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Tuesday, March 27, 2012

Seis meses de Borreguito y de lactancia materna exclusiva

La verdad es que llevo mucho tiempo emocionada por poder escribir este post. Me lo prometí como un premio y por fin el gran día llegó. Hoy cumplimos seis meses de lactancia exclusiva.

Borreguito, aw

La historia de mi primera lactancia la pueden leer aquí: http://mothersutopia.org/wordpress/2011/02/21/del-amor-al-odio-y-a-medio-camino-de-regreso/ pero si no pueden/quieren, basta con saber que tenía muchas ganas de que funcionara, creía que tenía toda la información, las ganas y la disposición necesarias, pero al final no funcionó y ese fracaso se convirtió en una espinita que quería sacarme con mi segundo bebé.

Quizá el cambio más significativo entre mi primera experiencia y la segunda fue la presencia en mi vida virtual de las #mamástuiteras, muchísimas de ellas prolactivistas y mamás lactantes que durante meses me fueron proporcionando información y apoyo. Sin duda llegué mucho mejor armada al nacimiento de mi hijo.

Pero definitivamente las políticas del hospital y del personal de enfermería fueron el factor decisivo para que mi lactancia funcionara. Antes de que naciera el Borreguito, tuvimos una cita en el hospital donde nos explicaron sus procedimientos y mostraron las instalaciones; una parte muy importante de esa cita fue preguntarme a mí qué era lo que yo quería hacer en cuanto a la alimentación de mi bebé y fueron muy claras al respecto: consideran a la lactancia como el método natural y óptimo de alimentación, pero respetan lo que los papás quieren hacer, dando entonces tres opciones:
1. Que se apoye la lactancia materna exclusiva.
2. Que en caso de que exista algún problema, se ofrezca la alimentación artificial (biberón y fórmula).
3. Que se otorgue alimentación artificial exclusiva.

La diferencia entre la primera y la segunda opción es muy simple: no existe mención alguna de la posibilidad de darle fórmula al bebé. Evidentemente, si te arrepientes y solicitas fórmula, no te la van a negar, pero las enfermeras por sí mismas NO te la ofrecen si escogiste la primera opción. Esa fue la que nosotros elegimos y nos aseguraron que actuarían en consecuencia.

Borreguito nació por medio de cesárea, una cesárea, que desde mi punto de vista, fue respetuosa, gentil y hasta divertida (es que el esposo y mi doctor tienen el mismo humor y no vean la de bobadas que decían). En ningún momento me separaron de mi bebé y la recuperación se llevó a cabo en mi cuarto y con mi bebé en brazos. Cuando nació, lo limpiaron rápidamente y me lo entregaron con su gorrito azul como se usa en estos lares y así tal cual me llevaron en la camilla a mi cuarto, donde me separé brevemente de él porque se lo entregué a mi mamá para que lo conociera.

Pocos minutos después, una enfermera entró y me preguntó si estaba lista para lactar. ¡Claro que lo estaba! El momento tan esperado por tantos meses había llegado por fin. La enfermera puso, literalmente, manos a la obra y, pidiéndome permiso, por supuesto, colocó al bebé en mis brazos en la posición adecuada y después tomó ella misma mi pecho para enseñarme cómo hacer que el bebé se prendiera. 

Borreguito se prendió solito, instintivamente; es algo sumamente hermoso ser testigo de la gran sabiduría de la naturaleza. Mi bebé sabía cómo comer y lo hizo. La enfermera me explicó que al principio tendría calostro y que en un día o dos la leche bajaría y la lactancia comenzaría a establecerse; que la lactancia es un delicado sistema de oferta y demanda y que tenía que alimentar al bebé cuantas veces quisiera, tan seguido como lo pidiera pues así es como se va estableciendo la producción necesaria de leche. Es un gran error creer el mito de que podemos no tener suficiente leche, si dejamos que el bebé se prenda cuando lo pide, estamos contribuyendo a que la producción se incremente.

Pasé dos días y medio en el hospital y, tal como lo esperaba, el bebé pedía de comer muy seguido y tenía sesiones larguísimas, que a mí me parecían eteeeeeeeernas. Creo que no tuve problemas en el hospital, siempre las enfermeras fueron muy amables y cooperativas y hacían lo posible porque estuviera cómoda enseñándome las diferentes posiciones que existen para amamantar. Lo que sí recuerdo bien es lo extenuada que terminaba después de alimentar al bebé, y muchas veces llegué a quedarme dormida mientras él seguía comiendo, además de que comía casi cada hora... fue pesado pero creo que justamente por eso durante el primer mes -o más- la prioridad de la familia debe ser que la mamá y el bebé estén juntos y tranquilos para conocerse y adaptarse. No ayuda en nada que amigos y familiares se ofrezcan a darle un biberón al bebé o a cuidarlo un rato para que la mamá pueda hacer cosas en la casa o cuidar a sus demás hijos, una ayuda real es que ellos hagan cosas en la casa para que la mamá solo tenga que preocuparse por el nuevo bebé y por convivir con sus otros hijos sin estar completamente a cargo de ellos.

Cuando regresé a casa comencé a tener problemas, que fueron los mismos que tuve con la Frijolita. El agarre estaba mal y por lo tanto comencé a tener problemas de grietas y sangrado en los pezones. La succión del bebé es muy fuerte y si el agarre no es el correcto, el pezón puede lastimarse. Solo bastaron un par de días para que yo estuviera muy lastimada,  el dolor era sumamente intenso y a veces hasta sangraba. La diferencia entre la primera experiencia y la segunda, fue que busqué ayuda profesional. Acudí en cuanto me fue posible al hospital donde nació el bebé para un chequeo de seguimiento y para que me ayudaran con el agarre. Francamente, me desanimé mucho cuando una de las enfermeras me dijo que hacía AÑOS no veía pezones tan lastimados como los míos, pero salí contenta de esa cita cuando otra enfermera más joven puso "manos a la obra" y me corrigió el agarre. De repente, no me dolió nada a pesar de que ya estaba muy lastimada y recuerdo bien que lloré de la alegría porque me quedó claro que sí era posible lactar sin dolor.

También hubo algo de preocupación porque el bebé no estaba ganando peso; es normal que los recién nacidos pierdan peso durante los primeros días, pero deben recuperarse dentro de las primeras dos semanas; lamentablemente, mi Borreguito no estaba ganando peso al ritmo que las enfermeras esperaban, principalmente porque, debido al dolor y a que el agarre era incorrecto, el bebé no estaba comiendo bien ni lo suficiente. Las instrucciones fueron: darle de comer cada que el bebé pidiera y no despegarlo hasta que solito terminara... se imaginarán que debido al dolor era muy difícil soportar tomas de hasta 45 minutos.

A eso súmenle que mis papás se regresaron a México. Como siempre, me quedé triste y llorando y de alguna manera me sentí muy sola sin la presencia femenina y comprensiva de mi mamá. Aunque el esposo apoyaba mi lactancia al 100 por ciento, podía detectar un dejo de preocupación en su semblante que como una pequeña alarmita me indicaba que si las cosas no mejoraban pronto, haría la propuesta de cambiar a fórmula. Mi papá, antes de irse, me dio un beso en la frente y me dijo que se iba contento por haber conocido a Borreguito y por dejarme recuperándome y caminando y al bebé lactando, que así se podía ir en paz, eso, sin duda, me dio mucha seguridad para seguir adelante. 

Pero llegó un momento en el que el bebé me pedía de comer y yo me ponía a llorar. Por ratitos llorábamos los dos, había veces que tenía pánico de pegármelo, y muchas veces me lo pegaba y me lo volvía a despegar porque no soportaba el dolor, ese dolor que aquí llaman "toe curling" y que, literalmente, hace que encojas los dedos de los pies mientras las manos te sudan y por la espalda te recorre un escalofrío. Imaginen pasar por eso 12 veces al día o más.

Pero yo estaba decidida a no darme por vencida y además, después del día que la enfermera me colocó al bebé sin dolor alguno, estaba muy consciente de que corregir el agarre era posible y que lo que necesitaba era más ayuda. Casi al mismo tiempo decidí dejar de tomar el analgésico que me habían enviado ya que era un tanto narcótico y me tenía sumamente atontada, lo cual no ayudaba en nada a mi cansancio y todas las demandas del nuevo bebé y de la Frijolita.

Así que regresé al hospital una vez más, aunque esta vez no conseguí tanta ayuda al principio porque me aseguraron que el agarre estaba bien y solo era cosa de acostumbrarnos y de sanar (pero no puedes sanar si no te tomas un descanso, y si tomas un descanso peligra tu lactancia y... total que no le veía solución alguna al problema). Después ocurrió algo malo: una enfermera se equivocó de expediente y tras pesar al Borreguito y anotar los nuevos datos en el expediente incorrecto, nos dijo que la situación era alarmante porque el bebé estaba perdiendo muchísimo peso. Sobra decirles que de inmediato estallé en llanto y el esposo se preocupó/enojó/alarmó de tal forma que casi corre por una lata de fórmula. Nos dimos cuenta de que había un error cuando la enfermera dijo "lamentablemente, desde el principio ha habido muchas complicaciones con este bebé"... ah caray, pues no, ahí no nos cuadró nada y tras reclamos y aclaraciones, resultó que no, que MI bebé estaba bien, no tan bien como queríamos pues seguía sin ganar suficiente peso, pero estaba progresando poco a poco.

Otra enfermera que me vio llorar, acudió a mi lado para consolarme y me revisó. Constató que estaba muy lastimada y me recomendó que le pidiera a mi médico me recetara una crema que usan en British Columbia para pezones agrietados. Esa crema (Viaderm) fue mi entera salvación, pero el error de la otra enfermera me había dejado muy nerviosa y preocupada.

La crema (que tenía que aplicar con cuidado y lavar totalmente antes de alimentar al bebé pues contiene corticoides) me ayudó de inmediato y desde el primer día comencé a sanar, pero el agarre seguía sin sentirse "bien" y yo sabía que de no corregirlo, ni toda la crema del mundo iba a lograr que lactáramos exitosamente, así que acudí a una consultora de lactancia que el gobierno de Ontario proporciona en caso de que la madre así lo desee y lo solicite.

La consultora fue a mi casa, revisó al bebé y lo pesó y luego me revisó a mí. Me confirmó -una vez más- que el agarre estaba bien, al menos en teoría, y que más bien hacía falta asegurarse de que el bebé siempre abriera la boca bien grande. Después vino el regaño, yo le estaba dando de comer al bebé cada que me pedía... pero si en la noche no se despertaba en cuatro horas, yo no lo despertaba, y si durante el día hacía lo mismo, tampoco lo molestaba. Ese fue un gran error, había confundido el "a demanda" con "cuando él quisiera" pero en realidad es "a demanda sin dejar de pasar más de dos horas" durante las primeras semanas. Como el Borreguito había tenido algo de hictericia, dormía mucho y podían pasara varias horas sin que se despertara... por eso no estaba ganando peso adecuadamente.

La consultora se fue dejándome "de tarea" darle de comer cada hora ("auuuuuuuuch", pensaba yo) DE DIA Y DE NOCHE, y me dijo que regresaría en unos días para revisar que todo estuviera bien.

Y sin saberlo, llegó la más grande batalla que luché por mi lactancia y fue con el esposo. El pobre se quedó TAN preocupado tras la visita de la consultora que se dedicó a perseguirme para asegurarme de que alimentara al bebé cada hora y hasta que él solito se soltara. La consultora había dicho que regresaría en tres días y que para entonces el bebé tendría que haber ganado 200 gramos.

El esposo estaba tan nervioso que me pidió que complementáramos con fórmula o con leche mía usando el extractor (¡como si extraerse leche fuera tan fácil!) y un día de plano la tensión entre los dos llegó a tal punto que nos dimos un agarrón de aquellos, él obsesionado con que las cosas no estaban funcionando y tenía que complementar, y yo aferrada a que sí iban a funcionar y que confiara en mí, en mi cuerpo y en mi capacidad para alimentar a nuestro hijo.

El agarrón llegó a tal que creo que le aventé el extractor y le dije que si tanto quería que lo usara, que lo lavara y lo esterilizara y que él le diera el biberón. Tuvieron que pasar varias horas de estar alejados tras un pleito que ya quisieran en el programa de Jerry Springer (bromeo, bromeo), pero al final me salí con la mía y me dio hasta la siguiente visita de la consultora para tomar una decisión.

Cuando la consultora llegó por segunda vez, yo temblaba de miedo pues no sabía si el bebé había ganado peso. El resultado fue que ganó más de lo que ella esperaba y entonces el esposo recuperó la confianza en la lactancia y en mí. Una semana más tarde sería la última cita con la consultora y el bebé seguía ganando peso. Mi última "prueba" fue la primera visita con el médico familiar (aquí no van con el pediatra a menos que haya un problema grave) y para entonces ya estábamos en el rango normal de peso para los bebés de esa edad. Lo había logrado.

Entre tanto, el dolor seguía pero cada vez mis heridas iban sanando más. Nunca olvidaré, y mucho menos el esposo, una noche en la cual sentí que se me caía un pedazo de piel de la puntita del pezón y que grité "my nipple fell oooooofffffff!!!"... el esposo se levantó como ráfaga, asustadísimo, y casi se infarta al ver la boquita del bebé llena de sangre y yo con un pedacito de piel en la mano, llorando. Ja, al final, resultaba que, obviamente, no se me había caído el pezón sino que un pedazo de costra se había despegado con la succión... ¡qué sustote! Ahora, claro, nos reimos muchísimo de ese episodio.

El dolor se iba haciendo más soportable, el agarre iba mejorando y el bebé y yo nos íbamos adaptando cada vez más. Cada que tenía una mala noche, que no aguantaba el dolor o que sentía que no veía la luz al final del túnel me conectaba a Twitter y le pedía consejo a las #mamástuiteras. Nunca me faltó apoyo, palabras de aliento, consejos y cariño por parte de ellas y todas sus porras y energía me daban lo que necesitaba para continuar, incluídos los tuits en los que me recordaban que si decidía parar, no tenía de qué preocuparme o avergonzarme pues lo había intentado y eso era lo importante.

Muchas me decían que el dolor mejoraba o paraba después de las primeras dos semanas, algunas decían que más bien después del primer mes y otras más que todo mejoraba tras los primeros tres meses, así que decidí ponerme metas pequeñas en lugar de irme con todo por el año completo (que era mi meta inicial antes de que naciera el bebé). Empecé por decirme "ok, ya lo logramos una semana, ahora vamos por dos"; cuando cumplí las dos, me propuse ir por el mes; cuando cumplí el mes, me propuse los tres meses; a los tres meses me propuse seis y hoy me he propuesto un año.

Cada una de las pequeñas metas han tenido sus retos. Primero fue el insoportable dolor, después fue el dolor y el tiempo tan largo de las tomas (hasta 50 minutos algunas veces), después el aprender a acomodarme (siempre necesitaba mi cojín de lactancia o muchas almohadas...  hasta cargaba con mi cojín para ir a casa de mi cuñada o a algún otro lugar);  aprender a cuidar a mi bebé recién nacido sin descuidar a mi hija de dos años (que por cierto, "curiosamente", cada que le daba de comer al bebé, necesitaba algo); aprender a dar de comer en público de manera discreta para no incomodar a nadie, pero también aprender a que se me quitara la pena de alimentarlo fuera de casa; después regresar a trabajar, dejar a mi bebé de tan solo dos meses en guardería y comenzar a extraerme todos los días en el trabajo la leche necesaria para el día siguiente). También fue difícil sobrellevar los picos de crecimiento y esa época que tuvo el Borreguito de periodos de inquietud (fussy times) en los que no me quería soltar durante horas y yo me agobiaba y agotaba porque al mismo tiempo tenía a la Frijolita demandando atención, muerta de celos y haciendo berrinche.

Me imagino que vendrán otros retos, todavía nos falta la dentición, y seguramente darle de comer a un bebé más grande tiene dificultades diferentes, pero estoy segura de que, como hasta ahora, saldremos adelante.

A pesar de que ha habido dificultades, las he superado porque he contado con muchísimo apoyo: El esposo, después del pleito digno de espartanos, se puso la camiseta de la lactancia y cada vez está más orgulloso de nuestros logros y de cómo ha crecido nuestro bebé; mis papás, por supuesto, han estado de mi lado desde el principio y me siguen echando porras desde México; mis amigas de aquí y las de allá y acullá que están contentas por mí y me animan; nuestro médico familiar que es prolactancia y celebra nuestras decisiones y las apoya recetándome lo necesario para incrementar la producción cuando regresé a trabajar (remedios naturales como fenogreco y después Domperidone); la guardería, que me permite irle a dar de comer al bebé a mi hora de comida y ha sido muy flexible para aprender el manejo adecuado de la leche materna; mi jefe y mis compañeros, que ha respetado y apoyado mis horarios de extracción, y hasta mi cuñada, que al principio no se mostraba nada partidaria de la lactancia y ahora me felicita al ver que el Borreguito es un niño sano y grande.

Y es que es eso lo que las mamás necesitamos: información y apoyo. Necesitamos todo un sistema a nuestro alrededor que nos permita amamantar y ese sistema no se restringe al círculo inmediato de la mamá, sino que debe extenderse a su empleador, al sistema de salud y, si me apuran, a la sociedad entera. Para que una lactancia sea exitosa se necesita una sociedad que no solo de dientes para fuera la apoye sino que se comprometa a provernos de todo lo necesario para lograrlo. Creo que he sido muy afortunada pues he tenido a mi alcance todos los recursos para seguir amamantando a mi hijo desde antes de que naciera, pero sé muy bien que no es así para todas las mamás.

La lactancia no siempre es fácil, no siempre todo son halos de luz, unicornios y arcoiris, hay días en los que una está cansada o adolorida, a veces una quisiera irse de fiesta con las amigas o tomarse otra copa de vino y se acuerda de que no puede; a veces una tiene ganas de salir de viaje con el marido a solas y se acuerda de que para ello tendría que construir un banco de leche y extraerse durante el viaje, etc. La lactancia requiere esfuerzo y compromiso (aunque por donde lo vean, es mucho más fácil amamantar que preparar biberones de fórmula, y además, es GRATIS). Pero a pesar de ello es la mejor decisión que pude haber tomado para mi hijo. La comida de mi Borreguito siempre está lista, a la temperatura ideal y con los nutrientes y defensas necesarios para él; además, no lo puedo negar, tras un día ajetreado donde tengo muchas cosas en la cabeza, ese rato que solo es suyo y mío, donde estamos juntos y nos dedicamos el uno al otro me llena de mucha calma y mucha paz.

Así que sí, amamantar puede conllevar algunos retos y bastante esfuerzo, pero ¿no siempre estamos diciendo que haríamos TODO por nuestros hijos? ¿No siempre nos llenamos la boca diciendo que daríamos nuestra vida, un brazo, una pierna, lo que fuera por ellos? Bueno, pues ahí está, si lo decimos con honestidad, entonces uno o dos años de estar disponibles para amamantarlos no suenan a tanto ¿no?

Yo el día de hoy celebro con mucha alegría estos primeros seis meses y me dispongo a ir por más. Y si me lo permiten, aquí les tengo mi receta para una lactancia exitosa:

- Estar muy bien informada antes del nacimiento del bebé.
- Informar a médicos, enfermeras y familiares de nuestras intenciones y solicitar de manera firme su apoyo.
- Tener mucha paciencia con nosotras mismas y el bebé.
- Buscar ayuda profesional en caso de que surjan problemas de agarre u otro tipo.
- Colechar y aprender a dar de mamar estando acostadas (créanme, les facilitará la existencia de una forma increíble).
- Estar informadas de sus derechos en el trabajo con respecto a la lactancia (horas de lactancia, permisos y lugares para extracción de leche materna, etc.).
- CONFIAR EN QUE EL CUERPO SABE QUÉ HACER.
- Disfrutar lo bueno y lo malo, porque los hijos crecen en un santiamén y esto también pasará.

De verdad y de corazón, muchas gracias a todos los que me han apoyado durante esta aventura, sobre todo a mi tribu virtual y la presencial (las amigas en Tomatito, la tica, las colombianas, las mexicanas y la canadiense) y en especial al güerejo esposo renegón, que siempre apoya mis locuras y aunque por un momento vaciló en este asunto, se puso de mi lado y de ahí no se ha movido más, defendiendo a capa y espada nuestra lactancia.

Para finalizar, quisiera hacer mención de las #mamástuiteras que tanto me ayudaron. ¡Espero no me falte ninguna! Muchas gracias chicas #vivalalactancia

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