Este fin de semana, la Frijolita salió con su papá a llevar el coche al autolavado. A ella le encanta ir porque le parece fascinante ese "túnel" con rodillos enormes, chorros de agua y jabón que deja el auto reluciente después de algunos divertidos minutos.
El dueño del autolavado la encontró muy simpática y le regaló una paleta. Ella casi no come dulces, así que era la primera vez que comía una y estaba emocionadísima con el concepto del caramelo en un palito, así que regresó a la casa feliz.
Así anduvo con la paleta en la boca un buen rato, se fue a sentar y a jugar en la sala y ahí siguió calladita. De repente, de la nada, vi como el esposo se la quedó mirando, se acercó a ella y le quitó la paleta. Así nada más, sin agresividad ni nada, pero sin chistar tampoco.
La niña se quedó perpleja "my lolly!" exclamó desconcertada y yo me le quedé mirando al esposo como si fuera de otro planeta, pero me quedé callada para dejar que la situación se desarrollara sola.
La pobre Frijolita seguía boquiabierta y su papá únicamente le dijo "ya casi no tiene nada, la voy a tirar" y la tiró. La pobre niña empezó a llorar desconsoladamente y el esposo como que no entendía por qué y solo le repetía "pero si ya casi no tenía nada, ya se había terminado... casi".
Yo seguía callada, observándolos a los dos, veía a la niña llorar y veía al esposo verla desconcertado. Al final, se hartó del llanto y solo dijo "bah, ya no tenía nada" y se marchó a la cocina. Yo abracé a la nena, la distraje con algo más y seguí sin hacer nada.
Horas más tarde salimos al centro comercial a pasear un rato. Como es nuestra costumbre, compramos un café y caminamos de la mano con los niños.
Al esposo le gusta mucho el café, y el caramel macchiato es uno de esos gustitos que se da de vez en cuando como salimos. Lo veía disfrutar cada sorbo mientras caminaba y cómo se lo iba tomando despacio para que le durara el gusto.
Y entonces, salí con la mía.
Hice mis cálculos y cuando pensé que le quedaban unos dos traguitos y lo vi distraído, le quité el café de la mano y lo tiré a la basura. El esposo me volteó a ver con una mezcla de enojo, decepción y desconcierto, buscando que le diera una explicación con los ojos bien abiertos y el entrecejo fruncido.
Le dije, "ya casi no tenía nada, ya se había terminado... casi... ¿no?". El desconcierto crecía en sus ojos y yo le seguía diciendo "sí, ya no tenía casi nada ¿ya para qué lo querías?".
Como seguía sin entender, le dije "sí, igual que la nena con su paleta".
Sobra decir que la situación no le causó mucha gracia, así que le pregunté "¿estás enojado? ¿Te pareció una grosería totalmente fuera de lugar? ¿Estás molesto por la falta de explicación y consideración?". "¡Pues sí!", contestó muy indignado.
"Bueno... entonces ¿por qué crees que está bien hacérselo a la Frijolita?"
No obtuve más respuesta que "ahora me compras otro café", cosa que hice, claro, después de que él le comprara otra paleta a la niña.