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Friday, March 25, 2011

One down, two to go!

Mañana termina oficialmente mi primer trimestre de embarazo, ay qué felicidad. Yo no sé las demás, pero para mí el primer trimestre es el peor... bueno, también el último se pone punk... bueno, en realidad creo que solo me gusta el segundo trimestre, pero el primero es en particular mi menos favorito de todos.

No es que no sea feliz como una lombriz, al contrario, me encanta la emoción que se siente cuando la rayita de la prueba te hace darte cuenta de que tienes un frijolito en la panza, pero no soy fanática de las semanas donde parezco una repetición sin final de aquella famosa escena del Exorcista donde llena todo de sopa de chícharos (¿que no? Eso es sopa de chícharos, jojo).

"¡Te dije que no quiero pollooooo!"

Tampoco soy muy fan de levantarme tres veces en la madrugada al baño (de por sí ni duermo bien por la Frijolita), de tenerle asco al pollo, y mucho menos, de andar por la vida como zombie, desubicada, adormilada y más cansada que si hubiera corrido un maratón (que no sé si sea cansado porque nunca he corrido uno, pero yo digo que sí).

No, definitivamente no hay nada como el segundo trimestre. Por fin dejas de verte como si le estuvieras entrando con demasiada fe a los tamales y comienzas a verte embarazada; puedes guardar tus pantalones normales y ponerte los de maternidad sin sentirte ridícula (¿a quién engaño? Yo me puse los de maternidad apenas salió la rayita en la prueba, pero bueno, por lo menos ahora no me siento "tan"ridícula). Por fin se te ve la tan ansiada pancita, pero todavía no pareces "Jabba The Hut" y aún te puedes mover y andar por la vida feliz sin ningún sentimiento de "denme un balazo ¡YA!".

"I'm not fat, I'm pregnant!!"

Ya en serio, quizá lo que más me gusta de que termine el primer trimestre es esa sensación de "alivio" que llega con las doce semanas, el sentimiento de "ya la libré". Tanto nos dicen que el primer trimestre es el más delicado, en el que hay más peligro de perder al bebé, que, al menos para mí, cualquier retortijón, cualquier coliquito, se convierte en señal de alarma. Tan solo anoche la pasé en vela, preocupada por un dolor de estómago que no se me quitaba, que no lograba siquiera hacer la lógica conexión de que el dolor no tenía nada que ver con el bebé y sí mucho con la espantosa cena de Mr. Noodles y papas con brócoli y queso amarillo de microondas que fodongamente me empaqué con tal de no cocinar.

Ahora viene la parte más divertida, ver crecer la panza, conocer el sexo del bebé, empezar a sentir las pataditas, dejar que todos te apapachen y te consientan y tener más pretexto para no levantar ni una pluma del piso.

Entre mis planes están empezar mi serie de fotografías semanales (que espero en este embarazo queden mucho mejores que en el pasado), dejar de comer Mr. Noodles y Cheettos, seguir haciendo ejercicio y repetir una y cien veces "but honeeeeeeey, I'm pregnant!!" cada que me resulte conveniente.

¡Uffffff no puedo esperar!



Tuesday, March 15, 2011

La primera enfermedad de la Frijolita

Antes que nada, quiero agradecer todos los amables comentarios que he recibido acerca del blog ¡ya siento que los amo a todos! Aunque a veces no los pueda responder, los leo y agradezco todos.

Bien, ahora, al grano.

Resulta que la Frijolita ya entró al Daycare (a la guardería, pues). Ya me habían advertido que se me iba a enfermar y que no volvería a ver su carita libre de mocos de aquí a que entrara a la Universidad, pero por alguna razón, minimicé los comentarios... debe ser esa tendencia mí a pensar que "a mí no me va a pasar".

Aja.

Todo empezó el sábado después de su clase de natación cuando íbamos rumbo a casa de su tía. En un primer momento, el esposo dijo que el violento vómito que tapizó la parte trasera del coche se debía a que "seguramente" la Frijolita había tragado agua de la alberca (claro, como la que se mete con ella soy yo y la dejo deglutir agua con cloro y salada a su antojo, pffff). Más tarde, cuando no dejaba de parecer la doble de la niña de El Exorcista, al esposo se le ocurrió que a lo mejor no era el agua de la alberca sino algo más.

Y así, con la duda, se fue a trabajar mientras yo me quedé a cuidar de la pobre chamaca que no dejaba de verme con ojitos de "¿por qué me pasa esto, mami?". Sobra decir que el día no estuvo nada divertido, y me pregunto si mi cuñada alguna vez volverá a invitarme a su casa luego de que la Frijolita tapizó toda su alfombra blanca de puré de manzana con frambuesa (tip: nunca le den a un niño vomitón comida de colores estrafalarios).

Omitiré más detalles gráficos sobre mi fin de semana y toda la semana siguiente, pero baste decir que jamás había cambiado tantos pañales en un solo día y que la casa era una zona de desastre llena de montañas de ropa por lavar de manera urgente; que nos quedamos sin edredones y que terminé lavando como pude mi pobre colchón.


Los primeros días nos dedicamos a observar e hidratar. Como estuve sola y sin coche durante el fin de semana, me las tuve que idear para preparar suero casero y atole de harina de arroz (en un país en el que de todos modos no venden harina de arroz más que en las tiendas mexicanas). Gracias a Dios existen los abuelos, y para suerte de la Frijolita, los suyos son, además de preocupones, médicos, así que tuve un muy buen coacheo por Skype sobre cómo mantenerla lo mejor posible en espera de que se recuperara sin necesidad de medicamento.


Ya para el cuarto día nos fuimos al doctor, que nos dijo, como ya sabíamos, que se trataba de un bug que andaba suelto y pegándole muy duro a todo mundo. Nos recomendó Kaopectate y muchos líquidos, además de que nos felicitó porque la veía muy bien hidratada.


Como la nena no mejoraba, sino todo lo contrario, dos días después corrimos a Urgencias, donde nos volvieron a decir lo mismo, y nos sugirieron esperar unos días más antes de iniciar un antibiótico para permitir que las defensas de la Frijolita actuaran por sí mismas. Nuevamente, nos felicitaron por lo bien hidratada que estaba.


Lo de la hidratación es paranoia mía. Yo viví de niña la epidemia de cólera en México y no se me olvidan los anuncios en la tele sobre el Vida Suero Oral y los síntomas y peligros de la deshidratación; es más, hasta me acuerdo de un comercial de caricatura donde Cantinflas explicaba a detalle cómo preparar el suero y cuándo ir al hospital, al final decía "¿ya ve? ¡Salvó la vida de su hijo!". Por alguna razón todo esto se me quedó muy grabado en la mente, así que durante los días que la Frijolita estuvo enferma, no dejé de repetirme que tenía que darle suficientes líquidos y suero (no se preocupen, el casero solo se lo di el primer día, después compré Pedialyte). 


Fueron días muy pesados y muy cansados, no podíamos dormir porque teníamos que cambiar pañales toda la noche y durante el día había que estar alertas al estado de la bebé. Lo más difícil de todo era verla tan apagada, con los ojitos tristes, sin moverse, jugar ni sonreir... no era la misma niña de siempre y a mí me partía el corazón verla así.


Es difícil ser paciente cuando un hijo está enfermo, quieres que se recuperen ya, Ya, YA, YAAAA, y no sabes cómo, quieres hacerlos sentir mejor, y no sabes cómo. Dan ganas de ir al doctor y que te den una "fórmula mágica" para curarlos de inmediato, pero yo sé que las cosas no funcionan así. Es difícil entender que estas cosas pasan, que es normal que al entrar en contacto con otros niños y otros lugares pesquen bichos e infecciones y que al final es "bueno" porque su sistema inmunológico se fortalece. Es difícil también esperar a que el asunto se resuelva por sí solo sin usar antibióticos, sé que habrá quien nos critique, pero yo sé que lo mejor es no dejar que la niña comience a generar resistencia a los antibióticos desde ahora y permitir que su sistema se encargue de infecciones como la que pasó. Ver claramente a mediano y largo plazo es difícil cuando tu pequeño no la está pasando bien, pero es parte de nuestra labor como padres saber tomar las mejores decisiones para ellos. La sugerencia del médico fue aceptada por nosotras y vista con muy buenos ojos profesionales de mis papás, así que me quedé más tranquila.


Al final, y poquito a poco, la infección cedió y todo volvió a la normalidad. Tomó su tiempo, la Frijolita quedó algo irascible y muy necesitada de atención y apapachos por casi una semana más; además, se despertaba por las noches, más seguido de lo normal, gritando y llorando quién sabe por qué (no tenía hambre, no estaba sucio su pañal, estaba ahí juntito a nosotros).


Todo esto, obviamente, tuvo consecuencias en nosotros, estábamos cansados, y si bien no de mal humor, tampoco muy festivos que digamos, pero sobre todo, preocupados y esperando a que nuestra Frijolita se recuperara y volviera a ser la misma de antes. 


Un par de semanas sin duda difíciles, pero sobrevivimos (yeeeeeeeei) y la Frijolita ha vuelto a ser la niña alegre y locochona de antes... cuánto la extrañamos.