Pages

Friday, August 20, 2010

Sobre los hijos, Kahlil Gibran

Y una mujer que llevaba un niño contra su pecho le preguntó a un maestro: Háblanos de los hijos. Y él respondió:

Vuestros hijos no son vuestros hijos.

Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de si misma.

Vienen por medio de vosotros, pero no de vosotros y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, mas no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.

Podéis albergar sus cuerpos mas no sus almas, Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar.

Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis hacerlos como vosotros.

Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer.

Vosotros sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados como flechas vivas.

El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito, y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.

Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, por que así como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firma; por eso vosotros tuvisteis la oportunidad de vivir vuestra vida y la libertad de amar y hacer tu vida.

Deja que tus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no los reclames para que vuelvan, ellos te querrán por siempre y tendrán también su nido del cual algún día ellos solos quedaran, pero fue su nido y su vida, déjalos libres, ámalos con libertad, no apagues su fuego de su hogar vive y deja vivir y ellos siempre te querrán.


de Kahlil Gibran, "El Profeta"

Monday, August 16, 2010

Lejos, muy lejos de los brazos de Morfeo

Cuando estaba embarazada, uno de los primeros consejos que me dieron otros papás jóvenes fue: "trata de dormir lo más que puedas porque después ya no vas a poder". "Pamplinas", pensaba, "eso de que no se puede dormir nunca igual después de tener un hijo es uno de esos mitos que usan los papás para asustar a los demás o para buscar un poco de simpatía y compasión". Ahora todos los días me doy diez latigazos en la mañana por haber pensado tal tontería.

Todos, TODOS, tenían razón. Mi hija es una maravilla, se porta bien, todo el tiempo está sonriendo, es la mejor bebé durante todo el día, pero pareciera que en las noches se transforma en un bebé totalmente diferente, algo que el esposo y yo hemos llamado el "Fenómeno del Baby Jekyll y Baby Hyde", y por tanto, las noches han sido muy complicadas desde que nació.

Si bien me chocan las mamás que lo único que hacen es quejarse de sus hijos como si fuera deporte olímpico y ellos fueran un castigo del Señor (cuando obviamente los adoran), y no pretendo tirarme al drama ni mucho menos, creo que merezco un poquito de desahogo, sobre todo si toman en cuenta que tras un embarazo nada fácil y ocho meses de nacida la Frijolita llevo la fabulosa cantidad de quince meses sin dormir bien o casi nada.

La verdad sea dicha, yo tenía expectativas muy altas sobre la forma en la que la bebé iba a dormir. Mi mamá siempre presume el hecho de que tanto mi hermano como yo comenzamos a dormir toda la noche (bueno, de 12 AM a 6 AM) desde que teníamos UN mes de edad, así que las primeras semanas que pasé como mamá, totalmente desvelada y adolorida, tratando de amamantar, cambiar pañales y arrullar a mi bebé,  las pasé diciéndome "pronto pasará, cuando cumpla un mes todos volveremos a dormir". Cuando la Frijolita cumplió un mes y se siguió despertando tres veces cada noche busqué consuelo en alguien más y encontré a un amigo que me dijo que todo se volvía más fácil pasando los primeros noventa días. Cuando cumplió los tres meses y siguió despertándose tres veces busqué consuelo en las experiencias de otros padres. Ahora que ya cumplió ocho me he convertido en la referencia y consuelo de otros ("uy ni te quejes, la bebé de la Galle y el Maple Pie ya tiene ocho meses y todavía no duerme toda la noche").

He buscado la explicación para el hecho de que a mi hija no le de la gana dormir más de tres horas de corrido en todos lados, hasta en la "suerte"; con total convicción he llegado a pensar que es mi culpa que esto pase porque las primeras tres noches (por separado) que la nena durmió la noche completa tuve la fabulosa idea de anunciarlo por Facebook. He llegado a pensar que sin duda lo que sucede es que me estoy echando la sal solita, así que la última vez que durmió de 9 PM a 7 AM ni de broma se lo comenté a nadie (aunque celebré con el esposo dando de saltos en los sillones).

Mi teoría se fue al traste cuando a mi nena se le ocurrió despertarse dos veces la noche siguiente. La frustración y el cansancio no se hicieron esperar, y desde entonces no me he dejado de hacer la misma pregunta:

¿Por queeeeeee a miiiiiiiiiiiiiii?


¿Por qué si sigo los consejos de los libros y los sitios sobre bebés? ¿Por qué si tengo una rutina nocturna perfecta (cena, baño, masaje, lectura, canción de cuna, habitación a temperatura ideal y oscura)? ¿Por qué si he seguido al pie de la letra el método Ferber? ¿Por qué si cuando voy a verla cuando se despierta no tiene hambre, ni frío, ni calor, ni está mojada? ¿Por qué si no le gusta dormir en nuestra cama? ¿Por qué, amada hija mía, me despiertas dos o tres veces cada noche, todas las noches, y aún así te despiertas a las 5.30 AM, aunque sea sábado o domingo? ¡¡¡¿¿¿POR QUÉ SI SOY TAN BUENA, POR QUEEEEEEEE???!!!
La respuesta no la tengo, y francamente, no creo que tenerla sea tan importante como saber cómo hacer para que ya no suceda. El esposo y yo repasamos con cuidado los acontecimientos de los días anteriores a las noches en las que ha dormido por ocho o hasta diez horas seguidas en busca de pistas que nos permitan saber cuál es la fórmula para que todos podamos descansar mejor. Hasta ahora no hemos encontrado ninguna.

Todo parece indicar, según lo que hemos leído, que lo que sucede es que, simple y llanamente, cada bebé es diferente, y que si bien podemos aplicar todas las técnicas habidas y por haber, su propio crecimiento puede afectar los patrones de sueño de formas que a veces los papás no entendemos. Por ejemplo, hemos leído que hay bebés que duermen bien hasta que empiezan a pararse o a caminar porque el descubrimiento de su movilidad los saca de onda y hace que "nomás porque pueden" se sienten o se paren en la noche (¿quién quiere estar acostado y dormido cuándo es posible caminar? ¡wiiiiiii!).

Racionalizar estas cuestiones es más simple cuando NO son las 3 de la mañana y lo único que quieres escuchar es... nada sino silencio; en cambio, cuando son las 3 de la mañana y estás de lo más irascible, cualquier intento por razonar con uno mismo o con el otro puede resultar en un intercambio de vituperios contra todos los teóricos del sueño infantil.

Nosotros, en aras de la salud mental, hemos decidido dejar atrás el método Ferber (aquél donde dejas que el niño llore por periodos cortos hasta que aprenda a calmarse solo y dormir la noche completa) porque no nos está funcionando muy bien y ha hecho que nos sintamos como los peores monstruos del universo, sobre todo a partir de que hace dos noches lloró tanto que vomitó. Si bien es un método que puede funcionarle muy bien a algunas familias, a nosotros nada más nos está torturando. En su lugar, intentaremos el método de Elizabeth Pantley... y a ver cómo nos va porque aunque entendamos que cada bebé es diferente, no podemos quedarnos sin hacer nada viéndonos las caras los tres a mitad de la noche.

Por todo esto, últimamente no hay nada que desee más que volver a dormir como antes, a pierna suelta y sin interrupciones. En eso estaba pensando, y preguntándome cuándo volvería a dormir así de rico cuando recibí una llamada de mi mamá temprano en la mañana.

"¿Tú me llamaste anoche como a la 1 AM mías?", preguntó un poco preocupada, "no ma, para nada, no fui yo", contesté, "¿pero estás bien?", "sí claro, todo bien", "ah, es que alguien marcó a esa hora y no alcancé a contestar y pensé que eras tú y te marqué al celular pero no entró y luego a tu casa y tampoco entró y entonces esperé que volvieras a marcar y como ya no marcó nadie y yo pensé que eras tú y necesitabas algo, pues... ya no dormí bien toda la noche".

Gracias mami, sin querer, contestaste mi pregunta. La respuesta es: NUNCA.

Friday, August 6, 2010

Viajar con niños no es para los débiles

El que me conozca sabe que una de las cosas que más disfruto en la vida es viajar. Ahora que soy mamá, he llegado a pensar que mi gusto se debe en parte a que viajar te permite volver a experimentar algo que perdemos cuando dejamos de ser niños: vivir en un estado permanente de descubrimiento y novedad. Cuando eres niño todo es nuevo, pero después te conviertes en adulto y el mundo que alguna vez te pareció tan sorpresivo termina por convertirse en cotidiano y "normal". Viajar te permite despertar la capacidad de asombro, te deja volver a sentir lo que es que un lugar sea completamente nuevo para ti, listo para descubrirse y explorarse.

Hace varios años me plantée la ambiciosa meta de conocer por lo menos un nuevo país o ciudad cada año y así lo he venido haciendo desde entonces. En 2009 no paré, y aunque ya estaba embarazada, volví a Europa con mi mamá y mis primitas Chilindrinas y conocí España, que me había saltado en otros viajes. Cuando nació la Frijolita pensé que tal vez tendría que romper mi promesa durante el 2010, su primer año de vida, pero afortunadamente el esposo es igual de pata de perro que yo, así que en estos casi ocho meses desde que nació no hemos parado de viajar.


Primero viajamos embarazados hasta México (diría la prima Mack que cual mariposas monarcas, para huir del frío y tener hijitos) y tras nacer la Frijolita hicimos un pequeño viaje a Querétaro, poco después nos tocó regresar al Tomatito (por cierto, esa vez hasta traíamos perro) y no pasaron ni dos meses cuando decidimos irnos cinco días a Chicago, en mayo nos fuimos a Niágara y Toronto, y hace dos semanas regresamos de British Columbia.

Tras tanto ajetreo, dos cosas me quedan muy claras:

1. Ya no me imagino viajando sin mi familia

2. Viajar con niños no es para los débiles

Permítanme extenderme en lo segundo. Usualmente la gente ve con cierto hartazgo a los papás que viajan con niños  (sobre todo los jóvenes y solteros), pero creo que no se detienen a pensar por un segundo el trabajal que implica viajar con ellos. Claro, es muy fácil oirlos llorar, enojarse y pensar "ash ¿por qué no se quedan en su casa?" sin recordar que los papás además de papás son personas completas en sí mismas, tienen trabajo, otros familiares, amigos, responsabilidades, necesidades y compromisos que los obligan y/o les permiten viajar ¿o qué, ya por tener hijos no tienen derecho a irse de vacaciones o a visitar a su familia o a salir de su casa?

No, los papás a veces deben y quieren viajar, y en efecto les da mucha pena cuando sus niños berrean todo el vuelo, perdón por la molestia, pero, verán, cuando se bajan del avión el asunto se acabó para ustedes, mientras que para los papás sigue y sigue y sigue, así que un poco de tolerancia no les viene mal.

Espero que la Frijolita se acostumbre al trajín de nuestras vidas y sea una buena viajera. Hasta ahora no ha dado (casi) ninguna lata y sin embargo, cada vez es un poco más complicado viajar con ella.

Toda la dinámica de nuestros viajes ha cambiado. Atrás quedaron aquellos días en que el 80% de la maleta estaba llena de ropa, zapatos, bolsas y accesorios míos (en el otro 20% el pobre esposo metía a la fuerza sus cosas); ahora el 70% de la maleta es de ella entre pañales, latas de fórmula, toallitas, cremitas, medicinas (por si las dudas), comida, ropita, ropita y más ropita (aaaaaaah, cómo usan ropa los bebés, jamás en mi vida había lavado tanto y tan seguido). Además, tenemos que ir armados de una pañalera muy bien equipada, una carreola y un buen canguro. ¿Mis bolsas preciosas? En el clóset, gracias, porque ahora nuestros pasaportes, teléfonos, llaves, carteras, libros y iPods conviven apretujados en algún bolsillo desocupado de la pañalera.

Pasar seguridad en los aeropuertos es toda una odisea, imagínense quitarse los zapatos y la chamarra, desarmar la carreola y poner la pañalera en la banda a la vez que cargan un bodoquito de nueve kilos (y contando), se dejan manosear por el personal, luego esperan pacientemente a que hagan mil y un pruebas en los biberones y otros artículos potencialmente peligrosos de la bebé y luego tratan de poner orden en todo otra vez mientras ven con angustia el reloj esperando que el avión no los deje. Afortunadamente en muchos aeropuertos le dan prioridad a las familias con niños pequeños ¿les molesta? No hay problema, cárguenme a la chamaca con todos sus triques hasta la sala de abordaje y ahí luego me cuentan.

Si creen que los asientos de los aviones son incómodos, esperen a viajar cuatro o cinco horas con un bebé, que no se deja de mover, en el regazo. Los bebés son chiquitos, pero ¡ah cómo pesan y cómo se mueven! Comer algo es difícil y beber, casi imposible y hasta peligroso si se trata de líquidos calientes como el café, que irónicamente es lo que más se necesita en momentos así. Uno termina llegando a su destino con la espalda hecha pedazos, hambriento, sediento, cansado y un poco avergonzado si el bebé lloró desesperadamente/decidió hacer la popó más desastrosa de la historia/vomitó encima del pasajero de al lado/todas las anteriores.

Viajar por coche puede ser un poco menos complicado porque uno hace lo que quiere en su coche y si el bebé llora desesperadamente/decide hacer la popó más desastrosa de la historia/vomita/todas las anteriores  uno lidia con ello sin la presión del público, lo cual en general facilita las cosas. Aunque claro... si planeaban llegar en seis horas a su destino, buena suerte, porque inevitablemente habrá que pararse a darle de comer o a cambiarlo o a entretenerlo.

Usualmente todo mejora cuando se llega al destino anhelado, aunque claro, los cuartos de hotel rápidamente se transforman en territorio del bebé con sus cosas regadas por todos lados. El desorden parece perseguir sin tregua a los bebés (para desgracia de esta obsesiva- compulsiva del orden) y resulta prácticamente imposible dormir bien con un bebé que patea, manotea y se mueve sin cesar toda la noche en medio de la cama. Yo no dejo de preguntarme cómo una cosita que mide menos de un metro es capaz de ocupar toda una cama king size dejando a sus papás acurrucados en las orillitas y a medio dormir (¡no vaya a ser que la aplastemos!).

Sobra decir que las noches de cenas y tragos se acabaron (a menos que se lleven a alguien que les cuide al bebé... como una abuelita o algo así), no se puede salir a bailar y hay lugares a los que no se puede entrar o porque no se admiten niños o porque no cabe la carreola o porque pierden el chiste si llevas a un bebé. Toda la dinámica de los viajes cambia.

No, no es para débiles viajar con niños, se necesita paciencia, más dinero y hasta brazos fuertes para cargar con todo. No es fácil y podría pensarse que es hasta un tanto inútil porque la Frijolita no se va a acordar de la primavera cuando fuimos a Chicago, del viaje a Niágara, de cuando visitamos British Columbia o del día que nos subimos a la CN Tower en Toronto con sus bisabuelitos, pero nosotros viajamos porque es lo que más nos gusta, porque no nos sabemos estar quietos y porque, el día que supe que iba a ser mamá, le hablé a ese frijolito que tenía en la panza y le dije que el mundo al que lo iba a traer sería un lugar que disfrutaría mucho y que se lo mostraría todo. En eso estoy, y lo estoy disfrutando al máximo.