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Monday, June 10, 2013

La importancia del apego en una familia nómada

























No falta quien me dice que los niños y nosotros estamos "demasiado" apegados. Fuera de las comunes críticas con respecto a que si "sigo" amamantando a Borreguito o que si practicamos el colecho, un comentario frecuente es que tanto él como su hermana dependen demasiado de nosotros, o que viven pegados a su papá y a mí.

Hace unos meses fuimos de vacaciones a México y le pedimos a mis papás que nos cuidaran a los niños durante algunas horas para que pudiéramos salir con unos amigos al cine y a cenar. Nosotros la pasamos bien, pero la Frijolita pasó una hora llorando de seguido y Borre no quiso dormirse porque no estábamos ahí.

El comentario sobre la velada por parte de mis papás, sin ánimo de molestar, fue que tal vez lo mejor sería tratar de que los niños no estuvieran "tan pegados" a nosotros para que no sufrieran... claro, en México, donde estamos acostumbrados a tener familia por doquier y donde no faltan tíos, primos y amigos con los quienes convivir o a los cuales acudir para que cuiden a los niños suena fácil, pero ¿qué hacemos nosotros cuando lo único que tenemos es a nosotros cuatro?

Pues nada, querernos igual y llevar la misma dinámica que hasta ahora, justamente porque la única constante en nuestras vidas es que en la cotidianeidad solo nos tenemos nosotros cuatro.

A su corta edad, mis niños ya han experimentado tener que decirle adiós a alguien querido. Lo viven cada vez que vamos de visita a México o nos visita alguien y lo vivieron cuando nos mudamos de Tomatito a C-Town. Cada vez, decir adiós se irá tornando más difícil; ya se me arruga el corazón cuando Frijolita llora en el aeropuerto y cuando pasa días preguntando cuándo vuelven a venir los abuelos o cuándo volvemos a ir a México. A casi un año de habernos ido de Tomatito, Frijolita pregunta muy seguido, no solo por sus tíos y primos de sangre, sino por la familia postiza de la que nos hicimos allá y  por su maestra del daycare (cuando la inscribimos en pre-kinder acá, lo primero que quiso saber es si  ella iba a ser su maestra otra vez).

Mientras más pasen los años, las pérdidas se harán mayores (porque sí, son pérdidas), pero confío en que un apego sano entre nosotros cuatro contribuya a saber llevarlas de mejor manera.

La verdad es que no es fácil encariñarse con alguien sabiendo que un día, más o menos cercano (yo no he durado más de cuatro años en la misma ciudad) habrá que decir adiós. He oído de colegas que despúes de 15 años o más en el camino deciden ya no hacer amigos a donde llegan, argumentando ya no estar dispuestos a pasar por la tristeza de dejar más gente atrás. Yo misma encuentro muy duro tener que despedirme de gente con la que creo lazos fuertes porque, encima de todo, soy de las que crea lazos fuertes, y siempre me voy llorando por la gente que voy dejando atrás.

A pesar de todo, quiero que mis hijos aprendan a querer y que no tengan miedo a encariñarse a sabiendas de que siempre nos tendremos que ir; por el contrario, quiero que disfruten de la gente justamente porque no la tendrán cerca siempre, quiero que aprendan a no dar por sentado el afecto de nadie y que sepan valorar su presente.

Pero sobre todo, quiero que los cuatro tengamos un lazo fuerte y estable que nos permita a todos ir por el mundo sabiendo que el hogar está donde estemos los cuatro. Ciudades y países van y vienen y vamos dejando atrás gente que queremos, pero nosotros cuatro seremos la base que nos permitirá ir navegando entre tanta estabilidad.

No es idea mía, hace muchos años conocí a la hija adulta de un colega que a sus 22 años había vivido en ocho países diferentes en tres continentes. Cuando le pregunté si había sido difícil vivir así me dijo "la verdad no, porque mis papás se aseguraron de darnos un hogar feliz y estable, así que sabíamos que el "afuera" cambiaba siempre, pero nosotros permanecíamos unidos". 

No le puedo asegurar a Frijolita que empezará la primaria aquí, y seguramente Borreguito vivirá varios cumpleaños como recién llegado sin amiguitos a los cuales invitar, pero mientras nosotros sepamos proveerlos de un entorno donde se sientan amados y seguros, creo que podrán sobrellevarlo mejor.

Aunque claro, ya veo venir las lágrimas por los amores adolescentes perdidos... c'est la vie!