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Monday, May 6, 2013

Saliendo un poco del clóset

¿Se han dado cuenta cuánto se habla de equidad de género, de feminismo y de la necesidad de que las mujeres tomen un papel más activo y más protagónico en todas las esferas del mundo laboral? ¿Cuántas veces no han leído artículos sobre "tenerlo todo" y cuántos de ellos no mencionan la necesidad de hombres más involucradas en la vida de familia? ¿Cuántas veces no han leído que es una pena que muchos hombres aún no estén dispuestos a dejar de lado su carrera para apoyar la de su mujer y lo lamentable que es que no muchos padres quieran pasar más tiempo con sus hijos o ser los principales responsables de su crianza? Seguramente han leído mucho sobre esto, pero quizá no conozcan a nadie que viva en una familia no tradicional con roles de género diferentes o invertidos.

Bueno, pues la mía es una de ellas.

Mi trabajo no es un trabajo, es un estilo de vida, uno que busqué y me gané a pulso y por el cual he estado dispuesta a dejar atrás muchísimas cosas, empezando por mi familia de origen y mi país. En nueve años he vivido en cuatro ciudades en tres países diferentes y me he mudado de casa seis veces. No tengo ni la más mínima idea de en qué país voy a vivir dentro de dos años ni qué idioma hablarán. Me he perdido bodas, nacimientos y mil y un fiestas y acontecimientos y todos los días, TODOS, extraño a mi familia y a los amigos que voy dejando atrás. Me es imposible echar raíces en los lugares donde vivo porque sé que un día me voy a ir, y sin embargo, el corazón se me rompe un poquito cada vez que dejo un sitio que fue mi hogar temporal porque no logro dejar de encariñarme.

Pero, por otro lado, he tenido la oportunidad de viajar a lugares que jamás creí conocer, he probado la comida más rica y la más extraña que jamás pude imaginar y he conocido gente increíble. Por todo esto, me sé una persona muy afortunada y trato de ser agradecida con la vida que me tocó vivir.


La mayoría de mis colegas mujeres podrían confirmar lo difícil de esta chamba para la vida personal. Nos mudamos muy seguido y generalmente nuestras labores demandan muchas horas de trabajo al día. La naturaleza inestable de nuestras vidas y la conformación misma de nuestra sociedad hacen sumamente difícil la vida de pareja, y es que, seamos honestos ¿cuántos hombres están dispuestos a aceptar sin chistar una vida de seguir a su mujer a donde la manden sabiendo que su propia carrera quedará en segundo término y siempre sujeta a los lugares en donde se encuentren? La realidad es que son pocos (aunque cada vez, creo yo, son más). Yo tengo la gran fortuna de tener a mi lado a un hombre que desde el primer momento supo que esto pasaría con él si decidía estar conmigo y que lo aceptó sin un ápice de duda.  Por esto, me siento increíblemente afortunada.

Me fui de México a Estados Unidos de manera "temporal" en 2004 y ya nunca regresé más que por temporadas; después vino China y más tarde Canadá. Los primeros años de mi carrera los pasé sola, no porque así lo quisiera sino porque así pasó, pero yo siempre supe que lo mío era formar una familia. Recuerdo que cuando me mudé de China a Canadá, el día que cerré la puerta del que fue mi departamento me dije que sería la última vez que me mudaba sola y así fue. En Canadá conocí al Maple Pie y como en película y como relámpago en muy poco tiempo ya habíamos formado no solo una pareja sino una familia.

Desde el principio la prioridad fue mi carrera, y cuando estaba embarazada la primera vez, juntos tomamos la decisión de que él se quedaría a cuidar de nuestra hija por lo menos durante el primer año. Las razones, para nosotros, fueron muy lógicas y coherentes, yo no podía darme el lujo de dejar de trabajar, él podía recibir apoyo del gobierno canadiense para cuidar a la niña durante el primer año y ambos preferíamos que ella pasara sus primeros meses al lado de sus padres sin estar horas y horas en una guardería. Antes de terminar el primer año, decidimos tener otro bebé y volver al arreglo que hicimos con nuestra hija mayor. Ahora ella tiene tres años y nuestro niño tiene un año y medio. Nuestro arreglo ha ido variando con el tiempo, pasando por una fase donde solo yo trabajé tiempo completo fuera de casa, una donde ambos trabajamos tiempo completo fuera de casa (donde sí tuvimos que recurrir a guardería de tiempo completo, tema de otro post), llegando a ésta en la cual yo trabajo tiempo completo fuera de casa y él trabaja medio tiempo fuera de casa y nos repartimos el tiempo dentro de casa y con los niños.

A nosotros nuestro arreglo siempre nos ha sonado lógico, pero eso no significa que a los demás les parezca así. Como les decía al inicio, leemos y leemos artículos lamentando la falta de apoyo por parte de los hombres para que las mujeres prosperen, pero la realidad es que familias como la nuestra viven mucho desprecio e incomprensión día a día. Nosotros hemos tratado siempre de hacer oídos sordos y de pretender que no nos importan las cejas levantadas, los comentarios venenosos y el ninguneo hacia los dos, pero la realidad es que sí pesa sentir la desaprobación generalizada y molesta la sensación de tener que defender nuestras decisiones.

Nuestra reacción ha sido, por lo general, evitar hablar de nuestra situación con los demás. Somos parcos y secos con nuestras respuestas y creo que incluso nos ponemos a la defensiva si alguien mete las narices tantito de más. Vivir así no es fácil, luchamos contra los estereotipos sociales arraigados en los demás, pero también en nosotros mismos. No dudamos de nuestras decisiones, pero afrontarlas no siempre es fácil y, como todos, tenemos altibajos y batallamos con las consecuencias que nos toca vivir.

Con todo y todo, somos felices y amamos la familia que tenemos. Ser los papás de Frijolita y Borreguito es un absoluto privilegio que jamás damos por sentado, y tenemos muy claro que si bien mi carrera es la prioridad entre los dos, lo verdaderamente importante, lo absolutamente primordial, es el bienestar de nuestros hijos. Por eso este arreglo, por eso nuestras decisiones. Mi carrera debe ser cuidada porque es para ellos, porque al final, todo lo que haga será para que ellos estén mejor.

Estoy orgullosa de mi esposo, de sus sacrificios y su entrega; de su absoluto convencimiento de que nuestros hijos deben estar con uno de los dos y no pasar diez horas al día al cuidado de alguien más y creo, ahora, que ese orgullo no debe quedar como algo oculto entre nosotros dos, que ese agradecimiento no debe ser privado sino que debemos estar abierta y públicamente orgullosos de la familia y la pareja que somos. Quiero creer que eso ayudará a limpiarle las telarañas de la cabeza a quien las tenga y a que otras parejas y familias como la nuestra celebren su forma de vida. Yo sé que las hay, sobre todo entre mis colegas; creo entonces que llegó la hora de hablar más de los retos que afrontamos y de las peculiaridades de nuestra situación. Bienvenidos pues, a este renovado espacio.