, así que se la prestamos porque ¿qué podía pasar? Al rato ahí andábamos preocupadas sacándole piedritas de la boca que había logrado quitarle a la pulsera -¿cómo? No lo sé- prueba número 546,826 de que a los bebés no se les puede dejar nada. Yo quedé tranquila después de cerciorarnos de que le habíamos quitado a la nena todas las piedrecitas que andaban sueltas y me olvidé del asunto.

Al otro día, estaba arrullando a la Frijolita y se me ocurrió dejarla que me mordisqueara el dedo, pero tuve que retirarlo rápidamente porque me puso un mordidón de aquellos (auch) ya que le estaban saliendo los dos dientecitos de en medio de abajo -o como dirían elegantemente los dentistas, los incisivos centrales- y estaban de lo más filosos.

Se me ocurrió entonces asomarme a ver cómo iban saliendo los dientecillos ya que en general no nos deja verlos bien, y entonces comenzó la tragedia...

Juro que el dientecito de la derecha (su derecha... de ella, no de ustedes, jojo) era como un triangulito y el de la derecha, como debe ser, un rectangulito. Entré en pánico inmediatamente y como flashback de serie televisiva vino a mi mente el recuerdo de la noche anterior y exclamé "¡pooooooor mi culpa se rompió el dienteeeeeeeeeeeeeeeee!" y ya me veía acudiendo a un dentista especialista en niños solicitando la reconstrucción del arruinado diente de leche mientras aguantaba las miradas de desaprobación de él, de el esposo, de mi familia y de la sociedad entera.

"Güeeeeeeeeero, cooooooooooooooome pleaaaaaaaaaaase!!!!" supliqué y en pocos segundos ahí tenía al esposo enfrente de mí con cara de "¿y ahora qué?". Inicié de inmediato mi retahíla: "se le rompió el dieeeeeeeente, miiiiiiiiiiiiiira cómo estáaaaaaaaaa, está rooooooooto por mi cuuuuuulpa, por la pulsera de ayeeeeeeer, no puedo creer que ya le arruiné el diente y eso que todavía ni le sale bieeeeeeeeen, hay que ir al dentiiiiiiiiiiiista, a lo mejor le pueden poner una prótesis o algo, aaaaaaaaaay su dieeeeeeeeeeente".

El esposo no me creyó, y me dijo que simplemente todavía no le salía bien y por eso yo pensaba que estaba roto "no está roto, está a medio salir" me dijo, y me pidió que me olvidara del asunto.

Sí, cómo no.

A partir de ese día pasé semanas obsesionándome con el diente, tratando de verlo a cada rato para saber de una vez por todas si estaba bien o mal. Quise, por supuesto, ir a ver a un dentista, pero el esposo me dijo que no, que no íbamos a pagar $120 dólares nada más para que nos dijeran lo que ya sabíamos: que todo estaba bien y que yo estoy loca.

Algunos días me convencía de que todo estaba bien, pero otros pensaba que, efectivamente, estaba roto. Sin embargo, al final, me convencí de dejar el asunto un poco por la paz hasta que el diente saliera por completo.

Oh-gran- error

Hace más o menos dos semanas viajamos a Vancouver y vimos a una de mis mejores amigas quien no sabía del asunto y de todos modos dijo al ver que le estaban saliendo los dientes "ay, pero uno está como roto ¿no?". Otra vez regresó el pánico a mí y ahora sí no hubo poder del esposo que me convenciera de que no tenía que llevar a la bebé al dentista... cuando regresáramos al Tomatito... en quince días.

Tristemente, el diente no quiso esperar y todo se complicó justo en el momento en el que ya tenía otras complicaciones con las cuales lidiar. Pasé varios días con el esposo en el hospital en Victoria, British Columbia, y justo en ese momento, al diente se le ocurrió primero cubrirse de encía inflamada y luego ponerse NEGRO (junto con la encía, claro).

Yo quería correr al dentista, pero me encontraba en una isla en la que no conocíamos a nadie, con el esposo en el hospital y varias preocupaciones sobre el regreso a Tomatito (¿volver o no volver? ¿pedir permiso en el trabajo para quedarme con el esposo? ¿gastar una fortuna en hotel, renta del coche y cambios de vuelo o irme con la Frijolita?). Al final no me dio tiempo de ver a un dentista y emprendí el largo y cansado camino a casa.

Afortunadamente, mis amigas de aquí ya me tenían nombres y teléfonos de dentistas, y una de ellas muy amablemente me acompañó con un especialista en niños. Regresamos a Tomatito un jueves muy tarde por la noche y vimos al dentista el lunes... parecen ser pocos días, pero con esos bastó para que el diente se pusiera peor, ya no estaba negro, pero ahora sólo quedaba un pequeño pedacito en pie.

La dentista confirmó lo que yo sospechaba: el diente estaba demasiado dañado, estaba roto hasta el nervio y no había forma de salvarlo, tendría que removerlo. No quise esperar más y decidimos que la extracción se efectuara de inmediato.

Yo ODIO ir al dentista, soy miedosa como la que más, no me gusta el ruido que hace la fresa y me atormenta pensar en el dolor que causan los instrumentos que usan en un consultorio, así que la idea de someter a mi hija a un procedimiento dental no me emocionaba en lo absoluto, pero  no me quedaba de otra.

Mi pobre niña.

Sin saber lo que le esperaba, nos sentamos la dentista y yo frente a frente y la acostamos con su cabeza en las piernas de la doctora y sus piernitas en las mías. Primero le pusieron un gel para adormecerla un poco y creo que desde ahí la Frijolita sospechó que algo raro estaba pasando. Cuando le inyectaron la anestesia comenzó el calvario para las dos, yo nunca había escuchado a mi hija llorar de esa manera, con una combinación de dolor con terror... es horrible, es un llanto que se me quedó en la cabeza y que espero nunca tener que volver a escuchar.

El mentado procedimiento tardó bastante más de lo que la dentista esperaba en un principio así que la bebé y yo sufrimos una tortura prolongada. Yo tenía que sostener sus brazos pero comenzaban a resbalarse de mis manos de tanto que yo estaba sudando, de reojo vi su boca y al verla llena de sangre de repente me invadió una sensación de calor terrible y sentía cómo me latía rápido el corazón. Claro, estaba consciente de que "sólo" se trataba de un diente, de que no le estaban haciendo daño y que todo era por su bien, pero aún así, sus lágrimas, sus gritos, su sangre me tenían mareada, nerviosa y hasta asustada.

Cuando todo terminó la abracé fuerte para consolarla y le pedí perdón mil y un veces. Yo no sé de qué color me puse que hasta un jugo me ofrecieron, pero yo no quise nada, lo único que quería era abrazar a mi bebé y pedirle que me perdonara por la negligencia que ocasionó que terminara adolorida y chimuela.

A la Frijolita se le pasó el susto en cinco minutos y volvió a ser la niña preciosa y sonriente de siempre. A mí... todavía no se me pasa, y ese llanto espantoso me taladra la cabeza de vez en vez. Sobre todo, me ha costado mucho trabajo dejar atrás la culpa tan grande que siento de que la nena haya tenido que pasar por eso y de que no vaya a tener ese dientecito sino hasta que le salga el permanente en unos seis años, a pesar de que la dentista me dijo que estas cosas pasan más de lo que uno se imagina.

"¿Alivianada yo goeeeeeei? ¡PARA NADA!"

Que nadie se le acerque a mi hija, que no se meta absolutamente NADA en la boca, que nadie la mire, que nadie la lastime... ¡que alguien la proteja de la tonta de su madre!

Y de ahora en adelante, no importa lo que diga el esposo, pagaremos cuantas veces sea necesario aunque sea para que me digan que todo está bien y que yo estoy loca.

Friday, June 25, 2010

Toy Story 3



Una de las desventajas de vivir en un pueblito bicicletero canadiense es que para ir a un cine, ya no IMAX de tercera dimensión, sino un cine decente, "como Dios manda", hay que manejar una hora hasta la "gran ciudad", una hora en medio de la nada, en una carretera recta recta y aburrida aburrida que ocho meses al año está pelona o llena de nieve (los otros cuatro meses sí se ve bonita, con los árboles enormes y verdes o dorados, según la estación... peeeero sigue siendo aburrida). Cuando uno tiene un bebé, esos viajes se reservan para cuando hay "muchas cosas qué hacer", como ir de compras, comer en un restaurante más o menos bueno, o para las nunca suficientes "adult nights" pero nunca exclusivamente para ir al cine y mucho menos con una bebé que seguramente estallará en llanto del aburrimiento en media hora, ocasionando la molestia del resto del público y nuestra salida vergonzosa del lugar.

Como no teníamos ningún pendiente importante en la gran ciudad y contratar a una niñera para ir a ver una película para niños en noche de adultos me ganaría los vituperios de mi marido, ya me había hecho a la idea de que no vería en el cine Toy Story 3, lo cual me ocasionaba rabietas internas dignas de la Frijolita con puchero incluido ("¡pero yo la quiero ver, mjjjj, mjjjj!") porque TODO mundo la iba a ver menos yo.

Pero no contaban con mi astucia.

El sábado pasado hicimos una fiesta en la casa con motivo del día del padre, y además, tocó visita de mi hijastro, el Maple Timbit, que la mayor parte de las veces es un dolor de cabeza, pero que últimamente ha mejorado su conducta. En un momento de iluminación me dije "¡este niño ha llegado a mi vida con el propósito de que yo pueda ver Toy Story 3!" (sí, así soy de exagerada) y muy feliz inicié esta conversación (después de haber checado la cartelera del "cine" del pueblo):

G- Gordo, el niño se ve aburrido, y falta mucho para la fiesta, él y yo no estamos haciendo nada ¿qué hacer, qué hacer?... Mmmmmm ¡ya sé! ¿Y si me lo llevo al mini cinito del pueblo? A lo mejor hay alguna película interesante, qué se yo... una caricatura.
MP- Pues, no creo que haya nada en ese "cine", pero si quieres chequemos la cartelera.

Tres segundos después:

G- ¡Ya la chequé!
MP- ¿Tan rápido?
G- Oh, jojo, sí, ay es que se me da esto del Internet, aja, pues tienen Toy Story en dos horas, seguro el Timbit MUERE por verla.
T- Pues no ¿eh? Creo que prefiero quedarme con papi.
G- (en voz baja, pateando ligeramente al Timbit) Cállate niño, y te compro un dulce.
T- ¡SI QUIERO VER TOY STORY 3!

¡Muajajaaaaaaaaaaaaaaaaa!

El plan, debo confesar, incluía dejar a la Frijolita que "para que no se aburriera" aunque obviamente más bien pretendía ahorrarme cualquier escena de llanto o accidente en el pañal que me obligara a perderme un minuto de tal acontecimiento cinematográfico. Pero no pegó, así que me llevé a mis dos chaparrines al cine.

Una de las ventajas de vivir en un pueblo bicicletero canadiense es que el cine es pequeño y chafita, pero cuesta la mitad, así que por 20 dólares entramos al cine el Timbit, la Frijolita y yo y compramos palomitas, refrescos y, claro, el dulce prometido.

Lo único que no contemplé es que el Timbit pensara que la película iba a estar en 3D, así que me sentí un poco mal cuando preguntó cuándo nos daban los lentes, pero pronto se le pasó. La que me preocupaba era la Frijolita, que estaba muy inquieta y lloriqueando un poco, ya veía venir el desastre aunque me tranquilizaba que en la sala, a medio llenar (y eso que son como cincuenta lugares) hubiera varios bebés.

Pero en eso que comienza la película y como por arte de magia la Frijolita se calló. Durante toda la película se portó bien, comió un poco, durmió un rato y el resto la pasó en mi regazo jugando con mi cabello, mirándome y de vez en cuando mirando la pantalla. Eso me dio la oportunidad de disfrutar la película que, ajem, se supone fui a ver para entretener al Timbit, pero que en realidad moría por ver por razones simple y llanamente egoistas (y qué).

El Timbit fue muy feliz y hasta nos tomamos de la mano en la parte más emotiva de la película; no lloramos, pero aaaaaaaah qué conmovedor fue todo. Al final, cuando encendieron las luces, la mamá de adelante, que llevaba dos niños, me dijo "eres muy suertuda, tu bebé no dio nada de lata, estuvo calladita y tranquila, no creas que todos son así ¿eh? Para nada, tu niña es especial".

Ese fue el mejor momento de mi tarde.

Así que me salí con la mía, fui a ver una película que me encantó con mis dos niños, me divertí con ellos, me los chulearon y al final regresamos a casa a ver a papá, a quien festejamos con una deliciosa parrillada en compañía de nuestros amigos más cercanos.

Si aún no han visto Toy Story 3, corran a verla, no importa si no es en 3D, créanme, la van a disfrutar mucho.

Los seis meses

La Frijolita ya cumplió seis meses y estoy adorando esta edad. Ya dejó de ser un bodoquito adorable que se dedica a comer y dormir y se está convirtiendo en una niña pequeñita que cada vez más va mostrando su personalidad.

Es increíble ver cómo esa cosita que casi no se movía ahora no se está quieta y responde a todos los estímulos a su alrededor. A estas alturas ya sé qué canción le gusta más para jugar y cuál para dormir; ahora sé que sus risas no son un reflejo fisiológico sino una respuesta a alguna tontería mía, de su papá o de nuestra perrita Xuni.

No dejo de sorprenderme al ver cómo va conociendo el mundo, cómo el sonido que hace un ave le parece tan extraordinario, cómo el sabor del puré de pera es un descubrimiento enorme para ella y cómo cualquier paisaje, por sencillo que sea, le resulta sorprendente.

Qué rico debe ser que el mundo sea todo nuevo para uno, tomamos tantas cosas por hechas que ya no nos detenemos a observar todas las maravillas, grandes y chiquitas, que existen a nuestro alrededor.

La Frijolita va poco a poco convirtiéndose en una personita y yo disfruto mucho ser a la vez observadora y participante en el proceso.  Estamos aprendiendo los tres juntos.

¿Qué estamos aprendiendo actualmente? Estamos aprendiendo a comer sólidos, a gatear y a balbucear, todas ellas actividades difíciles y extenuantes, eso de aprender a no succionar sino "comer", a doblar las rodillas y levantar las pompis y a mover la boca para emitir sonidos que se parezcan a los que hacen mamá y papá no es cosa fácil, toma tiempo, práctica y paciencia de todas las partes involucradas.

Hoy sabemos que el cereal de arroz, el puré de blueberries con manzana, el de manzana y el de pera son éxitos totales, que la papilla de butter squash no es del agrado de su paladar y que no está muy segura sobre los chícharos; sabemos que intenta con todas sus fuerzas gatear, que a veces se cansa y se rinde, pero que siempre lo vuelve a intentar (creo que es algo terca como sus papás) y sabemos que está tratando de imitar el "ma- ma" que tanto le repetimos, pero que, honestamente, es más divertido hacer trompetillas, sobre todo a la hora de la comida, sobre todo si es butter squash, sobre todo si está estrenando blusa mamá.

Mientras más crece la Frijolita, es más demandante, quiere más atención y distracciones, quiere que jueguen con ella, que le lean, que le canten. Atrás quedaron los días en que dormía casi todo el tiempo y podíamos dejarla en su cunita y hacer otras cosas; ahora todo el día es tiempo que hay que invertir en ella. Al principio me costaba trabajo pensar en qué hacer, pero la realidad es que los bebés son muy fáciles de complacer, no requieren de clases complicadas ni de juguetes costosos, lo que necesitan es tiempo, tiempo para que extiendas una sábana en el piso y te tires a su lado mientras hacen lo suyo (tratar de sentarse, tratar de gatear, rodarse de un lado a otro), tiempo para leerles un cuento, para cantarles, para estar con ellos. Todo ello ha requerido de un ajuste de mis días y de un sistema un poco más rígido de organización de mi propio tiempo (próximo post al respecto) pero todo vale la pena, sobre todo cuando llega mi momento favorito del día: dejar a la Frijolita en pañal, acariciarle la espalda y hacerle cariñitos hasta que llega la hora del baño.

Qué rico es aprender a disfrutar de los placeres más pequeños con alguien tan pequeño. Amo esta edad.