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Wednesday, April 23, 2014

La (segunda.... ehhhm, tercera) tragedia del diente

When it rains, it pours, dice mi marido. 

Hemos tenido varias semanas difíciles, llenas de preocupaciones y mal entendidos que nos tienen algo angustiados, y claro, a veces la vida se complica al grado que pasan y pasan cosas y ya no sabes ni dónde meterte.

Sin embargo, pasamos una Pascua bastante tranquila, en casa, juntos, llevando a cabo las tradiciones canadienses que mi marido sigue desde niño y comiendo rico. El lunes, que aquí es feriado por ser Easter Monday, planeamos un día divertido para los niños, que incluía llevar a Borre a su clase de natación e ir a comer y al cine. 

Todos los planes se fueron al traste cuando, al salir del deportivo, la puerta de salida, que inexplicablemente tiene un resorte potente, se le regresó a Borre golpeándolo con fuerza en la boca. El esposo de inmediato lo cargó para consolarlo y me lo llevó, pero no se había dado cuenta, hasta que le dije, que tenía la boca llena de sangre. Por supuesto lo primero que hice fue levantarle el labio para revisarlo, y ahí estaba, uno de sus dientes frontales roto.

Esta tercera tragedia (la primera fue esta) es mayor si tomamos en cuenta que hace menos de un año Borre requirió de un procedimiento dental extenso debido a que tenía caries severas y hubo que extraerle varios dientes y reconstruirle otros con coronas y carillas (esa fue la segunda tragedia). Este accidente rompió la carilla y también rompió el diente. 

Total, claro, a llamar de emergencia al dentista, a correr al otro lado de la ciudad a la consulta y a consolar al bebé y a la hermana, que estaba preocupada, a la vez que tratar de mantener la calma y recomponer el día. Es horrible ver sufrir a un hijo, pero decidí acompañarlo durante la endodoncia que tuvieron que hacerle (el nervio estaba totalmente dañado),  sostenerle las manos y cantarle para tranquilizarlo. 

Borre es un campeón, se portó muy bien y no se movió a pesar de que le dolía y no podía evitar llorar. Salimos del consultorio con un diente roto, hueco y con una curación y tendremos que esperar seis semanas para que se lo puedan reconstruir. Salimos también con un cuentononón que el deportivo tendrá que pagar (amo este país donde las responsabilidades de los accidentes se asumen).

Alguien me dijo que pensaba que no valía la pena repararle un diente de leche, pero a mí me parece injusto dejar a un niño de dos años chimuelo (¡especialmente de un diente frontal!) durante cinco años hasta que le salga el diente permanente. No es solo una cuestión de estética, Borre no puede hablar bien sin ese diente y la falta del mismo hace que se llene de saliva y babee por doquier... no me parece justo dejarlo así.

Así que ahora a esperar a la siguiente consulta, a que se le baje la hinchazón y le pase el dolor y a que a nosotros se nos pase el susto. Increíble todo lo que puede pasar en un momento, incluso cuando estás ahí al pendiente. Mi Borre además es un niño propenso a los accidentes, aún tiene el ojo morado después de una caída horrible en el aeropuerto hace menos de un mes, y le quedó una pequeña cicatriz producto de otro incidente con una mesa. Eso sin contar que aparentemente tiene un problema de estrabismo en un ojo (que ya estamos atendiendo) y su "lunarcito de carne" en la oreja derecha. My baby can't catch a break.

Saturday, April 5, 2014

Cuestión de disciplina

Pues vine, y ya casi me voy otra vez. Decidí venir a presentar concurso de ascenso (bautizado por mí como "The Hunger Games") a pesar de que mis posibilidades son extremadamente magras. Una parte de mí sentía una enorme culpa por dejar al marido y la oficina durante dos semanas para terminar siendo masacrada por los sinodales, pero resultó que la experiencia -que aún no termina- me ha dejado un gran aprendizaje que espero tenga un impacto a largo plazo.

El concurso es largo, estresante y desconcertante; se divide en etapas y al término de cada una cada quien cuenta con un puntaje que lo va acomodando en un ranking y solo ascienden quienes estén dentro de los primeros lugares (hay un número limitado de plazas). La primera parte consiste en una revisión del expediente personal, incluyendo evaluaciones anuales, puntos por actividades académicas y un escrito donde uno mismo debe defender las razones por las cuales merece ascender.

Al final de esa primera etapa ya había quedado muy atrás, y estaba decepcionada porque no me parecieron justas ni las evaluaciones ni la calificación de mi escrito, además de que me sentí frustrada por no tener más puntos académicos. Me enojé mucho y en principio había dicho que no vendría, pero mi marido y mis papás me convencieron y después de la segunda etapa (una revisión de la primera donde puedes solicitar aclaraciones) bueno, heme aquí.

¿Me preparé para la tercera etapa? La verdad creo que no, y lo digo porque nunca me diseñé un plan de estudio y me limité a ponerle más atención a las noticias y a tratar de seguir más puntualmente los temas que "supuestamente" me interesan... y digo supuestamente porque a veces siento que no sé qué es lo que me interesa, o más bien, las cosas que verdaderamente me interesan parecen no tener cabida en mis labores diarias, y las que deberían interesarme no me apasionan lo suficiente. Tema de otro post.

Pero bueno, después de un viaje infame del cual ya no me quiero acordar (te odio United Airlines) llegué a casa con mis papás, descansé medianamente durante un día (porque NIÑOS) y me fui a hacer mi examen escrito.

Y a partir de ese día sucedió algo interesante. Primero, me di cuenta de que la mayor dificultad de estos concursos es que compites contra gente de altísimo nivel. Cuando fue mi concurso de ingreso, competí contra algo más de 1,000 personas por 25 plazas, pero con toda franqueza, la gran mayoría no tenían nada qué hacer ahí; el verdadero concurso fue quizá entre, no sé, 300 personas, si acaso. Los concurso de ascenso son diferentes porque ahora te enfrentas a 100 personas por 20 plazas, pero esas 100 personas tienen un nivel similar, o superior al tuyo. Son los Hunger Games, The Quarter Quail: Victors VS Victors.

Darme cuenta de eso, lejos de intimidarme, me hizo darme cuenta realmente de qué tipo de juego estamos jugando. La competencia es tan dura, que no queda más que superarse a sí mismo y realizar un trabajo continuo y consciente para ello.

Por ejemplo, una querida amiga mía, terminó su ensayo en, no sé, menos de dos horas y sacó una de las mejores calificaciones, igual que otra queridísima amiga que terminó hasta el final. La primera tiene, sin duda, un don difícil de igualar o superar, eso es talento y no otra cosa. La segunda tiene el don de la dedicación absoluta y la disciplina, que combinada con su talento, le traen siempre muy buenos resultados.

A mí me fue... bien, así, a secas. Bien porque no hice el ridículo, pero tampoco obtuve un resultado extraordinario. El año pasado recuerdo haber salido del examen escrito sintiéndome MUY BIEN, y la decepción fue mayúscula cuando vi mi calificación . Este año salí con sentimientos encontrados, en su momento sentí que había hecho lo posible, pero me quedaba la inquietud de si podría haberlo hecho mejor (la calificación me demuestra que sí). Ya en casa pasados unos días releí mi ensayo y me di cuenta de que tenía algunos saltos de ideas y un par de imprecisiones que seguramente me costaron varios puntos.

Entonces, como decía, me di cuenta de que la competencia es de primer nivel y de que la mayoría de mis compañeros y amigos tienen destacadas capacidades por lo que sin duda se trata de un concurso difícil ya que las plazas son sumamente limitadas.

De lo segundo de lo que me di cuenta fue de que, con toda honestidad, ha habido muchas fallas por mi parte y que me están costando caro. Desde que releí mi ensayo, no ha dejado de resonar en mi mente algo que me dijo mi maestra de piano hace muchos años: "Esto es 25% talento y 75% disciplina"; aunque ella se refería a la música, lo mismo aplica para mi carrera y para muchas cosas más. Durante los veintitantos años que toqué piano, nunca me consideré particularmente talentosa, pero precisamente por eso, fui muy dedicada y muy disciplinada. 

Esa disciplina que me dio la música la trasladé a las demás áreas de mi vida y eso explica por qué me fue tan bien en la Universidad y por qué ingresé al gremio. Sin duda algunos de mis compañeros que ingresaron no estudiaron o estudiaron poco, pero yo no podía darme ese lujo, yo estudié y me esforcé muchísimo para presentar el concurso de ingreso, sin excusas, sin pretextos y con una rutina feroz, cuadrada y precisa. Claro, no tenía hijos y tenía 23 años, pero tenía un trabajo de tiempo completo en otro país, así que tenía que organizarme bien.

No puedo dejar de sentir que he perdido esa capacidad de concentrarme al grado de antes. Aunque sigo siendo bastante organizada y soy fiel creyente de las rutinas (incluso estos días establecí una muy sencilla con los niños que me ha funcionado de maravilla), estos años desde que nacieron mis hijos han sido una vorágine de falta de sueño, ocupaciones - y preocupaciones nuevas-, cambios, dificultades y demás. No quiero poner a mis hijos de pretexto, pero la realidad es que pasé cuatro años y pico tratando de encontrar un punto de equilibrio que apenas siento que voy encontrando. Y claro, aquí habría que aclarar que si lo voy encontrando no es mérito mío sino del tiempo, porque mis niños son más grandes y sus necesidades cambian, dejándome un poco (pero solo un poco) más de tiempo para otras cosas.

Así que bueno, ya es hora de volverse a disciplinar y corregir fallas que se han ido acumulando; la primera, que he dejado de escribir. ¿Por qué? No ha sido tanto la falta de tiempo sino la falta de ganas de decir algo que quepa en más de un par de tuits. Este dejar de escribir me está pesando porque ya me di cuenta de que a la Mothership no le gusta cómo escribo  y no sé por qué, pero entonces es algo que hay que trabajar y justo ayer un amigo mío me decía que no hay nada mejor para escribir bien que escribir y escribir y escribir. Así que ese es mi propósito principal, escribir.

Y esa es la razón de este post. Es un intento quizá vano y poco acertado por volver a escribir, pero es un intento al fin, y es también un intento por poner en orden las conclusiones a las que he llegado después de este largo proceso que entra en su etapa final este lunes cuando presento mi examen oral. El año pasado me sentí fatal, espero que este año pueda defenderme mejor (por lo menos llego, creo yo, bastante mejor preparada). Sé muy bien que no voy a ascender, pero no tienen idea de lo mucho que me ha servido todo esto para poner manos a la obra porque ha aterrizado más en mí la noción de que debo escribir más, leer más, interesarme más en ciertos temas y no perder de vista que esta es una carrera de distancia y no de velocidad, pero que además requiere de mejor planificación de mi parte. El bosquejo está tomando forma en mi cabeza, veremos qué tanto éxito tiene mi idea en la próxima ocasión.