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Wednesday, December 21, 2011

Lo que vamos a decirle a los niños sobre Santa y los Reyes

Tengo varios posts pendientes, y no pensé que este fuera el que inaugurara mi regreso al blog, pero dadas las fechas y los comentarios en Twitter, me dieron ganas de escribirlo.

Anoche, el esposo y yo decidimos de manera "formal" que no vamos a mentirle a nuestros hijos sobre la existencia de Santa Claus y los Reyes Magos. Esta aseveración hace saltar a muchos, y quizá sea por usar la palabra "mentira", pero finalmente, eso es lo que dices cuando no dices la verdad.

Antes de que quieran quemarme en leña verde y agarrar mi casa a jitomatazos, quiero aclarar un par de cosas:

1. No critico a quien decide decirle a sus hijos que Santa y los Reyes sí existen. Me parece que es una de tantas decisiones personales y respetables que dependen de la forma de pensar de los papás.

2. Estoy consciente que de acuerdo a la tradición cristiana, los Reyes sí existieron. Cuando digo "no existen" me refiero a que no existen en el presente.

La cuestión es que a mí mis papás nunca me mintieron con respecto a nada. Cada vez que pregunté algo "difícil" desde "¿de dónde vienen los bebés?" hasta "¿existe Dios?", me encontré con respuestas basadas en la realidad o en el sistema de creencias de mis padres. Esto porque en mi núcleo familiar más cercano mientras crecí, conformado por mis papás, mi hermano y mis abuelos maternos, el valor más importante fue la congruencia, así que la mentira y el engaño para con nosotros no tenían lugar.

Así pues, desde que tengo uso de razón, yo sabía que los Reyes no eran quienes dejaban los regalos al pie del árbol sino que eran mis papás. La tradición de Santa no se seguía en mi casa porque, al igual que con Halloween, en mi familia no se celebran tradiciones ajenas a las nuestras (lo cual creo que es igual de respetable que celebrarlas y no vale calificarnos de cerrados ni de que nos perdemos de mucho por no ser más "globalizados y multiculturales", así como yo he aprendido a dejar de pensar que son unos "wannabes").

Si bien siempre supe la verdad, no puedo decir en qué momento específico la supe. No fue como que mis papás me sentaron un día en la sala con mi hermano para decirnos "bien, pues aquí va: Los Reyes no existen. Fin del comunicado". Recuerdo, sin embargo, que no perdimos la ilusión, ni nos destruyeron la infancia ni nada por el estilo. Cada año, mi hermano y yo escribíamos con mucha ilusión nuestra cartita a los Reyes, nos portábamos bien (o tratábamos), lanzábamos nuestro globo con la cartita, dejábamos nuestro zapatito abajo del árbol de Navidad el día 5 de enero y nos íbamos a dormir con una emoción tal que recuerdo que me era imposible conciliar el sueño y apenas se asomaba el sol, corría a ver mis regalos.

Nadie me robó nada, y además, me sentía especial. Me sentía poseedora de un secreto que la mayoría de los demás niños desconocían. Tenía prohibido decirle a los demás el gran secreto porque mis papás me explicaron que no me correspondía a mí sino a sus papás decirles la verdad. Escuchaba las historias inverosímiles de mis compañeritos ("¡yo vi el elefante!", "yo platiqué con Santa!", "el caballo dejó popó en la sala") con un dejo de ternura, y quizá hasta de condescendencia, debo admitir, pero nunca dejé de disfrutar las fiestas decembrinas.

Yo no pretendo convencer a nadie de que lo que hicieron mis papás, y que nosotros pensamos hacer con nuestros hijos, es lo mejor, simplemente estoy compartiendo mi experiencia como hija. Quizá haya quien le agradezca a sus papás la ilusión a pesar del desengaño; yo agradezco la honestidad de mis papás a pesar de la presión que seguramente sintieron de otros papás... la misma que nosotros empezamos a notar porque parece que es peor decir que no vas a mentirle a tus hijos con Santa y los Reyes que decir que si se portan mal, les das una nalgada (o dos, o tres).

Mi mamá ya me preguntó hace poco si, desde mi punto de vista, hicieron bien en manejar el asunto como lo hicieron y yo creo que sí. Agradezco su honestidad y, en su momento, agradecí el ENORME esfuerzo económico y logístico que ella y mi papá llevaban a cabo para poder comprarnos la mayoría de las cosas que pedíamos (también me tocó que me dijeran que no a alguna petición, y es más, tengo una anécdota del Fantasicosas que alguna vez escribiré que ahora nos da mucha risa a mi mamá y a mí).

Para nosotros, todo el asunto era un juego, no había cinismo ni mentiras, era un juego en el cual mis papás decían cosas como "¿y ya escribieron su cartita? Si no la hacen los Reyes no van a venir ¿eh?" y nosotros escribíamos la carta SIEMPRE dirigiéndonos a los Reyes, siempre esperándolos por su nombre. No crean que íbamos con mis papás a decirles "ah, para el 6 de enero quiero tal y tal", no, nosotros jugábamos a los Reyes con mis papás y tengo muy bellos recuerdos de ello. Era un juego tan elaborado que nosotros JAMAS vimos a mis papás poner los regalos bajo el árbol y cuando fuimos pequeños nunca nos encontramos los regalos antes de tiempo, ni las cartitas que envíabamos ni nada.

Tengo la impresión de que muchas familias en realidad están jugando y pretenden que no. Muchos niños saben la verdad, pero no les dicen a sus papás que la saben, y estos no les dicen directamente la verdad tampoco a pesar de que saben, o sospechan, que los niños ya la saben; es un juego, parecido al que nosotros jugábamos, la diferencia es que en el nuestro la verdad estaba completamente al descubierto, nada más.

Tantos recuerdos buenos tengo, que quiero jugar el mismo juego con mis hijos. No, no teman, no me voy a sentar con ellos el próximo diciembre que la Frijolita tenga más conciencia de lo que se le explica, a decirle "es todo una falacia niñaaaaaaa" ¡claro que no! Si me encanta su carita de emoción cuando ve algo navideño y dice "is Kizmaff!!" o "mami, mami, is Santaaaa!!". Lo que haremos es jugar con ellos, y cuando me pregunten si todo es realidad o no, les diré la verdad: que es un juego muy lindo en honor a los Reyes y a Santa, y les explicaremos el origen de las tradiciones y las leyendas.

¿Ven? No es para quemarme en leña verde, eso es para las brujas, y además, las brujas tampoco existen, me lo dijeron mis papás.
 

Friday, August 26, 2011

Carta a mis hijos sobre México

Hijitos míos,

Hoy les escribo una carta triste que espero se convierta poco a poco en una carta de esperanza. Falta poco más de un mes para que nazcas, niño mío, y tú, hijita, en unos meses cumplirás dos años. Nuestro mundo chiquito, el que formamos nosotros cuatro más nuestra familia y amigos cercanos se ha llenado de alegría con la llegada de ustedes dos; y sin embargo, es imposible cerrar los ojos ante el hecho de que en estos años, tres o cuatro en particular, nuestro México está cada vez más lastimado y más roto.

Nuestro México. El México de ustedes.

El México del que yo vengo, en el que nací y en el que crecí; ese que les pertenece, a una por suelo y sangre y al otro por sangre, ese de recuerdos de sol y arena de su papá, el de la historia de sus abuelos y sus bisabuelos, el México que todos nosotros llevamos dentro.

Nuestro México está roto. No hay día que no escuche o lea una notica mala, que sepa que hay más muertos, más violencia, más sangre. No tiene sentido mentirles, el panorama es desolador; busco dentro de mí explicaciones y me es difícil encontrarlas entre tanta tristeza. Estoy muy triste.


Estoy triste porque ustedes llegan al mundo en un momento en el que México es sinónimo de violencia y desesperanza. Estoy triste porque no puedo decirles si eso cambiará ni cuándo. Estoy triste porque siento que me han arrebatado el México de mi infancia y no sé cómo recuperarlo. Pero no solo estoy triste por ustedes y por mí, también lo estoy por mis padres y abuelos, porque el México que ellos me han contado, ese país verde y azul, seguro, donde se podía progresar trabajando duro, donde se podía pasear en la noche sin ningún temor, ya no existe. Siento una profunda tristeza al pensar que ese país de posibilidades se ha esfumado, y siento aún más tristeza al pensar que quizá ya no lleguen a verlo renacer y se irán de este mundo con la pena a cuestas de haber perdido su país a manos de unos cuantos.


Es mucho mi pesar, hijitos, porque, verán, yo quiero algo diferente para ustedes por ser quienes son. Ustedes dos son el fruto de dos historias diferentes, de dos razas, idiomas, culturas y países diferentes y mi deseo más grande es que vivan sus dos identidades al máximo y con el mayor orgullo posible; por eso les hablo en español, por eso les canto las canciones de mi infancia, por eso les doy a probar frijoles, tortillas y salsas, por eso sus nombres son nombres en español aunque quizá no combinen de todo con su primer apellido, por eso, hija, naciste en México, por eso, hijo, te tramitaré de inmediato la nacionalidad mexicana, porque quiero que crezcan orgullosos del país de su madre, que lo amen, que lo celebren, que lo extrañen y lo añoren como yo lo hago todos los días.


Quiero para ustedes un México al cual llamar hogar, al cual regresar cuantas veces sea necesario para encontrarse con esa mitad de ustedes que les pertenece. Quiero un México al que puedan volver sin miedo, con alegría y con cariño, un lugar por el cual trabajar y ser mejores. 


Busco respuestas y soluciones y no las encuentro, y por ello les pido perdón, pero espero que sepan que ese país que llora su madre es un país en donde la gente de bien supera en número a la gente que lo quiere destruir y ojalá para cuando puedan leer, y entender, esta carta, toda esa gente se haya levantado para recuperar nuestro país.

No me queda más que dedicar mi vida a educarlos y criarlos para que formen parte de ese grupo de gente de bien, para que sean ciudadanos íntegros, honestos y bondadosos y para que sean un par de mexicanos orgullosos de serlo.


Qué fortuna, mi carta termina con esperanza tal como lo desée al principio de la misma. Termina con la esperanza de que un día, este día será solo un recuerdo y podremos decir "qué lejos han quedado esos tiempos, viva México". Me quedo con eso por hoy.


Con todo el amor del mundo,


Su mamá

 

Monday, August 15, 2011

Misión cumplida

Durante muchísimos años, tantos que ya no me acuerdo cuántos, dije que quería ser mamá, y terminar de parir, antes de los treinta. Durante algún tiempo, debido a algunos contratiempos "innombrables" (jojo), pensé que no lo lograría, pero al final, tras algunos ajustes para bien, me salí con la mía. El Borreguito nacerá, si todo sale como está planeado, una semana antes de que yo cumpla los treinta años y con ello, cierro la fábrica y cumplo mi gran sueño de ser madre.

Algunos detalles con respecto a la celebración no serán como lo tenía pensado debido a que voy a estar recuperándome de la cesárea y dedicándome a mis dos pequeños, pero no importa, tiempo para fiestas siempre habrá, pero tiempo para establecer un vínculo fuerte como familia que acaba de recibir a un nuevo miembro, no. Me conformo con brindar en mi cama con el esposo y mis chaparritos, qué mejor celebración que tenerlos en mi vida y junto a mí.
El esposo me pidió hace unos días que yo le de un regalo a él por MIS treinta años. Quiere que en un papel bonito escriba tres objetivos para esta década, tres logros que quiero para antes de cumplir 40 en tres planos distintos: personal, familiar y profesional.

Su petición me hizo pensar mucho, tengo muchas ideas rondándome la cabeza, que si ser mejor mamá cada día, que si hacer un doctorado, que si aprender otro idioma, que si ascender por lo menos dos rangos más, que si seguir felizmente casada, que si vivir en un lugar muchísimo mejor, que si una abdominoplastía, que si regresar a Asia, que si retomar con ímpetu mis clases de piano, que si, que si, que si... todavía no decido mis tres objetivos, pero el ejercicio de reflexión me ha hecho darme cuenta de que soy muy afortunada porque en un par de meses llegaré a la treintena de años habiendo conseguido todos y cada uno de los objetivos que me fijé hace ya muchísimos ayeres, más de diez años, más de veinte quizá.

Sin duda es una gran fortuna llegar a una edad tan "importante" -por lo menos en términos simbólicos- satisfecha conmigo misma y dando gracias por todo lo que tengo y por la gente que ha estado a mi lado ayudándome a conseguirlo.

Borreguito es la culminación de una década que he disfrutado apasionadamente, diez años en los que viajé mucho, terminé la universidad, empecé a trabajar para la Mothership, ingresé al Gremio (que a pesar de quejarme tanto de él, sigo con la camiseta bien puesta), me mudé de México a Estados  Unidos, a China y a Canadá; seguí viajando, conocí a gente interesantísima e importantísima para mí, aprendí francés, alemán y un poquitín de chino, me rompieron el corazón, me lo remendé, me casé, fui mamá y (espero) terminé un Master. No perdí el tiempo ni escatimé en disfrutar intensamente, a la buena y a la mala, todo lo que la vida puso en mi camino.

Sigo pensando en los tres grandes objetivos para la década que sigue. Deben ser ambiciosos y grandes, no hay nada como tener una gran meta para motivarse a uno mismo a seguir adelante. Ya les contaré, mientras tanto, a seguir pensando, aunque eso sí, nada superará a esta década en la que lo mejor de lo mejor me pasó: me convertí en mamá de dos niños.
 

Friday, July 8, 2011

¿Qué voy a hacer con mi licencia de maternidad?

Vivo en Canadá, pero debido a mi profesión, me corresponden los noventa días de licencia de maternidad que otorga la ley mexicana, en lugar del año que otorga la canadiense. Gajes del oficio y la vida, qué le vamos a hacer.

Todavía recuerdo bien la licencia de maternidad que tomé con la Frijolita, noventa días más otros veinte que tenía de vacaciones y me dejaron tomar antes de que naciera la bebé para que me pudiera ir a México con todo hasta mi perrita con el fin de que naciera allá y estuviéramos rodeados de mi familia; noventa días que no son nada, pero ah cómo te cantan en todos los trabajos.

Haciendo cálculos, para cuando me jubile (a los 65 años) habré trabajado 43 -sí, CUARENTA Y TRES- años para el mismo empleador, lo cual equivale a 516 meses. Dejando de lado las vacaciones (porque todos, hombres y mujeres tenemos vacaciones), como mujer me habré tomado, por mis dos hijos, seis meses en total de licencia de maternidad. Seis. SEIS. Seis meses de licencia de maternidad contra 510 trabajados... ok, menos vacaciones son algo así como 430 meses... la diferencia sigue siendo abismal. Poniéndolo en esta perspectiva ¿habrá alguien que siga considerando que tres meses de licencia por hijo es "demasiado"? Supongo, quiero suponer, que no, pero hay mucha gente que considera que son "suficientes" y están en un error.

Seis meses serían más adecuados, un año sería lo óptimo, incluso "demasiado" para algunas mamás, dependiendo de sus preferencias. En lo personal, creo que nueve meses a mí no me vendrían nada mal. Pero no importa lo que yo quiera, la realidad, la triste realidad es que, si acaso, me tocan tres meses de licencia por hijo. Tres meses, que como dije, no faltará quién cuente como si hubieran sido años. 

Todavía recuerdo la rabia que me inundó cuando regresé de la licencia de la Frijolita y "alguien" me preguntó si ya había regresado de mis "vacaciones". ¿Vacaciones? Cualquier mamá podrá confirmar que los primeros meses de vida de un bebé no tienen nada de descanso y sí mucho de trabajo y adaptación.

Aunque esos tres meses con la Frijolita no fueron vacaciones, los disfruté mucho con ella y con mi esposo, sin embargo, debo admitir que además de estar al tanto de la bebé y sus necesidades, también la usé para fines menos maternales. La razón es muy simple: al vivir fuera de México, ir a mi país es siempre una grata experiencia que trato de aprovechar al máximo, intentando ir a ver a todos los amigos que puedo y queriendo hacer todo lo que no puedo hacer en el extranjero. Cada vez que iba a México, me sentía como niña con juguete nuevo y no me podía estar quieta, quería ir aquí, allá y acullá, ver a fulanita y sultanito, comer esto y lo otro... no paraba. Los tres primeros meses de la Frijolita intenté mantener, en la medida de lo posible, el mismo ritmo y a donde pude me la llevé, a donde no, la dejaba con mis papás para que la cuidaran mientras el esposo y yo nos íbamos "de vagos" (hasta de fiesta me fui, con eso les digo todo).

Si bien no creo que haya hecho "mal", creo que tampoco hice del todo bien. Nunca fui irresponsable, pero pude haber utilizado mi tiempo de mejor manera que andar persiguiendo quimeras de una vida que claramente ya no era la misma de antes aunque yo me resistiera un poco a verlo y aceptarlo. Ahora creo que el peso de la maternidad y el cambio radical que conlleva a veces es difícil de asimilar de golpe y lo vas entendiendo mejor con el paso del tiempo. Ahora, claro, lo tengo más que entendido, asimiliado, aceptado y disfrutado. 

Así que con este bebé, las cosas serán diferentes.

Por principio de cuentas, me quedo en Canadá para que nazca aquí (naaaaada de debates de nacionalidad, lectores míos, mis hijos son mexicanos por mí y canadienses por su padre sin importar dónde nazcan); además de que logísticamente es aún más loco mover a toda la familia durante tres meses con un integrante más, esta vez creo que es importante darnos el tiempo, como familia, para adaptarnos al cambio y para crear un vínculo fuerte cada uno con el bebé y entre todos. Necesitamos nuestro propio espacio para conocernos y reconocernos, apapacharnos e iniciar esta nueva etapa juntos.

Si bien extrañaré a mis papás, abuelos, hermano, tios y primos cercanos con todo mi corazón, también creo que ahora "les toca" hacer el esfuerzo por vernos, no siempre nos podemos mover nosotros de un lado a otro. En cuanto a los amigos, la triste realidad es que he comprobado en este año y medio desde que soy madre que muchos de los amigos a los que veia cuando iba a México, los veia porque YO hacía el esfuerzo por verlos, porque YO tomaba taxi, pesero o manejaba distancias enormes por ellos y porque YO procuraba y organizaba las reuniones y encuentros... pero el día que llegué con una panza enorme sin poder moverme de casa de mis papás, y después de que nació mi bebé, se acabaron los encuentros con muchos, porque estaba "muy lejos" porque "no tenían tiempo". Es muy triste cuando te pasa, pero así pasa, ni modo, c'est la vie! (obvioooooo hay muchos también que hicieron hasta lo imposible para verme cuantas veces fuera posible, los amo, smuack).

Así pues, por mi parte, he decidido aplicar, a mi manera tal vez, el concepto de las abuelitas de la cuarentena para crear y fortalecer el vínculo con mi bebé. Necesito tiempo, sin distracciones de ningún tipo, para darme a la tarea de amamantar a mi hijo, portarlo, dormir con él y atender sus necesidades a la vez que fortalezco mi vínculo con mi hija y la ayudo a conocer a su hermanito. No habrá salidas de noche ni "días libres", me daré noventa días para dedicarlos en cuerpo y corazón a mis hijos y a mi esposo.

¿Por qué? Porque el tiempo que tengo es muy limitado y debo aprovecharlo al máximo; porque estoy convencida de que la crianza con apego es lo mejor para mis hijos, para mi esposo y para mí; porque los bebés crecen muy rápido y aunque a veces cuando estamos cansadas, con ojeras, con los pechos adoloridos y sin haber podido ni bañarnos pensamos que todo se pasa lento, la realidad es que en un abrir y cerrar de ojos los bebés dejan de ser bebés.

Evidentemente sé que necesitaré ayuda de nuestra familia y amigos, pero el tipo de ayuda que necesitan las familias cuando reciben un bebé no es cuidando del bebé mismo (claro, a excepción de cuando las abuelas nos enseñan a bañar al bebé o cortarle las uñas y otros procesos "aterradores" a los que nos enfrentamos las primeras semanas), sino atendiendo otras cuestiones de la casa para que los padres puedan dedicarse por completo a su bebé.  

Yo sé que habrá quien critique mi decisión de semi recluirme, ya por ahí alguien me dijo que eso de querer colechar con el Borreguito para amamantarlo en las noches no es más que PEREZA de mi parte (sí, PEREZA ¿qué tal? Ahora resulta que ser buena madre es no dormir por preparar biberones de  fórmula y llevarlos al cuarto del bebé toda la noche), pero no importa, nadie me va a regresar esos noventa días y estoy convencida de disfrutarlos lo más posible en familia.

Así que a hibernar se ha dicho.

 

Thursday, June 30, 2011

No andaba muerta, ni de parranda, sino MUY embarazada

Qué envidia me dan las mamás que se ven cual gacelas ágiles y felices durante todo el embarazo y que juran que se sienten per-fec-to y que todo es color de rosa. Meh, me caen gordas, porque claro, ha llegado, muy adelantada por cierto, la temida etapa de Jabba The Hutt a mi embarazo. 
Acá ando viejo

Mi trabajo de tiempo completo últimamente es hallar la fuerza de voluntad para arrastrar mi humanidad de mi casa al trabajo y de regreso.  Me parece sumamente injusto que habiendo tomado todas las precauciones para no caer en las estúpidas y sensuales redes de los Doritos Nachos, otra vez me esté poniendo como un globo. Es en serio, me he cuidado bastante, tomo mucha agua, hago ejercicio de lunes a viernes, como sano ¿qué más quieres de mí, oh cuerpo en expansión? De la pura tristeza al ver que mis esfuerzos no estaban rindiendo los frutos que yo esperaba (a saber, verme como Heidi Klum embarazada, o ya de perdis NO verme como Salma Hayek embarazada) me tiré al Dorito dos semanas y ahora no quiero ver la báscula ni por error, sniffff.

Pero en fin, gajes del oficio, la verdad es que no me estoy tirando tanto al drama como parece, ya llegará octubre y con él el fin del embarazo, mis treinta años y mi suscripción a Weight Watchers; ya veremos cómo le hacemos para pasar de Jabba The Hutt a Leia en bikini dorado.

Como una no embaraza en piel ajena, desconozco si los míos son embarazos normales, pesaditos o de a tiro malos, aunque sospecho que son normalitos con momentos pesaditos y episodios de a tiro malos... y en una de esas, eso es justamente lo normal (¿alguien me entendió?).  Sin embargo, creo que no hay que dejar pasar el hecho de que todo embarazo es sin duda un milagro (palabra que no me encanta, pero no encuentro otra tan ad hoc).

Es impresionante como algo que pasa TODOS los días en todo el mundo, algo tan ordinario, es algo en realidad tan extraordinario, y es que, gente, pongámonos a pensar un momento ¡las panzonas traemos adentro una personita! Una personita que se mueve, que escucha (las tripas de su madre más que nada, pero escucha), que crece... una personita que algún día será un adulto. No es una tarea despreciable la que realizamos las veinticuatro horas durante cuarenta semanas  y tampoco es una tarea fácil, demanda mucho de nuestro cuerpo y de nuestra mente... es sin duda, lo más difícil que he hecho en mi vida a nivel físico y a la vez lo más recompensante que me ha pasado porque después de los millones de kilos de más, de las estrías, de los pies hinchados, de los dolores de parto o cicatrices de cesárea (o ambas), después del loquio (que no sé ustedes, pero yo lo aluciné) y de todo lo demás, nos quedamos con un bebé ¡un bebé! Un pedacito de nosotras, una persona cuyo destino estará ligado al nuestro para siempre sin importar lo que pase.

Así que entre dolores de espalda, pies hinchados y panza con comezón (sin contar con que además voy a trabajar diario, limpio mi casa, atiendo a la Frijolita y al esposo, atiendo crisis personales de mis amigos, contesto todos mis mails, tuiteo y actualizo mi Facebook), me doy el tiempo de disfrutar las pataditas del Borreguito y de maravillarme por lo que mi cuerpo está haciendo para crear vida. Ojalá que todas las embarazadas se den tiempo para ello, a mí no deja de sorprenderme. Deberían de levantarnos más monumentos, me cae.




 

Monday, May 16, 2011

La vida está centrada en mamá

La mamá del esposo falleció hace ya diez años, así que no tuve el gusto de conocerla, pero sé por él y por su familia que ellos dos eran sumamente cercanos y que su muerte fue un golpe devastador que le tomó muchos años superar.

Una de las historias que más me cuenta sobre ella es la de un día de San Valentín (que nadie festejaba con ella) en que le dio la sorpresa de aparecerse en su trabajo para regalarle un dije muy lindo de un corazón de oro con diamantes pequeños. El esposo tendría unos 24 años y, como se acostumbra por estas tierras, le pidió a su mamá que "fuera su Valentín" ("be my Valentine"); su mamá se conmovió tanto por el gesto que lloró mucho por un largo rato. No sé por qué al esposo se le quedó tan grabada esa ocasión, supongo que tiene algo que ver con que fuera el penúltimo 14 de febrero que ella pasaría con vida, pero sea cual sea la razón, es algo que él recuerda con muchísimo cariño y nostalgia.

Ayer, mientras estábamos en casa de su hermana, de la nada el esposo preguntó si de pura casualidad ella sabía qué había pasado con ese dije. Su sospecha era que su papá se había deshecho de él, después de todo no era una pieza espectacular de joyería, pero su hermana le dijo que todas las joyas de su mamá se repartieron entre ella y su otra cuñada (porque era la única que tenía) para que a su vez se las pasaran a sus hijas. Le pidió que le describiera la pieza, y ella le dijo que le sonaba familiar y se retiró un momento ¡cuál sería la sorpresa del esposo cuando regresó con el dije de sus recuerdos! Mi cuñada tuvo la amabilidad de "regresarle" el dije y por la mirada en sus ojos pude ver que le alegró por completo el día.

Más tarde, el esposo me regaló ese dije a mí, lo cual me conmovió aún más, y lo acepté prometiéndole que pasará a manos de la Frijolita cuando él lo decida o cuando yo ya no esté, "eso no importa ahorita, es tuyo, yo te lo estoy regalando", me dijo y yo me quedé muy contenta. Sí, no es la pieza de joyería más despampanante que pueda haber, pero tiene un significado muy especial que la hace invaluable.

Todo este episodio hizo que el esposo recordara mucho a su mamá y que platicáramos un poco sobre ella en el largo camino de regreso a casa. Durante la plática me dijo una frase que me pegó mucho y se me quedó muy fija en la mente: "life is mom- centered".

El esposo dice que puedes perder a mucha gente importante en tu vida, pero que la pérdida de tu mamá es la más grande y devastadora (evidentemente, dejamos fuera el tema de la pérdida de un hijo porque esa está fuera de toda explicación). Según dice, la sensación de soledad que te deja es arrasadora, no solo sientes el vacío de la pérdida sino que te cae como una ola el saberte verdaderamente solo, sin importar si tienes pareja, hermanos o hijos. Tu mamá se va y te deja solo para siempre y esa soledad es algo con lo que tienes que aprender a vivir el resto de tu vida.

¿Pero por qué "solo"? ¿Por qué una persona adulta, que ya no "necesita" de cuidados, autosuficiente y hasta con familia propia podría sentirse tan solo si pierde a su mamá? Porque, diría el esposo, tu mamá es la persona que siempre está ahí, te lleves bien, más o menos o francamente mal con ella; tu mamá es tu base, sus errores y aciertos - intencionales o no- te marcan desde la infancia, su imagen es el espejo en el que te miras o en el que no quieres mirarte, tu vida está llena de momentos donde te dices que quieres o no quieres hacer tal o cual cosa como ella (sobre todo si eres mujer). Cuando algo muy bueno pasa, lo quieres compartir con ella; cuando algo muy malo pasa, es la primera a la que acudes en busca de consuelo, de consejo, de refugio o de explicaciones.  

La madre es la figura determinante en la existencia de una persona; si no la hubo, esa ausencia marcará sin duda, y de formas muy profundas, la vida de alguien; si la hubo pero fue una mujer terrible, veremos las consecuencias de sus errores en el tipo de adultos en que se conviertan sus hijos; si fue buena, de ello darán testimonio sus hijos también. Claro, hay excepciones, grandes excepciones, para todos los casos, pero no podemos negar que la mamá marca más que el papá mismo, y que su pérdida representa uno de los momentos más definitorios en la vida de alguien. Yo lo veo en el esposo, en cómo cambia su semblante cuando pasa algo importante y se da cuenta que no lo puede compartir con su mamá, o en cómo se le ilumina la mirada cuando recuerda ese día de San Valentín en que la hizo llorar de alegría. "Ya no me duele como antes, pero la extraño todos los días", me ha dicho, y le creo.

Todo esto me hizo pensar mucho en mi mamá, evidentemente; en lo mucho que la quiero y en lo poco capaz que soy de imaginarme una vida donde ella no esté para compartir conmigo desde que el día está muy frío hasta el nacimiento de mis hijos; un mundo donde no esté para tomarme la mano cuando tenga el corazón roto o con quién reir hasta que me duela el estómago. Pero sobre todo, me hizo pensar en mi propio papel como mamá, y en el de todas las demás que nos estamos iniciando en este camino. 

La vida está centrada en mamá, dice el esposo, y tiene razón. La pérdida llegará tarde o temprano, eso lo sabemos bien, y entonces le tocará a nuestros hijos aprender a vivir sin nosotras y a aprender a lidiar con esa soledad oscura y dolorosa que se asentará en ellos (espero de manera muy corta). Si todo esto es parte inevitable de la vida ¿por qué hacerlos pasar por ello antes de tiempo? ¿Por qué insistir en no "apapacharlos demasiado", no cargarlos en brazos cuando quieren y no dormir a su lado si lo  necesitan? ¿Por qué tanto empeño en hacerlos independientes y alejarlos de nosotras para que "se hagan mayorcitos" cuando aún son pequeños?
¿Por qué no mejor llenamos sus días de momentos bellos qué recordar, de instantes que los hagan felices -y por tanto los hagan crecer, pero crecer de verdad, como personas- que satisfagan sus necesidades y los provean de fortaleza y amor?

Creo que prefiero imaginarme un escenario en el que mis hijos digan "mi mamá me quiso mucho y me llenó de besos y abrazos siempre que lo necesité y lo quise" a uno donde digan "mi madre me enseñó a ser un buen muchachito desde pequeño y a dormir en mi cama sin molestar a nadie"; prefiero que digan "mi mamá cantaba y bailaba con nosotros" a que digan "mi madre nos enseñó a comportarnos y no hacer ruido ni importunar a los demás"; y que digan "si algo se nos rompía o se nos caía, nunca hacía drama por ello" en lugar de "qué miedo nos daba si algo se nos rompía o se nos caía porque mi madre, que quería que aprendiéramos a ser cuidadosos y a valorar lo que cuestan las cosas, nos ponía unas gritonizas de aquellas".

Prefiero hijos amorosos, que sientan que sus necesidades afectivas siempre estuvieron cubiertas, que crezcan libres y felices, sin miedo y sin resentimientos. Al final creo que es justamente eso lo que los hará adultos estables y responsables que podrán recordar que su mamá distaba mucho de ser perfecta, pero siempre fueron lo más importante para ella, espero que digan, como digo yo misma sobre mi mamá "sí, la vida está centrada en mamá, pero la vida de mamá estaba centrada en la nuestra". 

Monday, May 9, 2011

Aaaaaaah ¡con que por eso los papás van a Mc Donald's!

Este fin fue de celebración, Día de las Madres en Canadá y mi aniversario de bodas. Celebré tal y como puede celebrar la mamá de una Frijolita de dieciséis meses, embarazada de dieciocho semanas y casada con un Chef... solita y en mi casa (¡prrrrurum, psssst!), pero cero drama, la verdad es que fui muy feliz disfrutando a mi chavita y reflexionando sobre lo sumamente afortunada que soy al tener a ese par de güerejos en mi vida (¡más el que viene!).

Fue un fin de semana sumamente productivo, afortunadamente me sentí muy bien, así que aproveché el tiempo al máximo haciendo algunas de las cosas que más me gustan: limpiar y ordenar la casa (y no, no es sarcasmo, de verdad me gusta jojo, ya sé pateeeeeeeetica). 

Como además de Día de las Madres era mi aniversario, decidí cocinar para mi Maple Pie su platillo mexicano favorito (rajas con crema) y uno nuevo para él (tostadas de tinga de pollo). Así que el sábado lavé toda la ropa, organicé los clósets de los tres y llevé a la Frijolita y a Xuni a dar un paseo por la marina con la intención de llegar a la tienda de helados. ¿Han intentado sacar solas a una perrita loca y una niña pequeña en triciclo de principiantes estando embarazadas? ¿Noooooo? ¡Pues no lo hagan jamás! Qué helado ni qué nada, creo que la libré por tres cuadras o algo así y tuve que regresarme ante una pug que respiraba como si le fuera a dar un infarto fulimante, una niña que no cesaba de quitarse los zapatos y lanzarlos a la calle, un triciclo que no cooperaba conmigo y una serie de construcciones en la marina que bloqueaban mi paso. Pero no teman, el helado me lo compró el esposo después porque me llevó en coche a la tienda, jojo.

Antes del helado, el Maple Pie, que salió temprano para pasar un rato con nosotras, nos llevó al veintiúnico restaurante decente que tiene este pueblo del averno (no miento... pero exagero, hay como dos restaurantes decentes, quizá tres, pero este es el que nos gusta más). La Frijolita siempre se porta bien en los restaurantes, pero es mucho pedirle a un niño pequeño estarse quieto por más de quince minutos habiendo tantas diversiones potenciales a la mano como saleros, menús, otros comensales, muchas sillas, mucho espacio, etc., así que después de ordenar nuestras bebidas, el esposo y la Frijolita se dispusieron a "pasear" por el lugar para distraerla.

Así que ahí estaba yo, disfrutando de mi refrescoooote (ash, ya sé que no debería tomar refresco, pero era día de fiesta) cuando de repente por todo el restaurante se escuchó el agudo y estridente ruido de la alarma de incendios; todos los comensales comenzaron a voltear para todos lados y yo de plano me pregunté si era hora de salir corriendo y comencé a buscar con la mirada a mis güerillos. Cuál sería mi sorpresa al encontrarme con que ahí estaba la Frijolita con la manota en la alarma de incendios mientras el esposo, rojo como jitomate, y sonriendo nerviosamente decía "ay perdón, fue mi hija, jijijiji, perdón, perdón".

Zaz

Ya me veía yo saliendo escoltada por el manager con mi cara de vergüenza y veía la foto de los tres pegada en la entrada bajo un letrero de "prohibido el paso a estos revoltosos". El esposo regresó a la mesa (tomando el camino largo para que nadie lo viera, por supuesto) y de inmediato se puso a darme explicaciones ante la cara de perro encolerizado que seguramente le puse. Resulta que la Frijolita, que siempre se porta bien, se ha vuelto muy ágil y en un dos por tres de repente se subió al silloncito arriba del cual está la alarma contra incendios y "pum" presionó el botón rojo... porque si algo le ha enseñado Fisher Price es que los botones rojos son para apretarse porque hacen cosas chistosas como, hey, ese sonido agudo y estridente que de repente llena el lugar.

Cuando la mesera llegó con nuestras bebidas nos dedicamos a ofrecer disculpas y "mire, ella siempre se porta bien, no sé qué pasó, es que me distraje, le juro que no vuelve a pasar ¡por favor no nos corraaaaaaaaaaaan!". A lo que más le temíamos era a que llegaran los bomberos y nos multaran por miles de millones de dólares y tuviéramos que vender un riñón, pero afortunadamente, el manager les llamó con tiempo evitando un problema mayor. La mesera, muy linda ella, nos dijo que la alarma andaba medio sensible y llevaban muchos incidentes donde se activaba sola, así que no teníamos de qué preocuparnos.

Pasado el oso -y tras una muy generosa propina y haberle comprado un trago al manager para que no nos odiara para siempre- el esposo me dijo "¡¡con que por eso los papás van a Mc Donald's!!" y a mí también me cayó el veinte. Pues sí ¿dónde más puedes dejar a tus hijos ser niños sin estar "no hagas ruido, no jueges con el tenedor, no molestes a la señora, no corras"? Si dan lata les quitas los zapatos y los metes a los jueguitos mientras los observas tras un vidrio estratégicamente colocado frente a una barra con banquitos y ya está.

Claro, renuncias a una buena comida y te embutes las arterias de grasas saturadas y sodio, pero estoy segura de que en Mc Donald's la alarma contra incendios está lejos de las manitas de los niños. No me malentiendan ODIO Mc Donald's y creo que prefiero que mi hija tome aceite directo de la botella a darle un solo Mc Nugget, pero entiendo el éxito del concepto entre las familias.

Supongo que el debate es viejo ¿tienen derecho los papás con niños pequeños a ir a restaurantes decentes o deben restringirse a los restaurantes de comida rápida o los "children friendly"? Los solteros, y los niñofóbicos dirán que sí, que somos como leprosos y deben tenernos lejos, muy lejos de los demás, exiliados fuera de los aviones, fuera de las tiendas y fuera de los restaurantes. El sábado, sin duda, le dimos un muy buen argumento a quienes piensan así.

Pero bueno, así es esto, y además ya tenemos una anécdota que contar, tipo la que mis papás SIEMPRE cuentan sobre la vez que fueron al Sanborn's de los Azulejos y tuvieron que huir despavoridamente gracias a un desastre incontrolable en mi pañal (en una época en la que no había lugar para cambiar pañales en los baños). Según cuentan, pasaron años para que volvieran a salir a comer a un restaurante... bueno, ya veremos si nosotros nos volvemos a animar (a lo mejor sí, somos muy descarados).

Pero volviendo al Día de las Madres/Aniversario de bodas...

Tras un sábado productivo, me dispuse a vivir un domingo aún más productivo. Me levanté temprano no porque me guste madrugar sino porque la Frijolita no comprende el concepto de "fin de semana" y me dediqué a: cambiar a la Frijolita, darle de desayunar, sacar a Xuni a hacer pipí, jugar con la Frijolita, cocinar la tinga y las rajas con crema, lavar tooooodos los platos y cazuelas, limpiar a fondo la cocina (incluyendo el piso), doblar toda la ropa lavada, aspirar y limpiar a vapor las alfombras y los sillones, lavar los baños, hacer la cama, subir a la Frijolita para su siesta, ver tele, hablar con mi mami por Skype antes de que se fuera a la Marcha Nacional (eres mi máximo mami), checar Facebook y Twitter, sacar todos los DVD de sus cajas y ordenarlos alfabéticamente en carpetas alejadas del alcance de mi niña (para evitar que la Frijolita siga con el hobby de sacar toooodas las cajas y botarlas por toda la casa) y otras cosas que seguramente se me olvidan.

Al llegar el esposo, calenté todo y le serví de comer; cuando le conté todo lo que había hecho en el día me dijo "are you on crack??? How do you have time for all of that!!??" (algo así como "¿estás en drogas? ¿Cómo haces para tener tiempo para todo eso?". Yo contesté un simple "¡tururú!". La verdad fue un gran halago, yo no sé cómo le hago, pero lo hago, supongo en parte porque no me sé quedar quieta por mucho rato y me desespera el desorden, pero creo que la mayoría, sino es que todas las mamás, hacemos lo mismo y mucho más porque... no nos queda de otra, así este negocio.

Por la noche, vi al esposo hacer una listita y al preguntarle qué era me dijo "estoy viendo qué  bola de cosas puedo hacer mañana que no voy a trabajar para que no pienses que soy un flojo inútil mientras tú eres Super Mamá". Repito, el halago del año.

Así que no me queda más que felicitar a todas las que, como yo, hacemos que nos rinda tiempo, dinero y corazón para hacer todo lo que nos corresponde y hacerlo con todo el amor del mundo

¡Feliz día a todas las Super Mamás en todos lados!

Wednesday, May 4, 2011

Post de todo y nada y así

A veces se me ocurren cosas qué escribir, y luego se me olvidan. Otras veces quiero escribir y no se me ocurre qué... total que últimamente mi pobre blog está en el abandono, pero sirva este post de intento por no dejar de escribir, que al final es lo que me gusta. 

Estoy muy contenta por las respuestas al post pasado, en vivo y por escrito; cada vez me convenzo más de que no tengo por qué aferrarme a una idea fija de cómo "deben ser las cosas" sino disfrutarlas como vengan, así que sigo con la idea de disfrutar mi cesárea lo más posible, finalmente, muy probablemente sea la última vez que viva la experiencia de tener un hijo y más vale disfrutarla porque dentro de poco mis hijos serán grandes y no me quedarán más que los recuerdos de sus primeros días.

Al mismo tiempo, descubro que en este rollo de la maternidad hay muchas formas de pensar y no hay una que sea la absoluta y verdadera, lo importante es seguir nuestro instinto y estar en paz con nuestras decisiones. Ha sido muy interesante escuchar experiencias de amigas que han amamantado hasta un año completo y que me dicen que tal vez hubieran hecho las cosas de forma diferente "de haber sabido" y que, por lo menos en mi percepción, no se sienten superiores ni mucho menos por haber amamantado, y no ven con desprecio a las mamás que optan por la fórmula y los biberones. Me gusta escuchar estas historias porque son una prueba más de que hay muchas formas de pensar y ninguna es la "correcta".

Y en fin, vienen a mí puros pensamientos sueltos:
- Se acerca el Día de las Madres en Canadá y en México. Yo me siento "chamaqueada" porque mi aniversario de bodas es el día 8 de mayo, el Día de las Madres en Canadá el primer domingo de mayo y en México el 10 de mayo... se me juntan los tres días y, POR SUPUESTO, dudo que me celebren los tres. Por si fuera poco, el Día de las Madres es uno de los más ocupados en la industria restaurantera, así que el esposo trabaja TODO el día y yo me quedaré en mi casita a picarme los ojos y corretear a la Frijolita. Ni hablar, lo importante es que tengo mucho qué festejar, tengo un marido fantástico y una hija maravillosa.
- La Frijolita es FELIZ en la guardería y nosotros también; las maestras la quieren y la tratan muy bien y siento que estar en contacto con otras personas y otros niños le está ayudando mucho a desenvolverse más. Habrá quien me diga que es coincidencia, y que todo se debe a su edad, pero desde que entró, se ha soltado a hablar muchísimo y es más activa y sociable. Por si fuera poco, nos han hecho comentarios muy positivos sobre su personalidad y comportamiento y yo me siento pavo real.

- Ya que estoy en eso, el debate de las guarderías la verdad es que para mí no tiene mucho sentido, me parecen necesarias para los papás que trabajan y considero que deben estar disponibles, ya si los niños van o no es decisión de sus  papás, pero lamentaría muchísimo que no existieran, o que existieran solo para ciertas familias o a partir de edades más avanzadas (digamos después del año) porque tanto hay mamás que sufren por tener que regresar a trabajar como mamás que quieren regresar a trabajar pronto porque les gusta (y eso no las hace malas madres). Yo de verdad no concibo no volver a trabajar nunca, claro, me encantaría tener más meses de licencia de maternidad porque tres son una verdadera burla, pero de eso a que pase lo contrario y me "obliguen" (por falta de guarderías) a no trabajar más de seis meses o un año, NO SEÑOR. Creo que este tema alcanza para un post en sí, ya veremos.

- Los hijos proporcionan placeres y alegrías muy sencillas que hacen que todo valga la pena; la Frijolita casi diario hace algo que me derrite de ternura o me mata de risa, ya sea que ilumine el dibujo de un patito en la guardería, que cante a su manera "Firework" de Katy Perry o que me arremede sin piedad cuando llamo a su papá diciendo "honeeeeeeeeeey!!!". 

- Por fin me decidí (aaaaay qué mentira, la náusea y los malestares me obligaron, qué) a dejar de comer como si no hubiera un mañana y estoy tratando de comer mucho mejor que antes. Afortunadamente todavía no subo demasiado de peso, pero tendré que poner muchísima atención a la báscula y lo que como para evitar convertirme en Jabba The Hut otra vez (nota mental, pegar una foto de Jabba en el refrigerador y la alacena). Ahora recuerdo con mucha risa mi decepción al no haber regresado a mi peso inmediatamente después del nacimiento de la Frijolita ("¿y por qué todavía tengo panza?") ja ja jaaaaaa.

- Esta nueva panza va bien, he tenido días malos (muy malos) pero en general me siento bastante bien. Quizá en las próximas semanas nos enteremos si viene un Borreguito o una Borreguita y ya les estaré contando. Sigo tomándome fotos una vez por semana, pero esta vez haré una edición diferente y por eso no se las he enseñado a nadie, pero ya pronto. 

- Hablando de lo cual, sufro como Precious porque hemos tomado la decisión de no ir de vacaciones a ver a la familia del Maple Pie este verano. Mi mamá tenía razón (ash), es mejor estarme quietecita este año más que nada por mi propia comodidad (eso de viajar por todos lados con la Frijolita y el Borreguito en la panza no está NADA fácil). Lo que sí, me hacen falta vacaciones en la oficina; últimamente me enojo mucho y necesito un descanso de muchas muchas cosas.

Y en fin, como advertí, este post fue de todo y nada, ojalá el trabajo (en la oficina y en la casa), el embarazo y demás ocupaciones y distractores me permitan escribir algo mejor en los próximos días.

Wednesday, April 6, 2011

¿Por qué sufrirla? ¡Hay que (tratar) de disfrutarla!: La (ne)cesárea, parte I

Como ya todos saben, mi sueño dorado siempre fue tener un parto natural, de preferencia acuático, tan chairo como fuera posible, casi que con incienso, chamán y guajolote corriendo por el cuarto incluídos, sin anestesia ni nada parecido, así, "a lo macho". Tener que pasar por una cesárea fue muy decepcionante y muy doloroso, sufrí mucho, pa qué más que la verdá.

Luego, me encontré con muchos blogs y muchas páginas en favor del parto natural y en contra, corrijo, apasionadamente en contra, de las cesáreas; vi muchos videos en Youtube donde presentaban los partos naturales como poco menos que un extasiante paseo por el parque (unas dicen que hasta son orgásmicos, perdón pero no mamarrrrrr) y a las cesáreas como un festival de sangre y tripas. Los médicos, claramente, son el enemigo según esta visión, malditos intrusos en un proceso que debe ser nuestro, nuestro, nuestro; mercenarios de la salud que tasajean a cualquiera bajo el menor pretexto para sacarnos más dinero; diabólicos desalmados a los que nada les importan ni las mujeres ni los bebés.


 "¿Qué cree? ¡Va a ser cesáreaaaa! ¡MUAJAJAJAJAAAAA!"


Toda esta información me deprimió más y más, sentía que había fallado como madre desde el primer momento, que había hecho trampa y que no pertenecía al club selecto de aquellas que "sí habían vivido la mejor experiencia de la vida de una mujer". Por el solo hecho de haber parido por cesárea ya me encontraba en una categoría diferente, en la de las flojas y la de las tontas (porque resulta que una no se informa, ni se defiende contra los malvados doctores que solo buscan acuchillarnos a como de lugar).

Tanto me confundió leer toda esa vorágine de información contra las cesáreas, que en mi cabecita loca me convencí de que la mía propia había sido un complot de mi médico con mis padres y mi marido; de alguna forma estaba segura de que con tal de evitarnos el más mínimo contratiempo a la bebé y a mí, habían preferido que me rajaran la panza, y que les aterraba la idea de un parto largo y doloroso por lo que pensaban que me estaban ayudando al optar por una cirugía. No, pos no.

Mi cesárea fue muy necesaria, ya lo entendí, y ya hice las paces con ella. Me animaba mucho la idea de que probablemente el siguiente parto podría ser natural, pero por muchas causas  no podrá ser así y terminaré otra vez con una cicatriz en la pancita (chale, y yo que cicatrizo tan feo).

No explicaré las causas porque me da un poco de flojera -a lo mejor otro día con más calma- y porque no quiero provocar comentarios donde resulte que todos mis lectores son doctores y saben más que mi médico de aquí, mi médico de allá y mis papás médicos juntos; tampoco me dan ganas de que me recomienden al Doctor Chuchito de Tal porque no lo voy a ir a ver porque vivo hasta casa del carambas y francamente no quiero que me hagan enojar diciéndome que si no investigué bien o que si no estoy haciendo el esfuerzo suficiente. Créanme, llevo meses metida en esto, desde antes de estar embarazada y ya llegué a la conclusión de que no solo es la mejor opción sino que es mi única opción.

Está bien, nomás por no dejar tomen en cuenta esto: para intentar un VBAC (Vaginal Birth After Cesarean) el hospital en donde se lleve a cabo el parto debe tener una capacidad de respuesta tal que te puedan meter al quirófano en menos de treinta minutos después de iniciada una ruptura uterina porque si no... se muere el bebé y te puedes morir tú, así de fácil. Ahora bien, el hospital de Tomatito no tiene esa capacidad, y por tanto, ningún médico de acá se avienta ese paquetote.

Si bien las probabilidades de una ruptura uterina son de algo así como 1.5%... lo cual se traduce en uno de cada quinientos... ¡es muchísimo! O por lo menos me parece muchísimo cuando lo que está en riesgo es la vida de tu bebé... para mí no hay riesgo que valga, y mucho menos vale la pena ponernos en riesgo a los dos solo para que yo pueda unirme al "Club de las Mujeres Superpoderosas que sí Paren a sus Hijos sin Anestesia y en la Bañera de su Casa Goeeei".

Así que ahí está, cesárea tendrá que ser, y lo sé desde hace ya varias semanas. Me puse triste, sí, y lloré bastantito; maldije mi suerte levantando el puño hacia el cielo y me enojé con todo mundo porque ¿por queeeeee yo que todo lo puedo no puedo con esto? Pero ya, ya hice las paces con la situación y entonces quise ponerme a investigar más al respecto para llegar menos apanicada al quirófano y disfrutar más la experiencia.

Sí, dije "disfrutar". "¿Pero cómo puedes disfrutar un proceso invasivo donde te abren las tripas y te extraen al bebé?" podrán pensar; pues así como otras disfrutan que una personita del tamaño de una sandía les salga por un hoyitito, así, igualito, con calma y valorando el hecho más importante que es que estás trayendo una vida al mundo.
Antes de que se me avienten a la yugular, sí, sé muy bien que actualmente se practica un alto número de cesáreas innecesarias, y que sí hay muchos médicos y mujeres que las programan por comodidad sin tomar en cuenta los riesgos (finalmente es una cirugía mayor). Conozco bien las desventajas porque ya las viví en carne propia, se trata de un parto algo despersonalizado porque no ves nada, te tienen inmovilizada (para tomar tus signos vitales, para suministrarte la anestesia y también para que evitar que por reflejo metas las manotas en medio de tus intestinos expuestos, fuchi) y te separan por más tiempo del bebé para volver a acomodarte las entrañas y coserte. La recuperación es tardada y dolorosa, la primera semana no te puedes levantar sin ayuda y recuerdo haberle pedido a mi marido un par de veces que me diera un tiro para terminar con mi miseria porque el estúpido Dolac no me quitaba el dolor. El amamantamiento puede verse obstaculizado y ya no te puedes poner bikini (aunque en mi caso eso tiene más que ver con los noventa kilos de más con los que me quedé y las bonitas estrías que porto en mi vientre, wiiiiiiiii).

¿Ventajas? La que más he encontrado me parece un poco vacua, aunque enfrentémoslo, es importante: quedas "intacta", lo cual, según me dicen, los maridos valoran bastante aunque no lo digan (el mío no es tan guarro como para hacer un comentario así, pero bueno, hay de todo y además a lo mejor no lo dice pero lo piensa ¿eda?). Pero yo les traigo una mucho mejor que por alguna extraña razón no me he encontrado en ninguna página o blog, aquí va:

Nos da la oportunidad de ser madres a muchas mujeres que de otra forma hubiéramos perdido la vida o hubiéramos perdido a nuestro bebé.

¿Ah verdad? ¡Superen eso novatos! Aceptemos esa realidad una por una, en mi caso es así de simple, si no hubiéramos programado una cesárea para la Frijolita, muy probablemente hubiéramos sufrido enormes complicaciones que pudieron habernos puesto en gran riesgo a las dos. La cesárea me permitió darle la bienvenida a una bebé sana y volver a ser mamá. ¿Hay de verdad alguien que pueda atacar eso? Espero que no.
Me entristece, sin embargo, no encontrar hasta el momento ningún recurso en Internet en donde las mujeres defiendan su cesárea, necesaria o programada por decisión propia. La mayoría de las historias son tristes y dolorosas, lo cual se entiende porque muchas de las cirugías fueron efectuadas tras arduas horas de labor de parto que culminaron en una cesárea de emergencia, a las que la mayoría de las mujeres llegaron cansadas y asustadas.

¿Pero dónde están las mujeres que por alguna razón u otra -la que sea- decidieron que querían parir por cesárea? Supongo que escondiéndose de las del Club de Mujeres Superpoderosas que atacan sin piedad a las que no piensan como ellas.

Y que conste que yo no odio a las señoras del Club, al contrario, la verdad es que las admiro y sí, también las envidio un poquito (bueno, un muchito), pero hay unas a las que de plano se les sube la idea de que son superiores por haber parido naturalmente y ven por encima del hombro a las cesarientas, mientras otras dedican su tiempo libre a atacar a la medicina moderna sin pensar un poquito en que gracias a ella muchos estamos ahí.

Bueno, yo pondré mi granito de arena. Mi segunda cesárea será también necesaria, pero esta vez la voy a aceptar y a disfrutar, sí, a disfrutar, porque es un milagro (no encuentro una palabra mejor) engendrar vida y es una enorme suerte, vamos, una bendición (de nuevo, no encuentro una palabra mejor) tener la oportunidad maravillosa de ser madre, no importa el método por el cual lo seamos, por adopción, por fertilización artificial, por parto natural o por cesárea, todas somos madres y debemos celebrarlo.

Así que me propongo irles contando mis progresos investigativos sobre el tema de la cesárea y mi propio proceso de preparación para darle la bienvenida a mi Borreguito. Me propongo que ese día no estaré asustada y tendré todos mis sentidos lo más alerta posible para vivir de nueva vez el proceso de traer vida a este mundo.

Ahí les cuento...

¿Y ustedes qué opinan? ¿Alguna tiene alguna historia positiva de cesárea? ¡Cuéntenme! 

Friday, March 25, 2011

One down, two to go!

Mañana termina oficialmente mi primer trimestre de embarazo, ay qué felicidad. Yo no sé las demás, pero para mí el primer trimestre es el peor... bueno, también el último se pone punk... bueno, en realidad creo que solo me gusta el segundo trimestre, pero el primero es en particular mi menos favorito de todos.

No es que no sea feliz como una lombriz, al contrario, me encanta la emoción que se siente cuando la rayita de la prueba te hace darte cuenta de que tienes un frijolito en la panza, pero no soy fanática de las semanas donde parezco una repetición sin final de aquella famosa escena del Exorcista donde llena todo de sopa de chícharos (¿que no? Eso es sopa de chícharos, jojo).

"¡Te dije que no quiero pollooooo!"

Tampoco soy muy fan de levantarme tres veces en la madrugada al baño (de por sí ni duermo bien por la Frijolita), de tenerle asco al pollo, y mucho menos, de andar por la vida como zombie, desubicada, adormilada y más cansada que si hubiera corrido un maratón (que no sé si sea cansado porque nunca he corrido uno, pero yo digo que sí).

No, definitivamente no hay nada como el segundo trimestre. Por fin dejas de verte como si le estuvieras entrando con demasiada fe a los tamales y comienzas a verte embarazada; puedes guardar tus pantalones normales y ponerte los de maternidad sin sentirte ridícula (¿a quién engaño? Yo me puse los de maternidad apenas salió la rayita en la prueba, pero bueno, por lo menos ahora no me siento "tan"ridícula). Por fin se te ve la tan ansiada pancita, pero todavía no pareces "Jabba The Hut" y aún te puedes mover y andar por la vida feliz sin ningún sentimiento de "denme un balazo ¡YA!".

"I'm not fat, I'm pregnant!!"

Ya en serio, quizá lo que más me gusta de que termine el primer trimestre es esa sensación de "alivio" que llega con las doce semanas, el sentimiento de "ya la libré". Tanto nos dicen que el primer trimestre es el más delicado, en el que hay más peligro de perder al bebé, que, al menos para mí, cualquier retortijón, cualquier coliquito, se convierte en señal de alarma. Tan solo anoche la pasé en vela, preocupada por un dolor de estómago que no se me quitaba, que no lograba siquiera hacer la lógica conexión de que el dolor no tenía nada que ver con el bebé y sí mucho con la espantosa cena de Mr. Noodles y papas con brócoli y queso amarillo de microondas que fodongamente me empaqué con tal de no cocinar.

Ahora viene la parte más divertida, ver crecer la panza, conocer el sexo del bebé, empezar a sentir las pataditas, dejar que todos te apapachen y te consientan y tener más pretexto para no levantar ni una pluma del piso.

Entre mis planes están empezar mi serie de fotografías semanales (que espero en este embarazo queden mucho mejores que en el pasado), dejar de comer Mr. Noodles y Cheettos, seguir haciendo ejercicio y repetir una y cien veces "but honeeeeeeey, I'm pregnant!!" cada que me resulte conveniente.

¡Uffffff no puedo esperar!



Tuesday, March 15, 2011

La primera enfermedad de la Frijolita

Antes que nada, quiero agradecer todos los amables comentarios que he recibido acerca del blog ¡ya siento que los amo a todos! Aunque a veces no los pueda responder, los leo y agradezco todos.

Bien, ahora, al grano.

Resulta que la Frijolita ya entró al Daycare (a la guardería, pues). Ya me habían advertido que se me iba a enfermar y que no volvería a ver su carita libre de mocos de aquí a que entrara a la Universidad, pero por alguna razón, minimicé los comentarios... debe ser esa tendencia mí a pensar que "a mí no me va a pasar".

Aja.

Todo empezó el sábado después de su clase de natación cuando íbamos rumbo a casa de su tía. En un primer momento, el esposo dijo que el violento vómito que tapizó la parte trasera del coche se debía a que "seguramente" la Frijolita había tragado agua de la alberca (claro, como la que se mete con ella soy yo y la dejo deglutir agua con cloro y salada a su antojo, pffff). Más tarde, cuando no dejaba de parecer la doble de la niña de El Exorcista, al esposo se le ocurrió que a lo mejor no era el agua de la alberca sino algo más.

Y así, con la duda, se fue a trabajar mientras yo me quedé a cuidar de la pobre chamaca que no dejaba de verme con ojitos de "¿por qué me pasa esto, mami?". Sobra decir que el día no estuvo nada divertido, y me pregunto si mi cuñada alguna vez volverá a invitarme a su casa luego de que la Frijolita tapizó toda su alfombra blanca de puré de manzana con frambuesa (tip: nunca le den a un niño vomitón comida de colores estrafalarios).

Omitiré más detalles gráficos sobre mi fin de semana y toda la semana siguiente, pero baste decir que jamás había cambiado tantos pañales en un solo día y que la casa era una zona de desastre llena de montañas de ropa por lavar de manera urgente; que nos quedamos sin edredones y que terminé lavando como pude mi pobre colchón.


Los primeros días nos dedicamos a observar e hidratar. Como estuve sola y sin coche durante el fin de semana, me las tuve que idear para preparar suero casero y atole de harina de arroz (en un país en el que de todos modos no venden harina de arroz más que en las tiendas mexicanas). Gracias a Dios existen los abuelos, y para suerte de la Frijolita, los suyos son, además de preocupones, médicos, así que tuve un muy buen coacheo por Skype sobre cómo mantenerla lo mejor posible en espera de que se recuperara sin necesidad de medicamento.


Ya para el cuarto día nos fuimos al doctor, que nos dijo, como ya sabíamos, que se trataba de un bug que andaba suelto y pegándole muy duro a todo mundo. Nos recomendó Kaopectate y muchos líquidos, además de que nos felicitó porque la veía muy bien hidratada.


Como la nena no mejoraba, sino todo lo contrario, dos días después corrimos a Urgencias, donde nos volvieron a decir lo mismo, y nos sugirieron esperar unos días más antes de iniciar un antibiótico para permitir que las defensas de la Frijolita actuaran por sí mismas. Nuevamente, nos felicitaron por lo bien hidratada que estaba.


Lo de la hidratación es paranoia mía. Yo viví de niña la epidemia de cólera en México y no se me olvidan los anuncios en la tele sobre el Vida Suero Oral y los síntomas y peligros de la deshidratación; es más, hasta me acuerdo de un comercial de caricatura donde Cantinflas explicaba a detalle cómo preparar el suero y cuándo ir al hospital, al final decía "¿ya ve? ¡Salvó la vida de su hijo!". Por alguna razón todo esto se me quedó muy grabado en la mente, así que durante los días que la Frijolita estuvo enferma, no dejé de repetirme que tenía que darle suficientes líquidos y suero (no se preocupen, el casero solo se lo di el primer día, después compré Pedialyte). 


Fueron días muy pesados y muy cansados, no podíamos dormir porque teníamos que cambiar pañales toda la noche y durante el día había que estar alertas al estado de la bebé. Lo más difícil de todo era verla tan apagada, con los ojitos tristes, sin moverse, jugar ni sonreir... no era la misma niña de siempre y a mí me partía el corazón verla así.


Es difícil ser paciente cuando un hijo está enfermo, quieres que se recuperen ya, Ya, YA, YAAAA, y no sabes cómo, quieres hacerlos sentir mejor, y no sabes cómo. Dan ganas de ir al doctor y que te den una "fórmula mágica" para curarlos de inmediato, pero yo sé que las cosas no funcionan así. Es difícil entender que estas cosas pasan, que es normal que al entrar en contacto con otros niños y otros lugares pesquen bichos e infecciones y que al final es "bueno" porque su sistema inmunológico se fortalece. Es difícil también esperar a que el asunto se resuelva por sí solo sin usar antibióticos, sé que habrá quien nos critique, pero yo sé que lo mejor es no dejar que la niña comience a generar resistencia a los antibióticos desde ahora y permitir que su sistema se encargue de infecciones como la que pasó. Ver claramente a mediano y largo plazo es difícil cuando tu pequeño no la está pasando bien, pero es parte de nuestra labor como padres saber tomar las mejores decisiones para ellos. La sugerencia del médico fue aceptada por nosotras y vista con muy buenos ojos profesionales de mis papás, así que me quedé más tranquila.


Al final, y poquito a poco, la infección cedió y todo volvió a la normalidad. Tomó su tiempo, la Frijolita quedó algo irascible y muy necesitada de atención y apapachos por casi una semana más; además, se despertaba por las noches, más seguido de lo normal, gritando y llorando quién sabe por qué (no tenía hambre, no estaba sucio su pañal, estaba ahí juntito a nosotros).


Todo esto, obviamente, tuvo consecuencias en nosotros, estábamos cansados, y si bien no de mal humor, tampoco muy festivos que digamos, pero sobre todo, preocupados y esperando a que nuestra Frijolita se recuperara y volviera a ser la misma de antes. 


Un par de semanas sin duda difíciles, pero sobrevivimos (yeeeeeeeei) y la Frijolita ha vuelto a ser la niña alegre y locochona de antes... cuánto la extrañamos. 

Wednesday, February 16, 2011

¡Vamos por otro!

Cuando la Frijolita tenía por ahí de dos o tres meses, recuerdo que el esposo me dijo "I can't wait to have another baby" y que un escalofrío de terror me recorrió la espalda... ¿otrooooooooo? "You have to be frigging kidding me!!!", le dije, y se me quedó viendo con total desconcierto porque antes de que naciera la Frijolita ya habíamos discutido que queríamos tener dos hijos.. quizá tres ¿qué me pasaba entonces?

Bueno, pasaba que la cicatriz de la cesárea todavía no sanaba por completo y no podía realizar mis actividades normales que incluyen andar como chango de un lado a otro, pasaba que estaba a nada de botar la lactancia porque no estaba funcionando para ninguna de las dos, pasaba que llevaba meses, desde que estaba embarazada, que no había dormido nada bien, estaba exhausta y adolorida. Con tal estado de ánimo, la idea de un segundo bebé me parecía una locura ¡si apenas podía con la Frijolita! Claro, la felicidad inundaba nuestras vidas como nunca antes, pero a la vez, nos enfrentábamos a la realidad de que un hijo revoluciona tu vida de una manera que no te esperas por mucho que te lo cuenten.

Así que pasé meses pensando que a lo mejor estábamos mejor así, con una hija, además de que, confieso, empezaba a ponerme nerviosa la idea de que el siguiente fuera niño porque ¡no sé nada de niños! Soy una Girlie Girl total y absoluta, a mí pónganme una niña enfrente, de cualquier edad, y soy feliz; vestiditos, holanes, muñecas, cosas rosas y moradas son lo mío. Las niñas son tiernas, bonitas y cariñosas, los niños... no sé.

Pongamos como ejemplo al hijastro, pobre del hijastro, que la primera vez que se quedó solo conmigo por unas horas terminó jugando con mis collares y aretes ante mi total ineptitud de idear un juego más "varonil". Los niños, de acuerdo a mi nula experiencia, son flatulencias, raspones, pistolitas de juguete, agresividad, desorden y desobediencia. ¿Yo tener uno? Uuuuhhhhmmmm, no.

Pero el tiempo ha ido pasando y la Frijolita crece más y más. Su carita de bebé se va transformando en la carita de una niña, ya camina sin ayuda por el súper y comienza a hablar. Algo raro, muy raro comenzó a pasar al tiempo que mi Frijolita se ha ido despegando de la etiqueta de "baby" para entrar en la de "toddler", algo que, estoy segura, es una conspiración de la naturaleza.

De repente, me dieron ganas de tener otro bebé en mi vida; otro bodoquito con los puñitos y los ojos cerrados, que solo duerme, come y hace pipí y popó, una personita chiquita chiquita que casi no pesa (ahora me cuesta imaginar la época en que la Frijolita era así de pequeña), otra carita arrugada con una boquita sin dientes.

A la vez, nos entró la convicción de que podemos hacer esto otra vez ¡y mejor! Sí claro, porque esta vez ya sé a lo que voy, ya sé cómo cambiar pañales, bañar recién nacidos, cortar uñitas y dar de comer. Ya soy una experta. También sé cuáles son los errores más fáciles de cometer y conozco bien las cosas que me hubiera gustado hacer mejor.

Pero el último factor que me hizo decidirme por tener otro hijo fue la "amnesia cortesía de Mamá Naturaleza". Ya me lo había dicho una amiga... todo se te olvida, de repente, un día ya no te acuerdas de los meses que pasaste vaciando las entrañas por todos lados gracias a las náuseas, ni de las noches parándote cada hora para ir al baño, ni de los tantos dolores que a veces nos aquejan en el embarazo, ni te acuerdas del dolor indescriptible del parto o la cesárea... y ahí vas otra vez.

Bueno, decir que se nos olvida es una exageración, claro que recordamos los hechos, pero las sensaciones son casi imposibles de revivir, así que, por lo menos en mi caso, aunque me acuerdo bien que a partir del sexto mes no podía caminar bien porque mi pierna izquierda no estaba soportando bien el peso, y recuerdo que al día siguiente de la cesárea, cuando me quitaron por completo la anestesia, quería pedir a gritos que alguien tuviera piedad de mí y me diera un tiro, y también recuerdo el dolor durante la lactancia, los pezones sangrantes y agrietados, los pechos hinchados y adoloridos que no toleraban ni el roce del agua en la regadera, la verdad es que "no me acuerdo bien" cómo dolía y una parte de mí dice "meeeeh, si sobreviví esa ocasión, sobrevivo esta". Ese es, según una amiga mía diría, el truco de Mamá Naturaleza, que todo el dolor y todas las molestias se quedan en tu mente como un recuerdo más y un buen día queda tan atrás que dices "yo puedo hacer esto otra vez".

¿Acaso entonces la decisión de tener otro hijo está influenciada en parte por esa sensación que nos invade como padres de estar mejor preparados y de poder mejorar, de esa "amnesia" que nos convence de que no estuvo todo tan mal la primera vez y de esa nostalgia que surge al ver crecer a los hijos? Puede ser.

Sea como sea, llegó el momento en que la idea de otro bebé, en lugar de aterrorizarme, me llenaba de emoción y comenzó la labor de buscar un segundo embarazo.

Para mi enorme sorpresa -y para orgullo del esposo- éste llegó mucho más rápido de lo que yo pensaba y ahora, nos preparamos para recibir nuestro segundo torbellino, nuestro Borreguito (nos gustan los borreguitos, cosa de familia). A ver si es cierto que estamos listos para todo, ya les contaré.