Pages

Friday, July 8, 2011

¿Qué voy a hacer con mi licencia de maternidad?

Vivo en Canadá, pero debido a mi profesión, me corresponden los noventa días de licencia de maternidad que otorga la ley mexicana, en lugar del año que otorga la canadiense. Gajes del oficio y la vida, qué le vamos a hacer.

Todavía recuerdo bien la licencia de maternidad que tomé con la Frijolita, noventa días más otros veinte que tenía de vacaciones y me dejaron tomar antes de que naciera la bebé para que me pudiera ir a México con todo hasta mi perrita con el fin de que naciera allá y estuviéramos rodeados de mi familia; noventa días que no son nada, pero ah cómo te cantan en todos los trabajos.

Haciendo cálculos, para cuando me jubile (a los 65 años) habré trabajado 43 -sí, CUARENTA Y TRES- años para el mismo empleador, lo cual equivale a 516 meses. Dejando de lado las vacaciones (porque todos, hombres y mujeres tenemos vacaciones), como mujer me habré tomado, por mis dos hijos, seis meses en total de licencia de maternidad. Seis. SEIS. Seis meses de licencia de maternidad contra 510 trabajados... ok, menos vacaciones son algo así como 430 meses... la diferencia sigue siendo abismal. Poniéndolo en esta perspectiva ¿habrá alguien que siga considerando que tres meses de licencia por hijo es "demasiado"? Supongo, quiero suponer, que no, pero hay mucha gente que considera que son "suficientes" y están en un error.

Seis meses serían más adecuados, un año sería lo óptimo, incluso "demasiado" para algunas mamás, dependiendo de sus preferencias. En lo personal, creo que nueve meses a mí no me vendrían nada mal. Pero no importa lo que yo quiera, la realidad, la triste realidad es que, si acaso, me tocan tres meses de licencia por hijo. Tres meses, que como dije, no faltará quién cuente como si hubieran sido años. 

Todavía recuerdo la rabia que me inundó cuando regresé de la licencia de la Frijolita y "alguien" me preguntó si ya había regresado de mis "vacaciones". ¿Vacaciones? Cualquier mamá podrá confirmar que los primeros meses de vida de un bebé no tienen nada de descanso y sí mucho de trabajo y adaptación.

Aunque esos tres meses con la Frijolita no fueron vacaciones, los disfruté mucho con ella y con mi esposo, sin embargo, debo admitir que además de estar al tanto de la bebé y sus necesidades, también la usé para fines menos maternales. La razón es muy simple: al vivir fuera de México, ir a mi país es siempre una grata experiencia que trato de aprovechar al máximo, intentando ir a ver a todos los amigos que puedo y queriendo hacer todo lo que no puedo hacer en el extranjero. Cada vez que iba a México, me sentía como niña con juguete nuevo y no me podía estar quieta, quería ir aquí, allá y acullá, ver a fulanita y sultanito, comer esto y lo otro... no paraba. Los tres primeros meses de la Frijolita intenté mantener, en la medida de lo posible, el mismo ritmo y a donde pude me la llevé, a donde no, la dejaba con mis papás para que la cuidaran mientras el esposo y yo nos íbamos "de vagos" (hasta de fiesta me fui, con eso les digo todo).

Si bien no creo que haya hecho "mal", creo que tampoco hice del todo bien. Nunca fui irresponsable, pero pude haber utilizado mi tiempo de mejor manera que andar persiguiendo quimeras de una vida que claramente ya no era la misma de antes aunque yo me resistiera un poco a verlo y aceptarlo. Ahora creo que el peso de la maternidad y el cambio radical que conlleva a veces es difícil de asimilar de golpe y lo vas entendiendo mejor con el paso del tiempo. Ahora, claro, lo tengo más que entendido, asimiliado, aceptado y disfrutado. 

Así que con este bebé, las cosas serán diferentes.

Por principio de cuentas, me quedo en Canadá para que nazca aquí (naaaaada de debates de nacionalidad, lectores míos, mis hijos son mexicanos por mí y canadienses por su padre sin importar dónde nazcan); además de que logísticamente es aún más loco mover a toda la familia durante tres meses con un integrante más, esta vez creo que es importante darnos el tiempo, como familia, para adaptarnos al cambio y para crear un vínculo fuerte cada uno con el bebé y entre todos. Necesitamos nuestro propio espacio para conocernos y reconocernos, apapacharnos e iniciar esta nueva etapa juntos.

Si bien extrañaré a mis papás, abuelos, hermano, tios y primos cercanos con todo mi corazón, también creo que ahora "les toca" hacer el esfuerzo por vernos, no siempre nos podemos mover nosotros de un lado a otro. En cuanto a los amigos, la triste realidad es que he comprobado en este año y medio desde que soy madre que muchos de los amigos a los que veia cuando iba a México, los veia porque YO hacía el esfuerzo por verlos, porque YO tomaba taxi, pesero o manejaba distancias enormes por ellos y porque YO procuraba y organizaba las reuniones y encuentros... pero el día que llegué con una panza enorme sin poder moverme de casa de mis papás, y después de que nació mi bebé, se acabaron los encuentros con muchos, porque estaba "muy lejos" porque "no tenían tiempo". Es muy triste cuando te pasa, pero así pasa, ni modo, c'est la vie! (obvioooooo hay muchos también que hicieron hasta lo imposible para verme cuantas veces fuera posible, los amo, smuack).

Así pues, por mi parte, he decidido aplicar, a mi manera tal vez, el concepto de las abuelitas de la cuarentena para crear y fortalecer el vínculo con mi bebé. Necesito tiempo, sin distracciones de ningún tipo, para darme a la tarea de amamantar a mi hijo, portarlo, dormir con él y atender sus necesidades a la vez que fortalezco mi vínculo con mi hija y la ayudo a conocer a su hermanito. No habrá salidas de noche ni "días libres", me daré noventa días para dedicarlos en cuerpo y corazón a mis hijos y a mi esposo.

¿Por qué? Porque el tiempo que tengo es muy limitado y debo aprovecharlo al máximo; porque estoy convencida de que la crianza con apego es lo mejor para mis hijos, para mi esposo y para mí; porque los bebés crecen muy rápido y aunque a veces cuando estamos cansadas, con ojeras, con los pechos adoloridos y sin haber podido ni bañarnos pensamos que todo se pasa lento, la realidad es que en un abrir y cerrar de ojos los bebés dejan de ser bebés.

Evidentemente sé que necesitaré ayuda de nuestra familia y amigos, pero el tipo de ayuda que necesitan las familias cuando reciben un bebé no es cuidando del bebé mismo (claro, a excepción de cuando las abuelas nos enseñan a bañar al bebé o cortarle las uñas y otros procesos "aterradores" a los que nos enfrentamos las primeras semanas), sino atendiendo otras cuestiones de la casa para que los padres puedan dedicarse por completo a su bebé.  

Yo sé que habrá quien critique mi decisión de semi recluirme, ya por ahí alguien me dijo que eso de querer colechar con el Borreguito para amamantarlo en las noches no es más que PEREZA de mi parte (sí, PEREZA ¿qué tal? Ahora resulta que ser buena madre es no dormir por preparar biberones de  fórmula y llevarlos al cuarto del bebé toda la noche), pero no importa, nadie me va a regresar esos noventa días y estoy convencida de disfrutarlos lo más posible en familia.

Así que a hibernar se ha dicho.