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Tuesday, October 30, 2012

¿Por qué los días no tienen 34 horas?

¡La de cosas que podría hacer en 34 horas! Dormir seguramente no sería una de ellas, pero podría utilizar esas diez horas extra en una serie de actividades en las que siento estoy fallando, a saber:


  • Ejercicio (mis caderas comienzan a cobrar vida propia... me asustan).
  • Aprender un idioma (pero no nos pongamos ambiciosos, algo no tan complicado, italiano o portugués, por ejemplo).
  • Pasar tiempo a solas con mi marido (yiuuuuuuuuuu).
  • Aprender a hacer manualidades de súper mamá (mis capacidades actuales son equiparables a las de Homero Simpson).
  • ¡Estudiar una Maestría!
  • Perfeccionar mi recién descubierto gusto por la repostería (un pastel de fondant hecho y decorado por mí misma es mi Monte Everest).
  • Llamarle más seguido y por más tiempo a la familia y amigos (nunca hay tiempo suficiente para el chisme).
  • Limpiar la casa con la obsesión enfermiza de cuando era soltera.
  • Estar al día con la ropa (la ropa sucia se reproduce como la peor de las calamidades).
  • Arreglarme las uñas, depilarme, ponerme mil mascarillas y tratamientos faciales y capilares.
  • Actualizar más seguido el blog (sin palabras, el último post es de hace más de seis meses, cha.le.).
Con respecto al último punto, y dado que no saldré a comer para terminar el post, aprovecho para actualizar lo ocurrido en esos meses:

  • El Borreguito cumplió un año y cumplimos un año de lactancia (y contando). 
  • ¡Tuve un sobrinitoooooooooooooooooo! (es bello y todo pequeñito y qué bueno que no vive cerca de mí porque ya me lo hubiera comido a mordiditas, yumm).
  • Me trasladaron así que me cambié de ciudad y de provincia, pero no de país, sigo en Canadá, pero congelándome el triple.
  • Viví una crisis complicada, pero fue superada, gracias, en gran parte al punto anterior.
  • Tuve concurso de ascenso... y no ascendí (wa waaaaa).
Y en fin, sirva este listado como pliego petitorio a mí misma, debo encontrar la manera de que todo quepa en las 24 horas que tiene el día. Si tan solo existiera una receta mágica para ello...


Wednesday, June 13, 2012

¿#PostNatal6mesesmx? (¡ACTUALIZADO!)

Gracias a @soymama de http://www.mamasybebes.com/ por dejarme usar su imagen
Aunque he andado desaparecida porque me salen ocupaciones hasta de las orejas, no quería dejar de escribir este post.

Desde ayer comencé a ver entre las #mamastuiteras mexicanas el hashtag #PostNatal6mesesmx. Para ser sincera, lo primero que pensé fue una bobada: que en México no se le llama "postnatal" sino "licencia de maternidad" al permiso que la Ley Federal del Trabajo nos otorga antes y después del embarazo. Sin embargo, la realidad es que el artículo 170 que lo menciona, en realidad se refiere a las seis semanas anteriores y seis posteriores al parto como "periodo de descanso" (pásenme mis sales, que me desmayo del coraje ¿¿¿¿DESCANSO???? El que así lo designó JAMÁS ha estado a punto de parir ni ha cuidado a un bebé). Así que el término no importa, llamémosle postnatal, llamémosle licencia de maternidad, lo que importa es que hablemos al respecto.

Lo segundo que pensé fue "¿y esto de qué va a servir?", la realidad es que no creo que a fuerza de tuitazos y posts esto vaya a conseguirse. No me mal entiendan, sé del gran poder que tienen las redes sociales en la actualidad y de la gran influencia que pueden tener en movimientos políticos y sociales, pero en el caso del postnatal, que requiere de una acción muy concreta -la reforma al artículo 170 de la Ley Federal del Trabajo- se necesita de mucho más que miles de #mamastuiteras elevando su voz en el mundo cibernético; se requiere de un trabajo legislativo serio que lleve a la Cámara de Diputados una iniciativa concreta para que esta sea analizada, votada y aprobada.

Así que, les propongo que nos pongamos a trabajar.

¿Cómo?

1. Sigamos escribiendo de nuestras razones para solicitar un periodo de licencia de seis meses; nosotras ya estamos convencidas, pero estoy segura que un elevadísimo porcentaje de la población no sabe o no entiende la importancia de poder pasar seis meses al cuidado de nuestros hijos. Difundamos nuestras razones entre aquellos que no están empapados del tema.

2. Conozcamos cómo funciona nuestro sistema legislativo. 

Y ahora, algo muy importante, consideremos que esta Legislatura está por llegar a su fin, por lo que si en realidad queremos que el asunto prospere, convendría esperar a que se instale la nueva Legislatura en septiembre y a que a los Diputados se les asignen sus temas en octubre. Es a partir de octubre que podríamos acercarnos a los Diputados en las Comisiones antes expuestas con la propuesta totalmente aterrizada.

La propuesta parece simple: Seis meses de licencia de maternidad, pero hay que saber "venderla", exponer todas las razones por las cuales dicho permiso es necesario y conveniente no solo para las mamás y sus hijos sino para la sociedad en su conjunto. Además, tendríamos que tener muy claro de dónde saldría el dinero para pagar esas licencias (¿quién es responsable, el empleador o el gobierno?).

Así que mi último punto es:

3. Analicemos las propuestas que se introdujeron en otros países para su negociación y aprobación, bajo qué circunstancias se elaboraron, qué problemas enfrentaron, en qué términos se redactaron, etc.

Como mencioné, la nueva Legislatura empezará a trabajar en sus respectivas Comisiones en octubre, así que si lo queremos ver por ese lado, tenemos varios meses para aterrizar nuestra propuesta, hacerla atractiva y factible y conseguirla.

No bastan gritos y sombrerazos, tenemos que actuar. Yo estoy dispuesta a colaborar y hacer lo posible para investigar, contactar Diputados y trabajar lo que me sea posible para este fin ¿quién está conmigo?

Actualización: "Me informan mis fuentes" que sería muy importante contar con estudios sobre el impacto positivo en los hijos y la sociedad que esta medida tendría. Asimismo, habría que darle nombre al grupo que lo promueve con los nombres de quienes apoyan y suscriben la iniciativa.

¡Seguiré informando!

Tuesday, March 27, 2012

Seis meses de Borreguito y de lactancia materna exclusiva

La verdad es que llevo mucho tiempo emocionada por poder escribir este post. Me lo prometí como un premio y por fin el gran día llegó. Hoy cumplimos seis meses de lactancia exclusiva.

Borreguito, aw

La historia de mi primera lactancia la pueden leer aquí: http://mothersutopia.org/wordpress/2011/02/21/del-amor-al-odio-y-a-medio-camino-de-regreso/ pero si no pueden/quieren, basta con saber que tenía muchas ganas de que funcionara, creía que tenía toda la información, las ganas y la disposición necesarias, pero al final no funcionó y ese fracaso se convirtió en una espinita que quería sacarme con mi segundo bebé.

Quizá el cambio más significativo entre mi primera experiencia y la segunda fue la presencia en mi vida virtual de las #mamástuiteras, muchísimas de ellas prolactivistas y mamás lactantes que durante meses me fueron proporcionando información y apoyo. Sin duda llegué mucho mejor armada al nacimiento de mi hijo.

Pero definitivamente las políticas del hospital y del personal de enfermería fueron el factor decisivo para que mi lactancia funcionara. Antes de que naciera el Borreguito, tuvimos una cita en el hospital donde nos explicaron sus procedimientos y mostraron las instalaciones; una parte muy importante de esa cita fue preguntarme a mí qué era lo que yo quería hacer en cuanto a la alimentación de mi bebé y fueron muy claras al respecto: consideran a la lactancia como el método natural y óptimo de alimentación, pero respetan lo que los papás quieren hacer, dando entonces tres opciones:
1. Que se apoye la lactancia materna exclusiva.
2. Que en caso de que exista algún problema, se ofrezca la alimentación artificial (biberón y fórmula).
3. Que se otorgue alimentación artificial exclusiva.

La diferencia entre la primera y la segunda opción es muy simple: no existe mención alguna de la posibilidad de darle fórmula al bebé. Evidentemente, si te arrepientes y solicitas fórmula, no te la van a negar, pero las enfermeras por sí mismas NO te la ofrecen si escogiste la primera opción. Esa fue la que nosotros elegimos y nos aseguraron que actuarían en consecuencia.

Borreguito nació por medio de cesárea, una cesárea, que desde mi punto de vista, fue respetuosa, gentil y hasta divertida (es que el esposo y mi doctor tienen el mismo humor y no vean la de bobadas que decían). En ningún momento me separaron de mi bebé y la recuperación se llevó a cabo en mi cuarto y con mi bebé en brazos. Cuando nació, lo limpiaron rápidamente y me lo entregaron con su gorrito azul como se usa en estos lares y así tal cual me llevaron en la camilla a mi cuarto, donde me separé brevemente de él porque se lo entregué a mi mamá para que lo conociera.

Pocos minutos después, una enfermera entró y me preguntó si estaba lista para lactar. ¡Claro que lo estaba! El momento tan esperado por tantos meses había llegado por fin. La enfermera puso, literalmente, manos a la obra y, pidiéndome permiso, por supuesto, colocó al bebé en mis brazos en la posición adecuada y después tomó ella misma mi pecho para enseñarme cómo hacer que el bebé se prendiera. 

Borreguito se prendió solito, instintivamente; es algo sumamente hermoso ser testigo de la gran sabiduría de la naturaleza. Mi bebé sabía cómo comer y lo hizo. La enfermera me explicó que al principio tendría calostro y que en un día o dos la leche bajaría y la lactancia comenzaría a establecerse; que la lactancia es un delicado sistema de oferta y demanda y que tenía que alimentar al bebé cuantas veces quisiera, tan seguido como lo pidiera pues así es como se va estableciendo la producción necesaria de leche. Es un gran error creer el mito de que podemos no tener suficiente leche, si dejamos que el bebé se prenda cuando lo pide, estamos contribuyendo a que la producción se incremente.

Pasé dos días y medio en el hospital y, tal como lo esperaba, el bebé pedía de comer muy seguido y tenía sesiones larguísimas, que a mí me parecían eteeeeeeeernas. Creo que no tuve problemas en el hospital, siempre las enfermeras fueron muy amables y cooperativas y hacían lo posible porque estuviera cómoda enseñándome las diferentes posiciones que existen para amamantar. Lo que sí recuerdo bien es lo extenuada que terminaba después de alimentar al bebé, y muchas veces llegué a quedarme dormida mientras él seguía comiendo, además de que comía casi cada hora... fue pesado pero creo que justamente por eso durante el primer mes -o más- la prioridad de la familia debe ser que la mamá y el bebé estén juntos y tranquilos para conocerse y adaptarse. No ayuda en nada que amigos y familiares se ofrezcan a darle un biberón al bebé o a cuidarlo un rato para que la mamá pueda hacer cosas en la casa o cuidar a sus demás hijos, una ayuda real es que ellos hagan cosas en la casa para que la mamá solo tenga que preocuparse por el nuevo bebé y por convivir con sus otros hijos sin estar completamente a cargo de ellos.

Cuando regresé a casa comencé a tener problemas, que fueron los mismos que tuve con la Frijolita. El agarre estaba mal y por lo tanto comencé a tener problemas de grietas y sangrado en los pezones. La succión del bebé es muy fuerte y si el agarre no es el correcto, el pezón puede lastimarse. Solo bastaron un par de días para que yo estuviera muy lastimada,  el dolor era sumamente intenso y a veces hasta sangraba. La diferencia entre la primera experiencia y la segunda, fue que busqué ayuda profesional. Acudí en cuanto me fue posible al hospital donde nació el bebé para un chequeo de seguimiento y para que me ayudaran con el agarre. Francamente, me desanimé mucho cuando una de las enfermeras me dijo que hacía AÑOS no veía pezones tan lastimados como los míos, pero salí contenta de esa cita cuando otra enfermera más joven puso "manos a la obra" y me corrigió el agarre. De repente, no me dolió nada a pesar de que ya estaba muy lastimada y recuerdo bien que lloré de la alegría porque me quedó claro que sí era posible lactar sin dolor.

También hubo algo de preocupación porque el bebé no estaba ganando peso; es normal que los recién nacidos pierdan peso durante los primeros días, pero deben recuperarse dentro de las primeras dos semanas; lamentablemente, mi Borreguito no estaba ganando peso al ritmo que las enfermeras esperaban, principalmente porque, debido al dolor y a que el agarre era incorrecto, el bebé no estaba comiendo bien ni lo suficiente. Las instrucciones fueron: darle de comer cada que el bebé pidiera y no despegarlo hasta que solito terminara... se imaginarán que debido al dolor era muy difícil soportar tomas de hasta 45 minutos.

A eso súmenle que mis papás se regresaron a México. Como siempre, me quedé triste y llorando y de alguna manera me sentí muy sola sin la presencia femenina y comprensiva de mi mamá. Aunque el esposo apoyaba mi lactancia al 100 por ciento, podía detectar un dejo de preocupación en su semblante que como una pequeña alarmita me indicaba que si las cosas no mejoraban pronto, haría la propuesta de cambiar a fórmula. Mi papá, antes de irse, me dio un beso en la frente y me dijo que se iba contento por haber conocido a Borreguito y por dejarme recuperándome y caminando y al bebé lactando, que así se podía ir en paz, eso, sin duda, me dio mucha seguridad para seguir adelante. 

Pero llegó un momento en el que el bebé me pedía de comer y yo me ponía a llorar. Por ratitos llorábamos los dos, había veces que tenía pánico de pegármelo, y muchas veces me lo pegaba y me lo volvía a despegar porque no soportaba el dolor, ese dolor que aquí llaman "toe curling" y que, literalmente, hace que encojas los dedos de los pies mientras las manos te sudan y por la espalda te recorre un escalofrío. Imaginen pasar por eso 12 veces al día o más.

Pero yo estaba decidida a no darme por vencida y además, después del día que la enfermera me colocó al bebé sin dolor alguno, estaba muy consciente de que corregir el agarre era posible y que lo que necesitaba era más ayuda. Casi al mismo tiempo decidí dejar de tomar el analgésico que me habían enviado ya que era un tanto narcótico y me tenía sumamente atontada, lo cual no ayudaba en nada a mi cansancio y todas las demandas del nuevo bebé y de la Frijolita.

Así que regresé al hospital una vez más, aunque esta vez no conseguí tanta ayuda al principio porque me aseguraron que el agarre estaba bien y solo era cosa de acostumbrarnos y de sanar (pero no puedes sanar si no te tomas un descanso, y si tomas un descanso peligra tu lactancia y... total que no le veía solución alguna al problema). Después ocurrió algo malo: una enfermera se equivocó de expediente y tras pesar al Borreguito y anotar los nuevos datos en el expediente incorrecto, nos dijo que la situación era alarmante porque el bebé estaba perdiendo muchísimo peso. Sobra decirles que de inmediato estallé en llanto y el esposo se preocupó/enojó/alarmó de tal forma que casi corre por una lata de fórmula. Nos dimos cuenta de que había un error cuando la enfermera dijo "lamentablemente, desde el principio ha habido muchas complicaciones con este bebé"... ah caray, pues no, ahí no nos cuadró nada y tras reclamos y aclaraciones, resultó que no, que MI bebé estaba bien, no tan bien como queríamos pues seguía sin ganar suficiente peso, pero estaba progresando poco a poco.

Otra enfermera que me vio llorar, acudió a mi lado para consolarme y me revisó. Constató que estaba muy lastimada y me recomendó que le pidiera a mi médico me recetara una crema que usan en British Columbia para pezones agrietados. Esa crema (Viaderm) fue mi entera salvación, pero el error de la otra enfermera me había dejado muy nerviosa y preocupada.

La crema (que tenía que aplicar con cuidado y lavar totalmente antes de alimentar al bebé pues contiene corticoides) me ayudó de inmediato y desde el primer día comencé a sanar, pero el agarre seguía sin sentirse "bien" y yo sabía que de no corregirlo, ni toda la crema del mundo iba a lograr que lactáramos exitosamente, así que acudí a una consultora de lactancia que el gobierno de Ontario proporciona en caso de que la madre así lo desee y lo solicite.

La consultora fue a mi casa, revisó al bebé y lo pesó y luego me revisó a mí. Me confirmó -una vez más- que el agarre estaba bien, al menos en teoría, y que más bien hacía falta asegurarse de que el bebé siempre abriera la boca bien grande. Después vino el regaño, yo le estaba dando de comer al bebé cada que me pedía... pero si en la noche no se despertaba en cuatro horas, yo no lo despertaba, y si durante el día hacía lo mismo, tampoco lo molestaba. Ese fue un gran error, había confundido el "a demanda" con "cuando él quisiera" pero en realidad es "a demanda sin dejar de pasar más de dos horas" durante las primeras semanas. Como el Borreguito había tenido algo de hictericia, dormía mucho y podían pasara varias horas sin que se despertara... por eso no estaba ganando peso adecuadamente.

La consultora se fue dejándome "de tarea" darle de comer cada hora ("auuuuuuuuch", pensaba yo) DE DIA Y DE NOCHE, y me dijo que regresaría en unos días para revisar que todo estuviera bien.

Y sin saberlo, llegó la más grande batalla que luché por mi lactancia y fue con el esposo. El pobre se quedó TAN preocupado tras la visita de la consultora que se dedicó a perseguirme para asegurarme de que alimentara al bebé cada hora y hasta que él solito se soltara. La consultora había dicho que regresaría en tres días y que para entonces el bebé tendría que haber ganado 200 gramos.

El esposo estaba tan nervioso que me pidió que complementáramos con fórmula o con leche mía usando el extractor (¡como si extraerse leche fuera tan fácil!) y un día de plano la tensión entre los dos llegó a tal punto que nos dimos un agarrón de aquellos, él obsesionado con que las cosas no estaban funcionando y tenía que complementar, y yo aferrada a que sí iban a funcionar y que confiara en mí, en mi cuerpo y en mi capacidad para alimentar a nuestro hijo.

El agarrón llegó a tal que creo que le aventé el extractor y le dije que si tanto quería que lo usara, que lo lavara y lo esterilizara y que él le diera el biberón. Tuvieron que pasar varias horas de estar alejados tras un pleito que ya quisieran en el programa de Jerry Springer (bromeo, bromeo), pero al final me salí con la mía y me dio hasta la siguiente visita de la consultora para tomar una decisión.

Cuando la consultora llegó por segunda vez, yo temblaba de miedo pues no sabía si el bebé había ganado peso. El resultado fue que ganó más de lo que ella esperaba y entonces el esposo recuperó la confianza en la lactancia y en mí. Una semana más tarde sería la última cita con la consultora y el bebé seguía ganando peso. Mi última "prueba" fue la primera visita con el médico familiar (aquí no van con el pediatra a menos que haya un problema grave) y para entonces ya estábamos en el rango normal de peso para los bebés de esa edad. Lo había logrado.

Entre tanto, el dolor seguía pero cada vez mis heridas iban sanando más. Nunca olvidaré, y mucho menos el esposo, una noche en la cual sentí que se me caía un pedazo de piel de la puntita del pezón y que grité "my nipple fell oooooofffffff!!!"... el esposo se levantó como ráfaga, asustadísimo, y casi se infarta al ver la boquita del bebé llena de sangre y yo con un pedacito de piel en la mano, llorando. Ja, al final, resultaba que, obviamente, no se me había caído el pezón sino que un pedazo de costra se había despegado con la succión... ¡qué sustote! Ahora, claro, nos reimos muchísimo de ese episodio.

El dolor se iba haciendo más soportable, el agarre iba mejorando y el bebé y yo nos íbamos adaptando cada vez más. Cada que tenía una mala noche, que no aguantaba el dolor o que sentía que no veía la luz al final del túnel me conectaba a Twitter y le pedía consejo a las #mamástuiteras. Nunca me faltó apoyo, palabras de aliento, consejos y cariño por parte de ellas y todas sus porras y energía me daban lo que necesitaba para continuar, incluídos los tuits en los que me recordaban que si decidía parar, no tenía de qué preocuparme o avergonzarme pues lo había intentado y eso era lo importante.

Muchas me decían que el dolor mejoraba o paraba después de las primeras dos semanas, algunas decían que más bien después del primer mes y otras más que todo mejoraba tras los primeros tres meses, así que decidí ponerme metas pequeñas en lugar de irme con todo por el año completo (que era mi meta inicial antes de que naciera el bebé). Empecé por decirme "ok, ya lo logramos una semana, ahora vamos por dos"; cuando cumplí las dos, me propuse ir por el mes; cuando cumplí el mes, me propuse los tres meses; a los tres meses me propuse seis y hoy me he propuesto un año.

Cada una de las pequeñas metas han tenido sus retos. Primero fue el insoportable dolor, después fue el dolor y el tiempo tan largo de las tomas (hasta 50 minutos algunas veces), después el aprender a acomodarme (siempre necesitaba mi cojín de lactancia o muchas almohadas...  hasta cargaba con mi cojín para ir a casa de mi cuñada o a algún otro lugar);  aprender a cuidar a mi bebé recién nacido sin descuidar a mi hija de dos años (que por cierto, "curiosamente", cada que le daba de comer al bebé, necesitaba algo); aprender a dar de comer en público de manera discreta para no incomodar a nadie, pero también aprender a que se me quitara la pena de alimentarlo fuera de casa; después regresar a trabajar, dejar a mi bebé de tan solo dos meses en guardería y comenzar a extraerme todos los días en el trabajo la leche necesaria para el día siguiente). También fue difícil sobrellevar los picos de crecimiento y esa época que tuvo el Borreguito de periodos de inquietud (fussy times) en los que no me quería soltar durante horas y yo me agobiaba y agotaba porque al mismo tiempo tenía a la Frijolita demandando atención, muerta de celos y haciendo berrinche.

Me imagino que vendrán otros retos, todavía nos falta la dentición, y seguramente darle de comer a un bebé más grande tiene dificultades diferentes, pero estoy segura de que, como hasta ahora, saldremos adelante.

A pesar de que ha habido dificultades, las he superado porque he contado con muchísimo apoyo: El esposo, después del pleito digno de espartanos, se puso la camiseta de la lactancia y cada vez está más orgulloso de nuestros logros y de cómo ha crecido nuestro bebé; mis papás, por supuesto, han estado de mi lado desde el principio y me siguen echando porras desde México; mis amigas de aquí y las de allá y acullá que están contentas por mí y me animan; nuestro médico familiar que es prolactancia y celebra nuestras decisiones y las apoya recetándome lo necesario para incrementar la producción cuando regresé a trabajar (remedios naturales como fenogreco y después Domperidone); la guardería, que me permite irle a dar de comer al bebé a mi hora de comida y ha sido muy flexible para aprender el manejo adecuado de la leche materna; mi jefe y mis compañeros, que ha respetado y apoyado mis horarios de extracción, y hasta mi cuñada, que al principio no se mostraba nada partidaria de la lactancia y ahora me felicita al ver que el Borreguito es un niño sano y grande.

Y es que es eso lo que las mamás necesitamos: información y apoyo. Necesitamos todo un sistema a nuestro alrededor que nos permita amamantar y ese sistema no se restringe al círculo inmediato de la mamá, sino que debe extenderse a su empleador, al sistema de salud y, si me apuran, a la sociedad entera. Para que una lactancia sea exitosa se necesita una sociedad que no solo de dientes para fuera la apoye sino que se comprometa a provernos de todo lo necesario para lograrlo. Creo que he sido muy afortunada pues he tenido a mi alcance todos los recursos para seguir amamantando a mi hijo desde antes de que naciera, pero sé muy bien que no es así para todas las mamás.

La lactancia no siempre es fácil, no siempre todo son halos de luz, unicornios y arcoiris, hay días en los que una está cansada o adolorida, a veces una quisiera irse de fiesta con las amigas o tomarse otra copa de vino y se acuerda de que no puede; a veces una tiene ganas de salir de viaje con el marido a solas y se acuerda de que para ello tendría que construir un banco de leche y extraerse durante el viaje, etc. La lactancia requiere esfuerzo y compromiso (aunque por donde lo vean, es mucho más fácil amamantar que preparar biberones de fórmula, y además, es GRATIS). Pero a pesar de ello es la mejor decisión que pude haber tomado para mi hijo. La comida de mi Borreguito siempre está lista, a la temperatura ideal y con los nutrientes y defensas necesarios para él; además, no lo puedo negar, tras un día ajetreado donde tengo muchas cosas en la cabeza, ese rato que solo es suyo y mío, donde estamos juntos y nos dedicamos el uno al otro me llena de mucha calma y mucha paz.

Así que sí, amamantar puede conllevar algunos retos y bastante esfuerzo, pero ¿no siempre estamos diciendo que haríamos TODO por nuestros hijos? ¿No siempre nos llenamos la boca diciendo que daríamos nuestra vida, un brazo, una pierna, lo que fuera por ellos? Bueno, pues ahí está, si lo decimos con honestidad, entonces uno o dos años de estar disponibles para amamantarlos no suenan a tanto ¿no?

Yo el día de hoy celebro con mucha alegría estos primeros seis meses y me dispongo a ir por más. Y si me lo permiten, aquí les tengo mi receta para una lactancia exitosa:

- Estar muy bien informada antes del nacimiento del bebé.
- Informar a médicos, enfermeras y familiares de nuestras intenciones y solicitar de manera firme su apoyo.
- Tener mucha paciencia con nosotras mismas y el bebé.
- Buscar ayuda profesional en caso de que surjan problemas de agarre u otro tipo.
- Colechar y aprender a dar de mamar estando acostadas (créanme, les facilitará la existencia de una forma increíble).
- Estar informadas de sus derechos en el trabajo con respecto a la lactancia (horas de lactancia, permisos y lugares para extracción de leche materna, etc.).
- CONFIAR EN QUE EL CUERPO SABE QUÉ HACER.
- Disfrutar lo bueno y lo malo, porque los hijos crecen en un santiamén y esto también pasará.

De verdad y de corazón, muchas gracias a todos los que me han apoyado durante esta aventura, sobre todo a mi tribu virtual y la presencial (las amigas en Tomatito, la tica, las colombianas, las mexicanas y la canadiense) y en especial al güerejo esposo renegón, que siempre apoya mis locuras y aunque por un momento vaciló en este asunto, se puso de mi lado y de ahí no se ha movido más, defendiendo a capa y espada nuestra lactancia.

Para finalizar, quisiera hacer mención de las #mamástuiteras que tanto me ayudaron. ¡Espero no me falte ninguna! Muchas gracias chicas #vivalalactancia

@soy_mama
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Wednesday, February 29, 2012

En su justo lugar y perspectiva: Quejarnos menos y agradecer más

Aunque este invierno no ha sido tan crudo como los pasados, a mí ya me empezó a dar "cabin fever" y empieza a causarme un poco de ansiedad el sentirme encerrada y sin nada qué hacer con dos niños que, creo yo, necesitan mucho más movimiento que el que pueden tener en la casa. El problema aquí no es solo el invierno sino el hecho de que vivimos en un pueblito bicicletero que no tiene mucho qué ofrecer para los niños (y para nadie, la verdad) y todo lo que vale la pena está a una hora o más manejando, lo cual no es nada práctico, así que el fin de semana pasada pasé, no les miento, horas pensando en qué hacer para entretenernos y salir de la casa. Al final, se nos ocurrió llevar a los niños al alberca del complejo deportivo local para que todos pudiéramos pasar un rato agradable.

Cuando empecé a alistar a la familia para irnos, cometí un error garrafal: le puse el traje de baño a la Frijolita en la casa. Digo que fue un error porque ella se emocionó muchísimo y después no podía entender por qué queríamos ponerle encima otra vez la ropa de calle, la chamarra, las botas y el gorro ¿pues qué no íbamos a nadar? ¿qué cosa cruel era esta de ponerle el traje de baño y luego volverla a vestir? ¿acaso sus papás se habían vuelto locos? La Frijolita no estaba dispuesta a dejarse vencer y nos otorgó el que quizá ha sido el más grande berrinche que ha hecho hasta ahora.

La cosa con los berrinches es que son la única forma que tienen los niños muy pequeños de expresar su frustración. Yo trato de imaginarme que a los niños les sucede lo que a mí me pasaba TODOS los días cuando vivía en China: estás frente a alguien con quien piensas que no debería ser tan difícil entenderte pero ¡no entiendes nada! Y no solo eso sino que tampoco te entienden y la barrera del idioma se convierte de repente en algo tangible y sumamente frustrante que hace que te quieras tirar de los pelos. Yo lo viví durante tres años y, francamente, a veces me quería tirar al suelo a llorar, así que puedo comprender perfectamente que mi hija de dos años explote en un mar de lágrimas porque sus papás no están entendiendo lo que quiere comunicar. Créanme, es HORRIBLE.

Así que en general trato de tener toda la paciencia posible y seguir explicándole lo que pasa, con palabras simples, agachándome para estar a la misma altura, viéndola a los ojos. "Nena, te tenemos que vestir porque para ir a la alberca hay que salir a la calle y hace mucho frío". Nada, cuando el berrinche está a todo lo que da, es muy difícil pararlo. Con todo y que para todo lo demás en mi vida soy sumamente impaciente, increíblemente, los berridos de mis hijos no me alteran sino que bloqueo el ruido y me concentro en guardar la calma y resolver el problema. Lo malo es que el Maple Pie no es así y para él era muy difícil estar escuchando los gritos por demás agudísimos de la Frijolita y tratar de vestirla mientras ella se retorcía y se rehusaba a meter los pies en el pantalón. El berrinche terminó explotando por los dos lados, con el esposo enojado y queriendo abortar la misión porque "para qué todo este desastre si ya estamos todos de malas" (¿todos, kemo sabe?) "y además para el poquito tiempo que vamos a estar en la alberca, no vale la pena".

Así que me tocó armarme de más paciencia para terminar de vestir a la Frijolita, que seguía pataleando, consolarla, preparar al Borreguito, preparar las cosas de todos y convencer al esposo de seguir adelante con el plan. Funcionó y por fin salimos rumbo al deportivo, aunque a esas alturas, la única con media sonrisa en la cara era yo (bueno y el Borreguito porque no tenía ni idea de qué sucedía). El complejo deportivo, la verdad, está bastante bien y tiene en el área de la alberca un vestidor familiar mixto, con lockers y vestidores amplios, una maravilla. Ahí nos encontramos con una mujer, acompañada de otra más joven, que llevaba dos muchachos cercanos en edad que a mí me parecieron hermanos. Los dos muchachos claramente sufrían de discapacidad, pero la de uno de ellos era sumamente severa y contaba con una serie de deformaciones extremadamente graves que ni siquiera puedo describir, se encontraba, por supuesto, en una silla de ruedas.

Mientras alistábamos a nuestros niños, nos tocó ver cómo ellas alistaban a los dos muchachos y cómo preparaban al muchacho en silla de ruedas para ponerlo en una silla especial para meterlo a la alberca (el complejo tiene rampas en la alberca pues dan terapias de rehabilitación física). Salimos hacia la alberca casi al mismo tiempo que ellas y después, mientras nosotros jugábamos con los niños en la parte baja, aquella mujer realizaba ejercicios con los dos muchachos ayudada por la otra chica, que supongo era la terapeuta.


Este episodio fue un momento de mucha reflexión para mí. Ahí estábamos nosotros dos, con nuestros dos hijos sanos, nadando porque estábamos aburridos en la casa y planeando una noche simple de pizza y películas; mientras tanto, ahí estaba esa mujer con sus dos hijos discapacitados, haciendo ejercicios de rehabilitación para poder darles una mejor calidad de vida. No quiero decir que su vida sea peor o mejor que la mía, es simplemente una vida diferente, pero eso sí, mucho más difícil y me atrevo a decir, llena de dolor.


La lástima es un sentimiento negativo y no fue eso lo que me invadió, pero sí se apoderó de mí una fuerte sensación de agradecimiento, humildad y un poco de vergüenza. Otra vez, por pura casualidad, créanme, nos tocó encontrarnos en el vestidor y al mismo tiempo empezamos a preparar a nuestros hijos para partir. Está por demás decir que nosotros, con dos niños pequeñitos, chamarras, botas, gorros y guantes, terminamos primero. Cuando nos fuimos, me despedí de ellos con un "bye, have a great day". Me quedé pensando mucho y lo que quiero compartir con ustedes es esto:


¿Cuántas veces nos quejamos de nuestros hijos o perdemos la paciencia con ellos sin ponernos a pensar si realmente vale la pena sentirnos así y si estamos siendo justos con nosotros y con ellos?


¿Cuántas veces, por el contrario, ponemos las cosas en perspectiva y nos ocupamos más en agradecer que en quejarnos?


Si el mayor problema que tenemos con nuestra hija es que hizo una pataleta y no se dejaba poner la ropa porque no nos estábamos entendiendo con ella, creo que somos extremadamente afortunados.


Si el mayor problema que tenemos con nuestro hijo es que no le gusta estar mucho tiempo solo y a veces no me da tiempo de tomar el baño largo que añoro, creo que somos extremadamente afortunados.

Somos afortunados por el hecho de que somos padres, porque nos pudimos embarazar rapidísimo las dos veces, porque, con todo y las incomodidades y dolores normales, viví dos embarazos saludables y que llegaron a término y porque me entregaron dos bebés sanos en todos los sentidos habidos y por haber.

Si mi mayor tragedia en la vida es que no pude parir a mis hijos de manera natural, en agua y en mi casa como yo quería y tuve que pasar por dos cesáreas, soy afortunada. Si mi mayor frustración con mi hija es que, por las razones que sea, no la amamanté como quise, soy afortunada. Si mi mayor preocupación cuando nació mi hijo fue que nació con una pequeña bolita en el lóbulo derecho ("skin tag" o "lunar de carne" me han dicho que se dice), soy extremadamente afortunada.


Todo fuera como eso.


Mi admiración completa y total para los padres que con su mayor esfuerzo y amor crían a un hijo con alguna discapacidad o problema. No puedo siquiera empezar a imaginar lo difícil que debe ser en todos los aspectos. Quizá no puedo hacer nada para aminorar su carga, pero la enseñanza que nos dejan a los demás papás todos los días no debe pasar desapercibida. 


De verdad me parece que no hacemos el suficiente esfuerzo todos los días por darnos cuenta de lo afortunados que somos, pero no solo eso, por poner en perspectiva los pequeños inconvenientes del día a día, que si el niño no se comió todas sus verduras, que si la niña se arrancó los moñitos del pelo que tanto trabajo nos costó ponerle, que si se ensuciaron el trajecito que les pusimos,  que si no dejan de decir "mami, mami, mami, mami" mientras caminan tras de nosotras cuando estamos haciendo una llamada importante... en fin, tantas y tantas cosas pequeñas y sin importancia que nos tomamos demasiado a pecho sin ponernos a pensar en la fortuna que tenemos en tener hijos que pueden moverse, caminar, hablar y hacer travesuras.


Todo fuera como eso ¿no creen?

Monday, February 6, 2012

Carta a una amiga primeriza

¡Qué gusto leerte y saber de ti y tu bebé, que ya cumplió un mes!

Pues qué te digo, no pasa nada con la cesárea, yo en su momento me desilusioné y sufrí mucho, siempre quise un parto natural y siento que me perdí una experiencia fundamental; sin embargo, con el tiempo me parece que es tan solo el inicio de un camino que ya no se termina para nosotras -pues seremos madres SIEMPRE- y que lo que cuenta es cómo vivimos ese camino. El ser buena o mala madre no depende de cómo traemos a nuestros hijos al mundo, ni de si damos pecho o no... es más, creo que el ser buena o mala madre es algo que vamos construyendo todos los días de nuestra vida y que nunca termina por definirse en términos absolutos (todas nos equivocamos intencionalmente y sin querer).

Me da gusto que te estés recuperando rápido. La recuperación de mi primera cesárea, la verdad, fue dolorosa y complicada, pero la segunda se me hizo de lo más facilita en comparación y me recuperé rapidísimo y bien.

Lo importante, sin duda, es que tu nena está bien  (¡nació grandísima, felicidades!). Las primeras semanas en términos de lactancia, y de TODO lo demás, son complicadas y creo que a veces nos pintan todo tan de color de rosa que sentimos la obligación de estar felices y en éxtasis maternal SIEMPRE y no nos damos la oportunidad de aceptar y manejar los sentimientos complicados que nos invaden.

El puerperio es sin duda el periodo de mayor susceptibilidad de las mujeres. Creo que en ninguna otra situación te invaden al mismo tiempo y con tanta fuerza tantos sentimientos opuestos: felicidad, cansancio, preocupación, enojo, angustia, amor, agobio ¡todo! Es muy normal sentirse totalmente feliz y totalmente apanicada al mismo tiempo porque es la primera vez que nos enfrentamos a una personita que depende total y absolutamente de nosotras y que, además, es MUY DEMANDANTE.

La lactancia al principio es difícil no solo en términos de postura (no nos sabemos acomodar porque ya casi no vemos mujeres amamantando... en cambio claro que sabemos cómo se da el biberón ¿no?), sino que las primeras semanas es un proceso muy tardado. Yo te confieso que con la Frijolita hasta me aburría y entre que no tenía buen agarre y me dolía muchísimo, nunca aprendí a disfrutar de esos momentos (lo que aunado a otros factores hizo que al final fracasara nuestra lactancia) y me sentía culpable de aburrirme de la idea de que tenía que estar con el bebé pegado por casi una hora solo viéndolo como en pintura del Renacimiento (ya sabes, con un halo de luz alrededor y cara de amor infinito y demás). Con Borreguito me recomendaron que leyera, viera tele o jugara en el iPhone en Twitter o Facebook y eso ayudó mucho a distraerme, lo cual me facilitó disfrutar más de las tomas y, sí por momentos largos hasta parecer pintura del Renacimiento.

Así me veía yo el primer mes... ajá, cómo no

Al principio los bebés tardan mucho porque están aprendiendo y porque no están sacando bien la leche todavía, pero no te preocupes, aprenden pronto; el Borreguito ahora se tarda entre 10 y 20 minutos por toma (dependiendo de si tiene mucha hambre y si toma de los dos lados, etc.).

Los horarios matan la lactancia, así que te recomiendo que tú sigas tu instinto y le des a libre demanda. Mi Borre come CUANDO QUIERE, y mis únicos horarios estrictos son los de extracción en la oficina. Te la vas a pasar escuchando "¿otra vez va a comer?" y aunque es un comentario molesto, lo mejor es hacer oídos sordos y contestar "" Y YA. Yo de plano ya razoné que si no son sus chichis ¿qué les importa? Y un día sí le dije a mi cuñada que no entendía por qué le agobiaba tanto si la que hacía la chamba soy YO (a lo que me dijo "es que me preocupo por ti" y contesté "pues NADA de qué preocuparse YO ESTOY BIEN" y fin del tema). El argumento científico es que la leche materna se digiere mucho más rápido... y bueno, tan simple como que si un adulto come ensalada y atún tendrá hambre más pronto que si se come una torta de tamal con atole y eso no significa que sea mejor lo segundo. A veces me suena eso de "llenarlos mejor con fórmula" como si la gente pensara empachar o indigestar al bebé fuera mejor para que los adultos descansen ¡qué egoístas somos!

Existen periodos más demandantes que otros, sobre todo los primeros meses. Yo ya pasé por algunos picos de crecimiento (¡click, click, click!) donde el bebé comía tanto y tan seguido que yo sentía que se me iba la vida por los pechos (a eso súmale que tenía a la Frijolita celosa y demandando atención) y por los periodos de "cluster feeding and fussy evenings" (perdona, no conozco los términos correctos en español pero ahí está al link con la información) que también me agobiaban muchísimo. La lactancia no siempre es fácil... vamos, no siempre es algo que adoras hacer, hay días que estás cansada, adolorida y harta y eso es algo que tenemos que reconocer, pero la recompensa es muy grande y vale mucho la pena. En su momento, a mí me sirvió mucho leer este pequeño artículo "Are Mothers Supposed to Love Breast- Feeding 24 hrs. a Day?", espero que te sirva también.

 Quisiera también decirte un pequeño y sucio secreto: Eso de que los bebés duermen la noche completa si les das fórmula es un mito cruel y despiadado... y lo llamo cruel y despiadado porque la realidad es que no necesariamente vas a lograr que duerma toda la noche, pero sí vas a lograr darle en la torre a tu lactancia. Cada toma que sustituyes contribuye a que tu producción de leche disminuya y se va generando una cadena que termina en que, ahora sí, de verdad, no tienes leche y ahí terminó todo.

Mi hija fue niña de fórmula de forma exclusiva desde los tres meses y JAMÁS ha dormido toda la noche (y ya tiene dos años ¿eh?). El sueño de los niños es ooootro aspecto lleno de mitos y medias verdades. Creo que la única verdad que hay es que cada niño es diferente y algunos regulan el sueño antes que otros. La edad en la que en general todos los niños ya duermen la noche de corrido es ¡cuatro años! (yo me echo porras diciéndome que ya nomás me faltan dos, wiiiiii), pero aparentemente medimos nuestro éxito como padres por las horas en la noche que duermen nuestros hijos y parece competencia "uy la mía duerme toda la noche desde que tenía un minuto y medio de nacidaaaaa", "ay no, mi hijo JAMAS se ha despertado en la noche ¿eh?", etc., etc., etc.... zzzzzzzzzzzzzzzzzzzz (¿cuánto quieres apostar a que la mayoría MIENTE?). Así que... bueno, las desveladas son parte de este negocio y qué le vamos a hacer, nuestra vida cambia diametralmente y las noches están incluídas, pero esto también pasará.

Que si vas a sufrir regresando a trabajar... pues, claro, no te voy a decir mentiras, sí se siente feo, pero eso tampoco depende de si das fórmula o leche materna, depende más bien del hecho de que no existe un sistema de conciliación maternidad/trabajo real y las mujeres, aunque los hombres también, vivimos partidas en dos tratando de malabarear todo. A ese respecto, lo que yo te puedo decir es que, aunque es difícil poner nuestras aspiraciones profesionales en "hold", a tus hijos no te los regresa NADIE. Nunca vuelven a ser bebés, y verás que crecen tan rápido que en un abrir y cerrar de ojos ya son "niños grandes" y yo prefiero estar ahí, viendo cómo cambian y van aprendiendo, aunque tenga que pasar otros varios años en donde estoy. El seguir amamantando aunque trabajes, para mí, es una manera de reforzar la conexión con tu hijo, de "estar ahí" aunque no estés y de seguir dándole lo mejor. Que requiere de disciplina, esfuerzo y de un muy buen extractor y un jefe comprensivo, SÍ, pero vale muchísimo la pena, sobre todo cuando vas a revisión con el médico y éste te felicita por lo bien que está creciendo tu bebé ¡solo con tu leche! (si eso no es un súperpoder entonces ¿qué?).

Por ahora disfruta mucho lo que queda de tu licencia de maternidad. Yo sé que este periodo es agobiante y agotador, y sé que de seguro sientes que la casa se te derrumba mientras que tú no tienes tiempo de nada más que de amamantar y cambiar pañales. También me pasó, y a veces me sigue pasando por tener dos niños chiquitos, que no tienes tiempo ni de ir al baño ni de bañarte ¡mucho menos de peinarte o maquillarte! Sientes que te la vives en los mismos pants de siempre y que lo único que te falta es que te vuelen mosquitas alrededor de la cabeza. A mí me invade la furia cada que alguien se refiere a mi licencia de maternidad como "vacaciones" ¿¡VACACIONES!? Como si una descansara...

Pero todo esto pasará... también el cocktail de hormonas que hace que reacciones de formas extrañas. Yo con la Frijolita lloraba mucho, mucho, mucho y no entendía por qué. Estaba tan sensible que un simple "chiste" de mi papá (me dijo "ay cómo la adoro, te la voy a quitar, te voy a mandar de regreso a Canadá sin ella y me la voy a quedar como si fuera mía") me hizo llorar por HORAS... las hormonas me tenían tan loca que yo pensaba que hablaba en serio y tenía miedo de que me quitara a mi hija. En otras cosas, sin embargo, era muy alivianada, nunca le pedí a nadie que se desinfectara las manos antes de tocarla porque tengo la idea bizarra de que es "mejor" que se expongan de manera normal al bicherío del mundo para que construyan defensas naturales (y quién sabe si sea cierto, digo, tampoco es que la aventara al lodo en la calle, pero no me angustiaban los gérmenes del exterior) y le daba los biberones "al tiempo" para horror de mis papás; pero pooooooobre de aquel que hiciera ruido en presencia de mi hija, no porque la despertaran sino porque en mi mentecita hormonal, sus oídos tan pequeños y sensibles podrían dañarse son sonidos estridentes (creo que mandé a mi mamá a pedirle al vecino que callara a su pastor alemán un par de veces). También recuerdo que me daban ataques de angustia antes de registrarla porque yo JURABA que me la querían robar (¿quién? ¡Quién sabe! ¡TODOS!) y me urgía que me dieran sus actas de nacimiento.

Así que, no te preocupes, todo lo que sientes y piensas es perfectamente normal. Ser mamá es una montaña rusa de emociones y es el trabajo más demandante física y emocionalmente que existe... pero lo estás haciendo bien, todas lo estamos haciendo bien cuando actuamos siguiendo nuestro instinto y guiadas por el amor que le tenemos a nuestros hijos. Todo vale la pena cuando los ves creciendo bien, sanos y felices. Todo, las desveladas, los kilos de más, las cicatrices, los pezones adoloridos, el cansancio, todo vale la pena cuando te sonríen (qué baratos salimos ¿no? Jeje).

Rodéate de mamás que piensan como tú, ya sea "en vivo" o por medio de Twitter o Facebook, verás que sentir el apoyo de mamás que crían de la misma manera que tú te dará mucha fuerza y mucha información para seguir adelante en el camino que escojas. En lo personal, nosotros seguimos el método de "crianza con apego" (o Attachment Parenting) y el haber encontrado tantos recursos en línea y tantos papás que piensan como nosotros, nos da las herramientas necesarias para enfrentar las críticas y para encontrar ideas sobre cómo manejar todos los aspectos de nuestra paternidad. Lo mismo va para tu pediatra, nosotros sin querer caímos en las manos de un médico joven que practica y promueve la crianza con apego (lactancia, porteo de bebés, colecho, etc.) y eso también nos da más tranquilidad y promueve un clima de confianza con el doctor que nos ha servido mucho.

A pesar de que mi carta es muy larga  (espero no te me hayas quedado dormida por ahí), mi consejo más importante es que disfrutes muchísimo a tu hija. Los hijos crecen muy rápido, demasiado rápido, son como agua que se te va de las manos sin poder nunca cogerla del todo; un día abres los ojos y ya se sientan, otro día los abres y ya caminan, al otro ya dicen "mamá" y en uno más ya no quieren que les ayudes a ponerse los zapatos. Yo no puedo creer que mi Frijolita ya tenga dos años, que corra y hable, que se vista y coma sola y que le guste bailar. A la vez no puedo creer que mi Borreguito ya tenga cuatro meses, que se ría y me mire con la misma adoración con la que yo lo veo a él. Ese aliento de lechita, ese sonido de su risa, esa cabecita que aún se tambalea... todo eso se pasa muy rápido, disfrútalo lo más que puedas, bésala, abrázala, huélela, siéntela porque esa bebita, ESA, ya no regresa, siempre cambia, siempre es otra. Ámala con todo y lo demás... se irá acomodando solo, es cuestión de tiempo y de paciencia. 


Thursday, January 5, 2012

Rosca de Reyes

Para quien no me conozca, déjenme empezar el post diciéndoles que no hay nadie en el mundo con tanto entusiasmo y tan poco talento para la cocina como yo. Me llama mucho la atención cocinar, y no tengo mal sazón, pero entre que carezco de imaginación, soy bastante torpe con las manos y me casé con un Chef, casi nunca preparo nada. Dicho lo anterior, les contaré que a pesar de ello, decidí que este año que le entro con todo al trabajo de Reina Maga, haría mi propia rosca porque aquí no hay dónde conseguirla.

Como ya me conozco, la verdad sí intenté encontrar un sustituto decente, y para aquellos que viven fuera de México, les tengo la novedad de que si pueden encontrar Panettone, verán que tiene un sabor muy parecido aunque la forma es bastante diferente (parece un muffin gigante). Tristemente para mí, no lo compré a tiempo, y como es un pan navideño, ya no encontré hoy. Mi segunda opción fue comprar Fruit Cake , pero cuando ví la información nutrimental casi me voy de espaldas: ¡425 calorías por una rebanada!

Está bien que uno quiera celebrar Reyes, pero también me estoy cuidando mucho para regresar a mi peso pre-Frijolita (porque ya regresé a mi peso pre-Borreguito), así que volví a mi plan inicial de preparar mi propia rosca, en espera que no fuera semejante bomba de grasa y calorías. Fue entonces que como por arte de magia me encontré una receta buenísima en el sitio de WW y aquí se las comparto. La receta misma dice que como es baja en grasa se endurece rápido y recomienda prepararla el día que se va a consumir. Yo la voy a preparar hoy en la noche y a ver qué tal está para mañana en la tardecita que la parta con mis nenes. No sé de dónde voy a sacar los niñitos Jesús... a ver si no se enoja la Frijolita si le meto un PlayMobil.

Si la preparan, me platican cómo les quedó. Ah, y chequen la explicación que ahí dan sobre el muñequito, jijiji.

¡Feliz día de Reyes!


King Cake





Servings: 24


Preparation Time: 160 min


Cooking Time: 35 min


Level of Difficulty: Difficult



This cake has a surprise: a plastic baby doll baked in. Find it in your slice and you're expected to host next year's Mardi Gras soiree.



Ingredients


1 cup(s) fat-free skim milk


4 Tbsp reduced-calorie margarine


1/2 oz yeast, use two 1/4 oz packets


2/3 cup(s) water, warm (about 110°F)


1/2 cup(s) sugar, divided


1/2 cup(s) fat-free egg substitute


1 tsp table salt


1 tsp ground nutmeg


5 cup(s) all-purpose flour, or as little as 4 cups (see instructions)


1 spray(s) cooking spray


1/2 cup(s) packed light brown sugar


1/2 cup(s) raisins


1/2 halves pecan halves, chopped (or walnuts)


1 1/2 tsp ground cinnamon


1 Tbsp reduced-calorie margarine, melted


1 cup(s) powdered sugar


1 Tbsp water


3 Tbsp sugar, granulated (use 1 tbsp each purple, green and gold decorating sugar)


Instructions


To make the dough, combine milk and 4 tablespoons of margarine in a small saucepan and set pan over medium-low heat. Heat mixture until tiny bubbles appear around edges of pan. Remove pan from heat and set aside to cool slightly.






Meanwhile, in a large mixing bowl, combine yeast, 2/3 cup of warm water and 1 tablespoon of granulated sugar; let stand 5 minutes. Beat in egg substitute. Beat in cooled milk mixture. Beat in remaining granulated sugar, salt and nutmeg.






Add flour, 1 cup at a time, and mix until blended and no longer sticky (this will take 4 to 5 cups). Using dough hook attachment on your mixer, or your hands, knead dough until smooth and elastic (about 2 minutes with dough hook and 8 minutes by hand). Shape dough into a ball.






Coat a large bowl with cooking spray. Add dough and turn to coat all sides. Cover bowl with plastic wrap and let dough rise in a warm place until doubled in bulk, about 1 1/2 hours.






When dough has risen, punch dough down with your fists to let air out. Roll into a large rectangle, about 14 X 18 inches; set aside.






To make filling, combine brown sugar, raisins, nuts, cinnamon and melted margarine in a bowl; combine until mixture is crumbly.






Sprinkle filling evenly over dough, to within 1/4-inch of edges of the rectangle.






Starting from wider side of rectangle, roll dough up tightly, like a jelly roll. Bring ends of roll together to form an oval-shaped ring.






Coat a baking sheet with cooking spray. Place dough ring on baking sheet and pinch ends together to form a seal.






Cover dough with plastic wrap and let rise in a warm place until doubled in size, about 45 minutes.






Preheat oven to 375ºF.






Using sharp scissors, cut slits 1/3 of the way through the dough all around the ring, 1 inch apart, to let steam vent. Bake for 25 to 30 minutes, until golden. Remove from oven and insert plastic baby doll into bottom of cake so it is completely hidden. (You can substitute a whole pecan or walnut for the doll.)






To make frosting, combine powdered sugar and 1 tablespoon of water; whisk until smooth.






While cake is still warm, spread frosting over top and sides. Sprinkle coloured sugar over cake, alternating colours. Cut into 24 pieces and serve. (Note: Our lightened up King Cake contains only a small amount of fat so it dries out quickly. For the best results, prepare the cake the day you plan to serve it.)