Hijitos míos,
Hoy les escribo una carta triste que espero se convierta poco a poco en una carta de esperanza. Falta poco más de un mes para que nazcas, niño mío, y tú, hijita, en unos meses cumplirás dos años. Nuestro mundo chiquito, el que formamos nosotros cuatro más nuestra familia y amigos cercanos se ha llenado de alegría con la llegada de ustedes dos; y sin embargo, es imposible cerrar los ojos ante el hecho de que en estos años, tres o cuatro en particular, nuestro México está cada vez más lastimado y más roto.
Nuestro México. El México de ustedes.
El México del que yo vengo, en el que nací y en el que crecí; ese que les pertenece, a una por suelo y sangre y al otro por sangre, ese de recuerdos de sol y arena de su papá, el de la historia de sus abuelos y sus bisabuelos, el México que todos nosotros llevamos dentro.
Nuestro México está roto. No hay día que no escuche o lea una notica mala, que sepa que hay más muertos, más violencia, más sangre. No tiene sentido mentirles, el panorama es desolador; busco dentro de mí explicaciones y me es difícil encontrarlas entre tanta tristeza. Estoy muy triste.
Estoy triste porque ustedes llegan al mundo en un momento en el que México es sinónimo de violencia y desesperanza. Estoy triste porque no puedo decirles si eso cambiará ni cuándo. Estoy triste porque siento que me han arrebatado el México de mi infancia y no sé cómo recuperarlo. Pero no solo estoy triste por ustedes y por mí, también lo estoy por mis padres y abuelos, porque el México que ellos me han contado, ese país verde y azul, seguro, donde se podía progresar trabajando duro, donde se podía pasear en la noche sin ningún temor, ya no existe. Siento una profunda tristeza al pensar que ese país de posibilidades se ha esfumado, y siento aún más tristeza al pensar que quizá ya no lleguen a verlo renacer y se irán de este mundo con la pena a cuestas de haber perdido su país a manos de unos cuantos.
Es mucho mi pesar, hijitos, porque, verán, yo quiero algo diferente para ustedes por ser quienes son. Ustedes dos son el fruto de dos historias diferentes, de dos razas, idiomas, culturas y países diferentes y mi deseo más grande es que vivan sus dos identidades al máximo y con el mayor orgullo posible; por eso les hablo en español, por eso les canto las canciones de mi infancia, por eso les doy a probar frijoles, tortillas y salsas, por eso sus nombres son nombres en español aunque quizá no combinen de todo con su primer apellido, por eso, hija, naciste en México, por eso, hijo, te tramitaré de inmediato la nacionalidad mexicana, porque quiero que crezcan orgullosos del país de su madre, que lo amen, que lo celebren, que lo extrañen y lo añoren como yo lo hago todos los días.
Quiero para ustedes un México al cual llamar hogar, al cual regresar cuantas veces sea necesario para encontrarse con esa mitad de ustedes que les pertenece. Quiero un México al que puedan volver sin miedo, con alegría y con cariño, un lugar por el cual trabajar y ser mejores.
Busco respuestas y soluciones y no las encuentro, y por ello les pido perdón, pero espero que sepan que ese país que llora su madre es un país en donde la gente de bien supera en número a la gente que lo quiere destruir y ojalá para cuando puedan leer, y entender, esta carta, toda esa gente se haya levantado para recuperar nuestro país.
No me queda más que dedicar mi vida a educarlos y criarlos para que formen parte de ese grupo de gente de bien, para que sean ciudadanos íntegros, honestos y bondadosos y para que sean un par de mexicanos orgullosos de serlo.
Qué fortuna, mi carta termina con esperanza tal como lo desée al principio de la misma. Termina con la esperanza de que un día, este día será solo un recuerdo y podremos decir "qué lejos han quedado esos tiempos, viva México". Me quedo con eso por hoy.
Con todo el amor del mundo,
Su mamá
Nuestro México. El México de ustedes.
El México del que yo vengo, en el que nací y en el que crecí; ese que les pertenece, a una por suelo y sangre y al otro por sangre, ese de recuerdos de sol y arena de su papá, el de la historia de sus abuelos y sus bisabuelos, el México que todos nosotros llevamos dentro.
Nuestro México está roto. No hay día que no escuche o lea una notica mala, que sepa que hay más muertos, más violencia, más sangre. No tiene sentido mentirles, el panorama es desolador; busco dentro de mí explicaciones y me es difícil encontrarlas entre tanta tristeza. Estoy muy triste.
Estoy triste porque ustedes llegan al mundo en un momento en el que México es sinónimo de violencia y desesperanza. Estoy triste porque no puedo decirles si eso cambiará ni cuándo. Estoy triste porque siento que me han arrebatado el México de mi infancia y no sé cómo recuperarlo. Pero no solo estoy triste por ustedes y por mí, también lo estoy por mis padres y abuelos, porque el México que ellos me han contado, ese país verde y azul, seguro, donde se podía progresar trabajando duro, donde se podía pasear en la noche sin ningún temor, ya no existe. Siento una profunda tristeza al pensar que ese país de posibilidades se ha esfumado, y siento aún más tristeza al pensar que quizá ya no lleguen a verlo renacer y se irán de este mundo con la pena a cuestas de haber perdido su país a manos de unos cuantos.
Es mucho mi pesar, hijitos, porque, verán, yo quiero algo diferente para ustedes por ser quienes son. Ustedes dos son el fruto de dos historias diferentes, de dos razas, idiomas, culturas y países diferentes y mi deseo más grande es que vivan sus dos identidades al máximo y con el mayor orgullo posible; por eso les hablo en español, por eso les canto las canciones de mi infancia, por eso les doy a probar frijoles, tortillas y salsas, por eso sus nombres son nombres en español aunque quizá no combinen de todo con su primer apellido, por eso, hija, naciste en México, por eso, hijo, te tramitaré de inmediato la nacionalidad mexicana, porque quiero que crezcan orgullosos del país de su madre, que lo amen, que lo celebren, que lo extrañen y lo añoren como yo lo hago todos los días.
Quiero para ustedes un México al cual llamar hogar, al cual regresar cuantas veces sea necesario para encontrarse con esa mitad de ustedes que les pertenece. Quiero un México al que puedan volver sin miedo, con alegría y con cariño, un lugar por el cual trabajar y ser mejores.
Busco respuestas y soluciones y no las encuentro, y por ello les pido perdón, pero espero que sepan que ese país que llora su madre es un país en donde la gente de bien supera en número a la gente que lo quiere destruir y ojalá para cuando puedan leer, y entender, esta carta, toda esa gente se haya levantado para recuperar nuestro país.
No me queda más que dedicar mi vida a educarlos y criarlos para que formen parte de ese grupo de gente de bien, para que sean ciudadanos íntegros, honestos y bondadosos y para que sean un par de mexicanos orgullosos de serlo.
Qué fortuna, mi carta termina con esperanza tal como lo desée al principio de la misma. Termina con la esperanza de que un día, este día será solo un recuerdo y podremos decir "qué lejos han quedado esos tiempos, viva México". Me quedo con eso por hoy.
Con todo el amor del mundo,
Su mamá